La luz de la luna entraba atravesando las cortinas.
La casa pertenecía a Esperanza, una joven mujer de apenas diecinueve años que la había heredado por parte de sus padres hace once meses, a pesar de poseerla nunca quiso quedarse ahí porque le recordaba a sus padres quienes habían muerto en un grave accidente de tránsito, de todas maneras nunca le había gustado la casa, era demasiado grande. Era una de esas casas antiguas hechas de piedra blanca y con techo de tejas rojas, tenía un patio interior con una pequeña fuente estancada llena de hojas marchitas, tenía amplios y largos pasillos con retratos de viejos familiares, columnas antiguas con enredaderas… a pesar de lo grande y los recuerdos dolorosos era una casa hermosa al parecer de Esperanza, eso no cambiaba el hecho de su repulsión hacia esa casa.
En el testamento de los padres de Esperanza, en conjunto con todas las cosas, había una petición:
“Esperanza: vende la casa, la razón solo la puedes leer tú, está en la carta adjunta, te amo. Tu madre.”.
Era extraño que sus padres tuvieran testamento pues eran jóvenes. La carta adjunta no estaba presente, según el notario la razón pudo haber sido que se les haya quedado en la habitación matrimonial, lamentablemente al llegar Esperanza a la casa la habitación matrimonial estaba cerrada con llave y ella no la tenía en ese momento, era de noche y ella estaba cansada, la buscaría a la mañana siguiente. Ella solo tenía la intención de cumplir, luego de once meses de no hacer nada con la casa, solo debía leer la carta y salir de ahí para volver a su vida.
La luz de la luna entraba atravesando las cortinas cuando ella despertó.
Ella miraba hacia la pared cuando se dio cuenta que al lado de su cabeza, en su almohada, había una mosca gorda, incluso más grande que las que aparecieron durante ese verano, ella la trató de espantar pero la mosca solo la miraba y no se movía, entonces ella le pegó para que se fuera. La mosca voló por la habitación y se fue luego de dar varias vueltas. Ya se había despertado y le costaba volver a dormir pues tenía insomnio. Se levantó a tomar un vaso de agua. Al salir del baño vio varias moscas en la cocina que volaban, era como si hubiera algo podrido. Al ir ella a la cocina se dio cuenta que había una rata muerta, estaba abierta a la mitad. “malditos gatos” murmuró ella. Tomó al ratón y lo llevó a la basura, sin embargo su sorpresa fue mayor al ver que el basurero estaba repleto de ratas muertas, eso le provocó un susto pero lo meditó con calma, solo se hizo de la bolsa de la basura y se dio vuelta para botarla afuera. Al darse vuelta vio que a un lado de la cocina que ella no vio al entrar había una cabeza de jabalí en una estaca pudriéndose, de ahí salían las moscas. Ella dio un fuerte grito al ver la cabeza del jabalí mirándola, quedó muda. “quien habrá sido el idiota que hizo esto, debe estar aquí hace meses”. Se acercó al jabalí y vio una extraña cruz en su lengua: era un símbolo del infinito con una cruz de dos travesaños que salía de su centro hacia arriba. Estaba demasiado cansada y ahora exhausta por el susto como para sacar los ratones y la cabeza del jabalí, para ella era mejor solo irse a acostar y cerrar la puerta por las moscas. Se acostó y se durmió nuevamente.
La luz de la luna entraba atravesando las cortinas cuando ella se durmió.
Ella se levantó, tenía sed nuevamente, abrió la puerta de su habitación, salió, dio un giro hacia el baño y el demonio aquél la miró fijo hacia sus ojos a una distancia de apenas unos pocos centímetros. De gran tamaño, piel carbonizada, lengua afuera con la cruz extraña tatuada en ella y ojos en llamas. El demonio lanzó un chillido saturando los oídos de ella, quién también gritó presa del pánico. Ella corrió por la casa hacia el segundo piso mientras el demonio la seguía atrás corriendo como un sabueso. Entró rápidamente a un largo corredor oscuro cerrando la puerta que este tenía. Parecía no tener fin. Corrió y corrió hasta que se topó con una pared sin ventana, entonces la puerta se rompió. El demonio corrió hacia ella velozmente con sus colmillos a la vista listo para devorarla. Ella gritaba tan fuerte que sentía que su garganta se hacía pedazos pero el demonio la alcanzó.
