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EL PADRE ANDRÉS

Aquella nublada tarde de abril todos callaban mientras ligeras briznas de lluvia acariciaban los rostros de los presentes. Hacían honores al lecho del padre Andrés, su vida había entregado por ayudar a sus semejantes. Todos le llamaban padre, menos sus hijos bastardos que le llamaban tío.

Extracto de las memorias de Joan Carbonell, candelero del convento:

“Abandonado por mis padres, la caridad me recoge, con esta etiqueta fui exhibido cuando era niño y mis padres me abandonaron, nunca supe que fue de ellos. El padre Andrés me recogió en caridad y me puso a su lado para que le sirviera, pero cuando fui creciendo me dejo de lado porque recogía en régimen de caridad a otros necesitados. Me contaba que todos teníamos una misión en la tierra y que la gente como nosotros éramos privilegiados porque habíamos sido abandonados para conocer nuestra misión, la de servir a Dios y de ese modo llegaríamos al cielo. El padre Andrés era un sabio, y sus consejos siempre eran buenos”.

Andrés llegó al pueblo con 33 años, debido a esta coincidencia fue recibido como un emisario del señor, mandó reformar la iglesia y desde entonces se hizo cargo de ella. Hizo grandes obras, creó un convento para huérfanos y a todos los educó bajo la ley del señor, consagró una fuente de agua que decía que hacía milagros y mandó que nadie la tocara nunca porque era un regalo de Dios. Creó la única escuela del pueblo y él mismo fue su director, se encargó de la educación de los niños del pueblo.

De aspecto joven pelo malogrado por una cicatriz en el rostro que contaba que se la hicieron unos bandidos, hablaba levantando la cabeza e irguiendo la espalda. Hoy, a los 57 años ha muerto de una neumonía, Dios ha decidido que tenía que ir al Cielo.

RUFO

Extracto del diario de campo de Julián:

“Aquel día entré en la posada después de tocar varias canciones, con lo que había ganado podía gastármelo en cerveza. Cuando me senté en la mesa un joven de mal aspecto se sentó junto a mí y empezó a hablarme, estaba bebido. Me contó que tenía una banda de bribones y que sus compañeros le habían traicionado, que lo apuñalaron por la espalda pero no lo mataron y que él se ha ido vengando matándolos de uno a uno, y que sólo le queda por vengarse de uno, que cuenta que ahora se dedica a violar mujeres”.

PEDRO

Extracto del diario de campo de Julián:

“Dicen que el mundo está lleno de casualidades, y creo que es cierto. Hoy al entrar en una taberna he conocido a un hombre llamado Pedro, me decía que por una módica suma él mataba a quien yo quisiera. Ahora me arrepiento, pero en aquel momento me vi tentado y le dije que había un hombre que intentaba boicotearme, le pagué 3 reales y me dijo que cuando terminara el trabajo me encontraría y le tendría que pagar otros 3 reales.”

LA SOMBRA DEL PERDEDOR

Texto encontrado en un monasterio, de autor desconocido sobre sus vivencias:

“Aquella noche llovía mucho, yo me deslizaba por el submundo de las voces gastadas de humo y roncas de tabernas. Alquilé una habitación de mala muerte para poder descansar tranquilo. Me había echo con un buen botín. Pero no quise gastarlo en bebida, me iría a dormir, al poco rato de estar en la habitación llamaron a la puerta, yo pregunté quien era y me contestó una voz gastada diciéndome que tenía que hablar conmigo. Le dejé entrar, pero dejé cerca la pistola. Me contó que un hombre había contratado a un asesino a sueldo para matarme. No sé por qué me advirtió. Pero yo sabía quien iba detrás de mi, el viejo compañero Julián, que agobiado por mi éxito y enturbiado con su mala vida sólo deseaba mi muerte”.

Extracto de las notas de los trabajos de Pedro:

“Ha sido un trabajo sencillo, primero advertí a la víctima de que habían contratado a un asesino a sueldo, me gané su confianza y cuando al día siguiente me dio la espalda le clavé un puñal”

Extracto del diario de Julián:

“Cuando volvió y reclamó el resto del dinero yo le pedí una prueba de la muerte de mi compañero, cuando se me agachó para sacar de la bolsa un medallón empapado de sangre le clavé un cuchillo en la cabeza, y así recuperé mi dinero. Un trabajo sencillo y muy barato”.

JULIÁN

Última página de su diario:

“27 de abril de 1864. Hoy fui a casa de mi compañero Ernesto, para sorpresa mía cuando llegué me abrió su hermana. Vestía de negro, y las casa tenía puertas y ventanas cerradas, sollozando me contó que lo habían matado, y que yo tenía parte de culpa por llevarlo por la mala vida. Estaba sola, así que entré la tiré al suelo y me la follé después de atizarla un rato, es una zorrona virgen, me encanta tirármela. Mientras me la tiraba apareció su madre, la cual me golpeó con un cazo, yo le devolví el golpe pero cayó mal y la maté, acabé lo que había empezado y me marché. En realidad ya sé quien ha matado a Ernesto”

“28 de abril de 1864. Me he enterado que alguien vio lo que hice ayer y la guardia civil me está buscando, además he sabido que otro compañero mío ha sido asesinado. Aquel cabrón al que mandé matar no lo mataron y ahora se está vengando de nuestra traición”.

“29 de abril de 1864. He decidido cambiarme el nombre y la apariencia, me voy a mudar a Cataluña, iré a un pueblo y me haré cura una temporada, aquí si no me mata ese cabrón lo hará la guardia civil”.

RUFO

Extracto de su diario:

“Le seguí la pista hasta la provincia de Lleida, se me buscaba en medio reino por asesinatos, violaciones y robos, pero me daba igual, mi sed de venganza era lo único que me importaba. Y allí lo encontré, solitario, con escasas pertenencias, decidí que mi última víctima debía matarla de cara, así que le asalté y le di la oportunidad de defenderse. No me costó demasiado matarle. Al terminarlo sentí un extraño vacío, la venganza es dulce cuando se aplica pero después no sirve de nada, leí en algún sitio una vez. Es cierto. Sentí que mi vida ya no tenía sentido y pensé en suicidarme, al fin y al cabo algún día alguien me haría pagar por mis crímenes. Comprobé que en sus pertenencias llevaba una sotana, un crucifijo y una Biblia, que extraño, siempre pensé que era ateo. En un bolsillo llevaba una nota, en ella ponía Padre Andrés y el nombre del pueblo al que se dirigía.

Por extraño que parezca en ese momento mi vida adquirió sentido, había encontrado un modo de redimirme, le cogí las cosas y me dirigí hacia el pueblo, pero primero debía curarme la herida que me había hecho en la cara con su sable”.


Texto agregado el 21-08-2004, y leído por 1009 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
16-09-2004 Una cosa te lleva a la otra, sin casi respirar, un final sorpresivo. libelula
 
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