Adolescencia

Adolece el cuerpo del niño,
volviéndose ahora fuerte y supino.
En la carne encontrará una nueva pasión,
meditará distracciones de otro color.
Cae la inocencia en un abismo oscuro,
las emociones apresan cualquier nuevo augurio.

A su lado se planta la incertidumbre,
todo aquello que sus ojos descubren.
Se encarama entre las cumbres de fascinación y conocimiento,
rompiendo el oleaje de crisis y sentimientos.

¿Es acaso demencia todo aquello que experimenta?
¿O solo un camino que conduce a las estrellas?
Porque en la noche se bañará
y descubrirá el mañana, las lumbres apagará
y se llenará de esperanza.

Adolece la mente del niño,
se le nota inquieto y falto de juicio;
abandona su cándido resplandor
para seguir los pasos que el hombre dejó.
Avanza sobre él el mar de prejuicios
y sus únicos remos son sus principios.

¿Bailarán con él la dicha y la gloria?
¿O solo será que la agonía aflora?
Porque adolece el espíritu del niño,
y en su adolescencia cada instante es divino.
Busca en sí proezas de habilidad
que equiparen con sus ilusiones de identidad.

He aquí mi última petición,
que accedas profundo en tu corazón.
Y de conseguirlo, piensa en él y recuerda una cosa:
aquel viejo reflejo que en tu mirada asoma.