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Tengo 35 años y no estoy preparado para todo lo que está ocurriendo hoy en día, ya no recuerdo el tiempo que hace que la situación empezó a derrumbarse, tocho a tocho, peón a peón todo comenzó a desmoronarse justo en el instante que el futuro se presentaba lleno de unicornios y arco iris, fueron cayendo tantos pilares que la gente ya no sabía ni donde estaba y mucho menos hacía donde se dirigía.
Sobre mi piel una selva de pelos que cubre mi cuerpo recordándome que ya no soy aquel chaval imberbe, bajo ella las llamas convierten en cenizas toda la vitalidad que mi recipiente contenía.
 
Miro por la ventana con un libro en la mano mientras la ciudad se ensombrece, se convierte en un amasijo gris de esqueletos vacíos de alma, sin un ápice de la alegría de antaño, una mera burla llena de criaturas que ya no son lo que eran. Puede que por eso últimamente no pueda dejar de leer a Bukowski, sumergido en la tristeza que inflamaba mi pensamiento continué con el relato que había comenzado…

“Me encontraba sentado en aquel taburete apoyado en aquella barra apestosa, el olor de los lavabos inundaba todo el bar, todos mis sentidos, provocando unas nauseas que casi me provocaban el vómito. La música de aquel tugurio se metía dentro de mis tímpanos haciendo que la locura rondara demasiado cerca, esperando, impaciente a resurgir. Me pregunté que mierda hacía sentado en aquel lugar, en aquel bar maloliente, soportando aquel camarero que andaba más borracho que sus propios clientes, cada vez que sonreía mostraba unos dientes mal colocados y más amarillos que el azufre. Me repugnaba aquel hombre que no paraba de reír. Pedí otra cerveza intentando emborracharme un poco más, lo suficiente para perder la conciencia de aquella situación. Una mujer con los mofletes llenos de venas casi como varices se me acercó, me la quedé mirando con una mueca desagradable en la cara y llamé al camarero con dientes amarillentos. –Dos cervezas, una para mí y otra para la dama. La mujer con varices en los mofletes me sonrió y antes de que abriera la boca, me giré, le di la espalda para olvidar esa horrible aparición. Lo único que quería esa pobre mujer era una copa para que las varices que se le dibujaban crecieran, pensé para mí. Que mierda hago yo aquí, en este sórdido bar apestoso y mugriento. Unas ganas de acabar con todo me llegaron desde mi más adentro, cerré con fuerza el puño y girándome con violencia le aplasté la cara a aquella variz viviente, la mujer se desplomó sangrando como lo que era, sangrando como una cerda. Salté por encima de la barra como un felino, realmente me sorprendió mi agilidad con la borrachera que cargaba sobre mis hombros y golpeé al camarero con sonrisa carcomida por la cocaína, le golpeé una y otra vez hasta que cayó al suelo, empecé a patearlo. La poca gente que había en aquel asqueroso bar salió por la puerta como alma se lleva el maldito diablo. Aquella escena me hizo reír, escupí en la cara sangrante y ahora sin dientes carcomidos del camarero. Salí tranquilamente de la barra y me volví a sentar en mi taburete, me encendí un cigarro y pensé, Un mal día lo tiene cualquiera.”
 

