Me levantaron a las diez y cuarto, sólo oí la voz de la señora del aseo diciéndome que el desayuno ya estaba servido, me quité las cobijas me levanté y me fui hacia el comedor, el desayuno no estaba dispuesto en la silla en la que yo habitualmente me siento a yantar, por lo que me tocó pasar el plato con el sánduche, el plato hondo con la fruta picada y el otro vaso con el café a mi puesto. Mientras estaba comiendo, la señora del aseo salió de la cocina y me saludó, yo la correspondí con el frecuente “buenos días” que muchos solemos usar.
Cuando terminé de comer, me devolví para mi cuarto, conecté el cable que prende el televisor y oprimí el botón del control remoto que prende la pantalla; cuando la pantalla se prende, se demora unos segundos en dar la señal de un canal, por lo que se queda de color negro un instante; en ese intervalo, cogí mi celular, lo prendí y quité la alarma que había puesto a las once, pues ya no la iba a necesitar. Me volví a acostar, dejé el canal que apareció, pues extrañamente la última vez que lo había apagado lo había dejado en un canal de comedia, y ahora estaba en uno de telenovelas. Volví a conciliar el sueño hasta aproximadamente la una de la tarde cuando la empleada del servicio doméstico me avisó que el almuerzo estaba listo, pero me dijo algo más, me regañó diciéndome que se me iban a enfriar los alimentos, eso quería decir que ya me había avisado una vez pero yo no me había dado cuenta. Esa supuesta segunda vez, fue la que me hizo levantarme para alimentarme.
Veo una mojarra, y me deprimo, no puedo creer que hayan pasado muchos años sin ser consciente del dolor de los animales, ese pescado murió por algún tipo de asfixia, y además de que fue torturado, me lo voy a comer. Y los religiosos siguen queriendo convencerme de que todo ser vivo tiene un propósito en la vida, me siento absurdamente indignado. Como dependo de mis padres, no he podido volverme totalmente vegetariano, pero si algún día tengo el poder para decidir totalmente qué comer, definitivamente no voy a apoyar a los criminales que se gozan torturando a un infortunado animal. Luego de almorzar, retorno a mi habitación y pienso si debería empezar a hacer mis actividades o si debería seguir acostado, la fuerza del sinsentido de la vida me doblega y me acuesto de nuevo, hasta un poco después de las cuatro de la tarde.
Posteriormente me levanto y continúo con mis grabaciones, terminó más o menos a las diez y media de la noche, luego voy a la cocina y busco algo para comer, como no veo nada agradable en la nevera, salgo al patio y busco algo en la nevera que se encuentra allí, sacó unas arepas y me devuelvo para la cocina. Hay tres arepas, cojo una, la pongo en un plato, sacó una sartén del mueble inferior, la pongo sobre la estufa, le echo aceite a la sartén y luego coloco la arepa, prendo el fogón, guardo las otras arepas, espero unos minutos, le doy vuelta a la arepa; y luego, vuelvo a esperar a que el aceite se impregne en la arepa, apago el fogón, saco la arepa y la pongo en el plato, luego coloco la sartén en el lavaplatos. Me como la arepa paseando entre la cocina y la entrada del apartamento.
Después me detengo a ver una pintura que está adornando la sala, me siento muy conectado con el paisaje, hay unas montañas, unos árboles, una casa rústica, una cascada y un mar. Sorpresivamente el cuadro me absorbe; aparecí adentro de la casa, salí de ella e intenté salirme de la pintura pero mis esfuerzos fueron en vano, no lo pude hacer. Pensé que al otro día mis padres se darían cuenta de mi desaparición y me ayudarían a salir, así que decidí devolverme para la casa y me dormí en una cama que había allí. No tenía un despertador, cuando me desperté, no sabía qué hora era, miré afuera del cuadro y no había nadie, no pude ver la hora que daba el reloj del apartamento. Una vez más tuve que esperar a que mis padres aparecieran. Luego de unas horas ambos llegaron, estuvieron hablando acerca de mi desaparición, yo les hice señas desde la obra de pintura, pero ninguno se percató de que yo estaba allá. Perdí la esperanza, y me sumergí en el mar, me fui corriendo desde la orilla hasta las profundidades y no supe nada más de mí.
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