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La Historia De León: Sin Animo de Ganar Premios

Se sienta y bebe té helado antes de que llegue la hora cero, un fuerte dolor recorre su cuerpo impidiendo el movimiento, se recuesta y levanta los pies hacia la pared, es otro día igual o talvez peor que ayer, pero esta noche tiene la sensación de que las cosas van a cambiar. Mantiene encendida la grabadora y un compact disc con música sonando, su mirada se concentra en el techo construido en tablilla. Intentando dar sentido a 86 manchas previamente contadas. De repente es sorprendido y sacado de sus pensamientos por el fúnebre sonido del teléfono, se incorpora, levanta el auricular y deja escapar un desesperado “diga”, la conversación no dura mas de dos minutos, era el nunca y bien ponderado mono ex -peludo que trabajaba ahora en un empresa de textiles, que después de una agotadora jornada de trabajo le preguntaba sitio y hora de encuentro, contesta y rápidamente el tono repetitivo le comunica que la conversación terminó.

Ya de pie se da cuenta que la pereza se fue como se va un carro sin frenos al pie de un colina cuesta abajo: Por Inercia. Abre el closet, inundado de calcomanías y letras de canciones escritas en papeles. ¡Maldita sea!, Parezco una puta vieja y ahora ¿qué me pongo?... tururu, tururu, tururu, ya sé, igual cualquier cosa siempre me queda bien y hoy no es que vaya a visitar al presidente. Luego de una lumbar decisión extiende sobre la cama una camiseta negra, un buzo de color vinotinto, un Jean desgastadísimo y unos calcetines señoriales.

Entra al baño con poca decoración, abre la ducha y miles de partículas empiezan a golpear su cara y su cuerpo con fuerza, y esa, esa es una de las partes del día que más le gusta, pues con ese frío tan berraco, todavía recuerda cuando era chico y se ponía a combatir contra la corriente y les gritaba a esas pequeñas partículas lo insignificantes y estúpidas que eran al estarlo mojando todo, y al recordarlo empieza a jugar nuevamente el mismo juego y vocifera repetidamente lanzando puños contra el agua hasta que se da cuenta que el día esta trascurriendo y el todavía esta en el baño.

Se sienta de nuevo en la cama, esta vez mojado hasta más no poder y en ese momento vuelve a sonar el auricular. ¡Joder!, Acaso no van a dejar hacer nada; mucho mas desesperado que la primera vez coge de nuevo la bocina: “Diga”. Después de una corta risa despreocupada el barbas saluda como si hubiesen pasado años desde la ultima vez que hablaron, le pide que se relaje y que lo acompañe esta noche a tomarse unas amargas; ya calmado, es un gran alivio hablar con el barbas ya que siempre esta tan despreocupado que parece que los problemas nunca lo tocaran, lo pone al tanto de las actividades nocturnas y etílicas que están en el tintero, con las cuales esta de acuerdo y pide que los esperen, aunque el barbas muy bien sabe que ellos como de costumbre llegaran tarde.

Aparecieron lentamente como dejados por el destino y en el orden que solían hacerlo, el barbas llegó primero, un tanto arreglado sabiendo que el vomito era una de las posibilidades de la noche, un abrigo de cordoroy, una bufanda, un pantalón azul y una camisa de botones metálicos, como siempre de botas; luego apareció Jimbo con una chaqueta azul, una camisa a cuadros, un pantalón gris y unos tenis muy sueltos. Casi al mismo tiempo y cuando uno cree que ya no van a llegar aparecieron Varela, Riquelme, con sus camisas de dos tallas mas grandes que ellos, y León que venia al otro lado de la calle.


El lugar era un tanto informal y la cerveza demasiado barata para ser cierto, pero el ambiente pedía Vodka a gritos. Servida, la primera botella no duró mas de dos cuartos de hora, forzando a una segunda acompañada de tres botellitas de Canadá Dryâ. Atropellados por la felicidad como si hubiese sido un carro de payasos a gran velocidad, comenzó el circulo vicioso a extinguir cigarrillos sin piedad, hasta que el himno nacional decreto que el bar iba a cerrar.

¡Carajo!,Dijimos en tono alto y al unísono, la cuenta había sobre pasado las cuatro botellas, sin contar los mezcladores. Era temprano, la historia no parecía que fuese a acabar, tomamos una caja de fósforos de esos de madera, que se encontraban encima del mostrador del bar y nos fuimos cantando alegres hasta la salida al ritmo de unos pasos tambaleantes.