Esperanza se despertó lanzando un grito desgarrador. Estaba agitada. Miró a su alrededor y no había nada excepto una mosca en su rodilla que la miraba y se lavaba continuamente. Se trató de tranquilizar y se acostó denuevo mirando hacia la pared. Cuando dio un giro para ver la hora en el reloj de su velador el demonio la miró fijamente lanzando ese chillido denuevo, mientras que en la cabeza de ella podía escuchar su voz diciendo “no huirás de mi”.
Despertó nuevamente pero ahora la puerta estaba abierta y solo había silencio. La mosca estaba en su velador. Ella le lanzó su almohada furiosa tratando de matarla, pero la mosca huyó de la habitación. Ella estaba con el pulso acelerado, ya no podría dormir más, pero ese no era el fin de la noche: de la puerta apareció una tormenta de moscas que entraron en su habitación. Ella salió aterrada de su habitación solo para ver que en el piso de cerámica en la entrada de su habitación estaba la extraña cruz dibujada con sangre amarillenta de las moscas que ahí yacían muertas.
“¡debo salir de aquí!”. Corrió a la gran puerta de madera que salía a la calle pero estaba trancada, sin embargo ella insistía golpeando, pateando y sacudiendo la puerta, entonces en su mente se escuchó nuevamente esa voz seductora: “¿quieres salir?, bueno, vete”. La puerta sonó como si algo hubiera caído de ella y la puerta pudo ser abierta, pero al abrirla estaba otro demonio afuera, esta vez era un ser de postura humana, de larga cola, no tenía ojos, tenía enormes cuernos y colmillos, su piel estaba en llamas y de su mano colgaba una cadena con la extraña cruz. “¿no querías irte?, vete de la casa, ven hacia mí, ven conmigo al bosque, yo soy Beelzebub.”. Esperanza, estupefacta, retrocedió lentamente hacia la casa y luego corrió hacia adentro y cuando lo hizo salió el sabueso demoniaco en su siga desde otra habitación. Esperanza huyó hacia la cocina y tomó un hacha de carne con la cual corrió hacia la habitación matrimonial, rompió la cerradura, entró, tapó la puerta con un armario y una mesa de trabajo, gritó de pánico, se trató de tranquilizar y buscó rápidamente la carta. La encontró, estaba en el velador, la abrió y al leerla habían cientos de extraños símbolos y la extraña cruz en medio, no sabía qué hacer, se estaba ahogando: su pecho se comprimía producto del pánico, pero entonces los símbolos de la carta cambiaron a letras que decían: “no, no, no… no soy tan ingenuo, aquí no está la carta, fin del juego”. Los muebles que bloqueaban la puerta estallaron lanzando sus astillas y el sabueso salió de entre ellas tomando a esperanza de la cintura y devorando sus piernas arrojándola como un muñeco defectuoso hacia la pared, ella lloraba de dolor. Los ojos del demonio apuntaron con su fuego hacia ella luego de devorar las piernas y caminó rápidamente hacia ella lanzando su chillido de muerte.
La luz de la luna entraba atravesando las cortinas y según el reloj eran solo las dos de la mañana.
Esperanza despertó nuevamente y todo estaba quieto como al inicio de sus sueños, pero esta vez no había mosca y la puerta estaba cerrada. Ella salió del cuarto a ver qué ocurría afuera y lo único que ocurría era el ruido del viento en las plantas y una suave llovizna nocturna. Caminó hacia el baño y no había nada, aprovechó de tomar agua, llorar y tranquilizarse. Caminó hacia la cocina y fue mirando los cuadros de sus familiares, al llegar a la cocina vio de reojo que había un cuadro que no había visto en la pared porque estaba en alto. Lo sacó de allí y se vio que era su abuelo, pero más importante que esto era el hecho de que tenía una venda negra en los ojos, no tenía oídos y su abierta boca sonriente carecía de lengua y dientes. En su pecho colgaba una cadena con la extraña cruz. Al reverso del cuadro había un papel que decía:
“nuestro abuelo: Siempre fue melancólico, siempre careció de las felicidades humanas. Es grandioso y lamentable que haya quedado ciego, sordo y mudo en aquél accidente, pues desde aquél entonces que no nos podemos comunicar con él, nunca nos responde pues no nos escucha y tampoco nos verá más, sin embargo es grandioso el hecho que desde aquél entonces es más feliz que nunca. Te amamos desde la tierra.”.
