Decidí dirigirme al burdel más famoso de mi ciudad, después de meditar por mucho tiempo, decidí que quería disfrutar de mi sexualidad con un prostituto. Fue mucho el tiempo que gasté, para poder tomar ésta decisión. Nunca me imaginé lo que me iba a encontrar en ese lugar. No quise decirles a mis padres lo que iba a hacer, por lo que calculé que me iba a gastar una tarde, cuando ellos regresaran del trabajo, yo también estaría cerca de regresar. Luego de almorzar con mi madre, prendí el computador, que desde hace varios meses tiene un ruido en la torre, y leí unas cuantas páginas de un libro de dibujo que estoy leyendo, esto lo hice para esperar a que mi mamá se fuera de nuevo a su trabajo.

Cuando finalmente se despidió, fui al patio y cogí la toalla anaranjada con la que me he bañado los últimos días, me devolví, prendí la luz del baño, entré en él, cerré la puerta y me bañé en unos pocos minutos, no me lavé el cabello con champú, pues me lo estoy lavando una vez a la semana, el domingo, hoy es jueves; al salir de la ducha, sentí la intensificación del frío, salí rápidamente hacia mí habitación, me apliqué el desodorante en barra que no usaba desde hace una semana; me vestí con la misma sudadera que me he puesto por cerca de una quincena, me cambié el calzoncillo, las medias, la camiseta y me puse una chaqueta que estaba tirada al lado de mi guitarra electroacústica, que está sobre un soporte hecho para ella.

Ahora sí estaba listo para irme. Busqué las llaves cerca de mi mesa de noche, ahí no estaban, luego las busqué en mi escritorio, en la parte superior, allí tampoco estaban, me empecé a desesperar, luego revisé encima de mi teclado, en ese sitio estaba mi calculadora, mi billetera y el control remoto del televisor; posteriormente exploré en el armario, en ese sitio sí estaban, las tomé y las guardé en el bolsillo izquierdo de mi sudadera. No quise llevar mi celular pues de pronto me lo robaban, pues ese sector al que me iba a dirigir es peligroso. Guardé mi billetera en el bolsillo izquierdo de mi chaqueta y salí del apartamento. Como el prostíbulo es cercano a mi residencia decidí irme caminando, a lo sumo son seis cuadras para llegar allá, pasé por un sector grandísimo de venta de flores, luego por una bolera, después vi varias tiendas de venta de ropa, ferreterías y lugares para arreglar motos y carros.

Finalmente llegué al lugar, vi que la entrada es muy amplia, para que puedan entrar los vehículos, un hombre se dirigió a mí y me preguntó que qué es lo que más me gustaba a mí, si el show en vivo, o si quería pasar directamente a la habitación con la o el trabajador sexual. Yo le dije que por el momento solamente deseaba examinar el sitio, entonces el señor se alejó de mí indicándome la entrada. Entré y vi que había dos grandes sectores en el centro de entretenimiento, no sabía a cuál entrar primero.

Cuando me acerqué bien, vi que en la entrada del de la derecha decía: “los que se reproducen”, y entonces decidí entrar en ese. Quedé atónito con lo que vi, allí estaban haciendo una orgía, y reconocí claramente a los que se encontraban en ella, eran personas que yo conocía, un amigo filósofo, un científico, un médico, un psiquiatra, un político, un psicólogo, un ecologista, un revolucionario, un empresario, un religioso y un artista. Aquellos que yo creía que eran buenas personas, estaban revolcándose como los cerdos trayendo hijos a éste mundo, todos estaban como enloquecidos, fuera de control. De ese sector, nacieron todos los seres humanos, todos, los asesinos, los violadores, los terroristas etc. El filósofo se me acercó y me preguntó ¿Cuántos muertos quieres traer a éste mundo? Yo le respondí con seguridad – Ninguno -, entonces él me dijo – dirígete al sector de la izquierda, - le hice caso y me fui al otro lado, en la entrada decía: “los que no se reproducen”, allí también estaban haciendo una orgía, entré y me uní a la actividad sexual, compartí con hombres plenamente, y lo más importante, fue que no traje ningún muerto a la Tierra.