Hacia un frío impresionante a pesar de que no estaba lloviendo, tomamos cada uno de a cigarrillo para disimularlo y en ese momento, León sacó los fósforos del bolsillo para asistirnos en el encendido, pero al primer intento de frotar la cabecilla azul de uno de ellos con la sección delgada y áspera, esta se desprendió y no produjo ni siquiera chispa. Reímos como si aquello hubiese sido gracioso durante casi tres cuadras seguidas y cuando paramos de hacerlo intentamos de nuevo encender los cigarrillos, pero de nuevo al repetir el procedimiento, este volvió a arrojar al suelo una cabeza azul de pólvora sin encender. Nos preguntábamos entonces que grado de ebriedad llevábamos para no poder ni encender un fósforo. Cinco cuadras antes de llegar a la casa de León, compramos una botella de ron y hasta que la noche diera, nos aventuramos a destaparla.

Fue fácil destaparla, lo que nos condujo a pensar que eran los desgraciados fósforos los que querían hacernos creer que estábamos llevados de la perra, ya que, igual de fácil fue abrir la puerta de la casa de León. ¡Malditos Fósforos de mierda!, ya verán, íbamos a mojarlos para que sufrieran una especie de castración, pero decidimos darles una segunda oportunidad y que confesaran su secreto,(ustedes saben, uno borracho se arma unas películas, que ni spielberg), El barbas fue el elegido para intentar encender uno de ellos, abrió el paquetico chiquito donde venían, los contó, habían ocho de ellos así que tomó uno por el cuello, lo apretó fuertemente entre sus dedos, restregó su cara contra la laminilla áspera y café y...carajo; ¡¡Prendió!!, Gritamos y saltamos llenos de jubilo como si hubiera hecho gol el mejor equipo del mundo, Milán, en la final mas esperada del mundo, La de la liga, en el minuto más fatídico del mundo, el noventa. Decidimos coger cada uno un fósforo y unirnos a la celebración de El barbas y así fue como uno a uno raspamos la cabeza azul obteniendo llama, menos León que parecía salado con esos cabrones cerillos, intentó cerca de unas tres veces pero no pudo. Recordamos entonces que era ya de madrugada y que en ese momento él ya estaba celebrando su cumpleaños oficialmente, así que empezamos a cantar lo mas duro y desafinado que pudimos y él, León, se sintió contento.

Cantamos y cantamos hasta que nos mamamos de tanta algarabía y decidimos ir a dormir, pero León no parecía estar del todo agraciado con la noche, tenia un aire de nostalgia que todos pudimos notar al instante pero que como cosa rara para no entrar en la güevonada nos quedamos callados.

A la mañana siguiente, él, fue el primero en despertarse, aunque no sabemos si se durmió, el barbas abrió los ojos después y por un momento hubo cierta concordancia de pensamientos, se miraron fijamente y no hubo necesidad de decir felices santos ni ninguna de esas babosadas que uno esta acostumbrado a decir sino que simplemente se chocaron las manos fuertemente, miraron al mismo tiempo los cigarrillos y la caja de cerillos y sonrieron. El barbas sacó un cigarrillo y lo prendió con uno de los cerillos, mientras León miraba el último cerillo que quedaba y se levantaba de la cama con el cigarrillo en la boca directo al fogón de gas para prenderlo, porque no quería ser un protagonista mas del quinto elemento.

Texto agregado el 21-08-2004, y leído por 253 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
12-11-2004 no me habia percatado que tienes tu mitologia personal con personajes y todo. Precioso y divertido relato. Asesina_Serial
27-10-2004 Sabes crear ambiente con los detalles. Muy bueno. Mina. ezelrida
23-08-2004 Muy bueno!!! Paso a tu libro de visitas. muertelenta
23-08-2004 me gusta esa forma de narrar, en tiempo real y contando las cosas paso a paso, lo que en tu caso no se vuelve monotono, besos, muy buen trabajo lorenap
23-08-2004 De acuerdo con azulada, una historia divertida, una noche en tiempo real, me quedo con eso, con la forma de contarla, como si cada segundo de tu historia fuera imprescindible ( que lo es), recomiendame otro. Mis estrellas burbuja
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