La oscuridad rodeaba la aislada cabina, los altos árboles mezclaban sus ramas inferioress con los arbustos bajos que cubrían la mayor parte del lugar.

El silencio era ominoso, ni siquiera el triste ulular de los buhos, tan común en la isla, se escuchaba.

Mi corazón se debatía a un ritmo inimaginable, mi mente trabajando horas extras estaba inusualmente clara, el espanto y pavor se difundian en mi alma sujetándola en sus garras y llevándolo a la sensación de estar en lo alto de un promontorio y listo para saltar al vacío.

No había promontorio, sólo este trozo de tierra desolado con una cabina horrible en el medio de un bosque espantoso.

¿Por qué sentía esa extraña sensación de altas rocas? ¡Era tan vívido! Casi me desmayo del susto!

El chillido de los búhos? Común en la isla? ¿Cómo supe que hay búhos y que estoy en una isla?

Pensamientos absurdos competían para acceder a mi conciencia.

¿Cómo llegué aqui?

No recuerdo cómo llegué aquí, yo estaba en blanco y luego el aliento fétido del suelo de la isla me alcanzó sin previo aviso.

Tiene que haber una explicación racional, siempre hay una explicación racional pero en este momento se me escapaba. Yo sólo podía experimentar un sentimiento abominable, odioso y horrible de ser empujado dentro del hocico del mal.

Me acerqué a la cabina, mi mano temblorosa movida por su propia voluntad se acercó al cierre oxidado que hacía las veces de pestillo, la atmósfera estaba cargada de pequeñas chispas que aparentemente se generaban en mi propio cuerpo.

Yo no quiero entrar ahí!

¿Qué me empuja a ello?

¿Qué fuerza extraña insta a todo mi ser a realizar una acción tan repugnante que me moriría si mi cuerpo la realiza?

¿Cómo puedo detener esta ... esta terrible compulsión que atenaza mis víceras y hace que mi corazón salte en mi garganta en un paroxismo de desesperación?

La puerta se abrió con un agudo chillido de bisagras herrumbradas pero el ruido no podía romper el espeso silencio de los bosques.

Un punto de luz apareció sobre la mesa de madera milagrosamente sostenida por una sola pata.

La pequeña luz creció rápida y mordazmente en un aullido que cambió lentamente del Grito de la Banshee que me ensordecía... en la alarma del reloj despertador.