Esperanza lo recordaba bastante a pesar de que ella poco lo vio cuando tenía solo cuatro años, pero lo recordaba porque en su lecho de muerte, luego de haber vivido un poco más de sesenta años, reía sin parar, reía como si le hubieran contado un gran chiste y en ese reír se atragantó súbitamente con su sangre y murió con una sonrisa sin que nadie de los que estaba alrededor se lo esperara de esa manera. La habitación de él se encontraba contrariamente a la habitación matrimonial. Cuando ella entró en la habitación de él en busca de cualquier cosa que pudiera decirle algo encontró dentro del velador una cadena con la extraña cruz, una libreta llena de símbolos y una carta. Abrió la carta pensando que podía ser la de sus padres pero era de su abuelo:
“espero que cumplas tu promesa, si es así, Baal, ella deberá leer esta carta, entonces tú sabrás donde, cómo y cuándo atraparla. Yo también cumpliré con mi promesa… Lo lamento tanto nieta mía, pero así son las cosas cuando quieres vivir, yo no quiero ir donde dios, para que quiero su paraíso cuando puedo tener el mío en tierra. La última vez que te vi te veías tan hermosa con tu vestido blanco y rosa, tenías solo cuatro años y yo no tenía ojos, pero créeme, yo te podía ver. Ojalá lleves puesto ese vestido ahora pues a Baal le gustan las niñas pequeñas y tú ya debes estar grande, de todas maneras sabemos que es difícil que eso ocurra, pero hubiera sido un lindo gesto para Baal. Te quiero mucho. Tu abuelo Francis.”.
Ella no sabía nada de lo que hablaba y estaba blanca, su sangre se había congelado. Detrás de la carta decía algo más:
“PD: la carta que de verdad buscas está en un doble espacio de este mismo velador. Disfrútala.”.
Ella rápidamente sacó la parte de atrás del cajón del velador y se dio cuenta que habían varias cruces pequeñas bañadas en sangre, huesos de jabalí y un pentagrama dibujado junto a una carta. Ella abrió la carta que decía:
“hija, vende la casa ahora, no te metas a ella por nada del mundo, cuando la vendas ten por seguro que esa casa se va a quemar pero no te preocupes, deja que suceda, te repito: no te quedes ahí. Esa casa era de tu abuelo y no sabes lo que él fue capaz de hacernos a todos nosotros. Vete del pueblo. Huye.”.
“ya es un poco tarde para eso pero ahora estás aquí para cumplir con el trato que hice con tu abuelo, debes venir”, se escucharon esas palabras en su cabeza y ella se dio vuelta y atrás estaba el sabueso, ella gritó y trató de arrojarse por la ventana hacia el patio interior pero el sabueso la tomó de un pie y, corriendo en tres patas, se la llevó hacia el entretecho, ahí estaba él, el mismo que se hizo llamar “Beelzebub”. “tu abuelo me prefería por mi otro nombre, Baal, supongo que ya leíste sobre mí… esto debe empezar ahora.”.
El sabueso puso a Esperanza sobre una mesa que estaba sobre un pentagrama y ahí Baal hizo lo que debía hacer. Su última imagen consciente fue la de estar bañada en sangre encima de la mesa, luego se desmayó.
La luz de la luna ya no entraba más, ahora era de día.
Todo estaba normal. Ella se levantó con seguridad por la luz del día y revisó todos sus supuestos pasos y no había rastro de nada de lo que ella recordaba. “ha de ser una pesadilla horrible, la muerte de mis padres me afectó, nadie sale de algo así sin pesadillas”.
Mientras se lavaba los dientes lista para empezar a buscar la carta de sus padres sintió que un líquido bajaba por su pierna, se miró y era sangre, venía de su vientre. Su rostro reflejó inmediatamente su pánico y al levantar la mirada al espejo estaba escrito en el con sangre negra: “muy pronto serás feliz con tu abuelo nuevamente, él lo hizo por ti y no hay nada que puedas hacer contra el amor de un abuelo por su nieta”.
Arriba, encima del espejo, desde lo alto, miraba quieta y se lavaba las patas: una gran mosca.
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