Mientras me quedo gratamente sorprendido de toda la rabia que llevo dentro y acabo de vomitar por mis dedos sobre el teclado del ordenar me enciendo un cigarrillo y me quedo absorto contemplando como la llama del mechero dibuja pequeños fantasmas danzantes que convierten mis pupilas en hogueras que muestran mi horno interior, poco a poco voy notando la necesidad de aire fresco y decido dar una vuelta.
Bajo las escaleras, escalón a escalón sin la rapidez de hace unas décadas,  la velocidad de niño, adolescente, joven con  la ilusión de descubrir, de sorprenderse con el mundo que encontraría pasado el portal de su casa, ¿Cuándo cambio todo?...
Cuando era un niño si me quitaban un caramelo automáticamente mis llantos, mis quejas se escuchaban dos manzanas más allá de donde me encontrara, ¿y ahora?
He conseguido convertirme en aquello que cualquier político necesita, me he transformado en un ser sin ganas de nada,  en un individuo que acumula rabia sin que esta fluya del interior hacía un exterior que no entiendo,
Al llegar a la plaza vi a un hombre repartir unos panfletos y me dirigí hacía él, me entregó uno y me puse a leerlo.
 “Donde dije digo, dije Diego” comenzaba el panfleto, por lo que le deduje que se trababa algo referente a un político o similar, seguí leyendo para confirmar mi sospecha y el resultado fue el esperado, en los tiempos que corrían solo podía pasar algo de este tipo, el pez grande se reía del pequeño, lo de comer ya no se llevaba, hacía tiempo que se habían cansado de digerirnos y cagarnos sin que pasara nada y eso me encendía…
Ya tenía suficiente aire, mezclar demasiado oxigeno con el fuego no suele ser bueno, sabía que tarde o temprano acabaría explotando y decidí hacerlo controladamente, una explosión tal y como mejor podía hacerlo, escribir…
Al llegar a casa volví ha liarme un cigarro mientras se encendía el maldito y lento Word, comencé a notar como una lava ardiente y densa comenzaba a deslizarse desde mis más adentro hacía la yema de mis diez dedos, eso me hizo gracia, suelo escribir con solo seis, pero la explosión, la hoguera interna comenzó a convertirse en catarsis, por primera vez dejé de escupir sangre para simplemente aullar para ser escuchado y comencé…
“De la velocidad y otros peces Si algo aprendí en los años en los que debía pasar unas horas recluido en un aula, es que la velocidad no siempre es constante depende de la distancia, el tiempo y la aceleración, que esta a su vez podía ser constante o no… Total que entre que le miraba la blusa escotada a aquella profesora de física y las campanas que solía hacer en el bar del instituto, debí hacerme un lío con el tema de la velocidad. Se ve que en el mundo real solo existen dos, la de los peces pequeños y la de los peces grandes, no hace falta informarse demasiado para comprobarlo, ves las noticias, lees un periódico o te tomas una birra en cualquier sitio y la puedes comprobar en tu estomago, eres un pez pequeño, si molestas, si intentas meter las narices allí donde a ellos les molesta, pues nada, todo se acelera y se saca una ley, un juicio, una represión y ya está, en cambio si el tema es el abuso del pez grande, la cosa cambia, la velocidad pasa ha ser casi una constante, la fricción es tal que la cosa no se mueve, pueden pasar años y todo esta en el mismo lugar, la verdad es que me estoy cansando un poco de las velocidades y la regresión ha otras épocas no muy queridas por mi persona, me gustaría creer que un día alguien se de cuenta de esto, nos toman el pelo constantemente. Cuando la utopia es simplemente que todos tengamos los mismos derechos ante la justicia significa que algo no funciona bien, cosas de las Monarquías Parlamentarias y el olor a rancio de los que están arriba.”

¿Me quedé mas tranquilo?
No.
¿Podría haber hecho algo mejor?
Si.
Entiendo que tarde o temprano algo cambiará, alguien aullará y la manada dejará de ser ovejas, se que mi hoguera no es la única y eso me hace sonreír, creer, luchar…

Texto agregado el 12-12-2013, y leído por 168 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
12-12-2013 El vacío existencial es una paradoja, un desvarío, un sinsentido, pues está lleno de interrogantes. Y el cuestionamiento no es de frente a la realidad, o al menos, no solamente. Es hacia dentro, es un bucear para rescatar las mejores fibras y poner en marcha los engranajes del cambio. Un cambio que comienza conmigo mismo y rebalsa en el entorno. Me agradó leerte. ZEPOL
 
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