Hay varios hermanos mejicanos
que escriben y opinan muy bien en este Rincón Literario.
Algunos están haciéndolo, otros parece que se han tomado un receso.
En ellos he visto una gran preocupación social,
unida al sufrimiento y al dolor, y gran desesperanza,
por la situación de los marginados de siempre: los pobres y humildes.

No sé ni me preocupa si son creyentes o no, religiosamente hablando.
Para este caso da lo mismo. Para mí, están viviendo el Evangelio y actuando con el mismo Espíritu que movía a Jesús:
su opción preferencial por los pobres.

Por eso, al celebrar hoy la fiesta de N. S. de Guadalupe,
les ofrezco lo mejor que puedo ofrecerles a ellos y al pueblo mejicano:
Mis oraciones y la celebración de la Eucaristía,
para que se vaya abriendo para ellos una lucecita de esperanza y cambio;
para que ningún hermano de esa tierra quede por fuera de la mesa,
y puedan participar de los bienes que para todos nos dejó el Padre Dios.
¡Ánimo, mis hermanos mejicanos! y, por extensión, deseo lo mismo
a todos los hermanos latinoamericanos que sufren
por la violencia económica y social de cada día.