Queridísima,
Ya se que estos silencios míos te preocupan pero, bien sabes tu, son necesarios para continuar dando pasos hacia ese camino que me aguarda. Quiero tener preparado el encuentro conmigo misma, quiero que esa totalidad ineludible me encuentre conectada, lista y preparada.
¡Cuantas cosas te han pasado en este tiempo, en el que he estado muda para el mundo! No he dejado ningún resquicio por el que él pudiera entrar en mi pero tu no eres el mundo. Tu eres mi mundo, mi hija, una de mis hijas adoradas.
Tu cuerpo ha estado expectante y tu alma esperanzada. Yo, testigo mudo de esa espera, hasta que de repente una mirada se tropieza de frente con tu alma y, es ese momento, los otros ojos comienzan a soltar notas de una sinfonía, que hace promesa de eternidad, de esas que toca el destino una sola vez.
¿Qué es para ti la vida, qué le exiges? -Te preguntan los ojos desconocidos.
-Tener, siempre, bien alineados mis pensamientos, mi forma de expresarlos y mis acciones.- Contestaste al dueño de la mirada.
-Eso es la vida en su totalidad.-Te respondió.
Tengo algo para tu vida y creo que tu tienes también algo que encaja en lo que te ofrezco. ¿Lo intentamos? -Mantuvo su mirada, mientras te hablaba.
Siiii, vamos a intentarlo.- Soltaste de repente.
Hermosa mía, el camino será largo, tendréis que comer mucha paciencia y beber de la botella, donde se guarda el tiempo.
Estoy segura que dos formas de vivir la vida se aunaran para hacer posible el recorrido.
Ya sabes que te amo más que a mis soledades. Búscame, por lo tanto en mis silencios.
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