"Qué volviera a suceder no lo esperaba, que yo lo permitiera fue una sorpresa y que él se atreviera fue mágico".

Nos reunimos para tomar un poco de café. La brisa de la fuente del jardín golpeaba suavemente mi rostro y alborotaba mi cabello; él se encontraba a mi lado, me miró y con sus dedos acarició mi cabello y después mi rostro con la intención de limpiar las gotitas de agua. Comenzaba a atardecer, el frio golpeó mi pecho y enmarañó mis cabellos sobre mis ojos, el rió con un brillo diferente en sus ojos. La lluvia no se tardó en llegar y el resto de la tarde aún era largo, así que decidimos ir a casa para comer algo, pasta era lo que había en frigorífico; en realidad mi sazón no es el mejor del mundo, pero la pasta me queda realmente bien. Los minutos se volvieron horas, habíamos pasado de comer a ver una película en la habitación, recostados sobre la colcha color morado con líneas blancas. El rodeaba mi espalda con su brazo derecho y yo me recostaba cómodamente sobre su brazo mientras apoyaba mi rostro contra su pecho, oliendo con detenimiento su suave fragancia.

Mi mano derecha jugueteaba con la piel de su rostro y de sus manos, él me miraba alegremente mientras sonreía y verlo sonreír de esa manera tan tierna, cálida y cariñosa es poco común. Su mano se posó sobre mis mejillas, justo al instante me sonrojé y sonreí efusivamente tratando de disimularlo. Me miró fijamente, se acerco tanto a mí que pude sentir su respiración golpear contra mi rostro, por unos segundos nos mantuvimos cercanos hasta que la película que seguía reproduciendo en el DVD llamó nuestra atención.

Por unos minutos continuamos abrazados hasta que su mano comenzó a acariciar mi piel, mis mejillas sentían cosquillas y como un acto de defenderme comencé a hacerles cosquillas a él. En realidad yo sabía que él no soporta las cosquillas, pero por esa misma razón me gustaba hacerlo. -No lo hagas- refunfuñó él riendo desesperdamente, mientras giró su brazo de tal forma que me rodeó la cintura y me inmovilizó. Su mirada y la mía se encontraron y en un instante él se acercó y besó mis labios. Mis movimientos se paralizaron pero mi respiración se aceleró descontroladamente; aún así solo tardé unos segundos en responder el beso, un beso que ambos estábamos deseando que ocurriera. Nos dejamos llevar por la emoción y la alegría que eso nos provocaba. Mi corazón latía tan rápidamente que podía escucharlo como un zumbido, mi respiración era relajada pero destilaba felicidad, mis ojos miraban como me observaba, sus manos acariciaban mis labios y jugaban con mi cabello.

Finalmente nos fundimos en un abrazo fuerte, como queriendo aprehender su alma. La emoción de un beso es lo más grande que he vivido; “un mundo nace cuando dos se besan (Octavio Paz)” y mi mundo nació con ese besó, con sólo un beso.

Yo quería retenerlo y dormir abrazada a él esa noche, pero ambos sabíamos que no era la mejor decisión que pudiésemos tomar, antes de marcharse me acarició suavemente y con su mirada me susurró un “Te quiero, tanto o más de lo que tú me quieres a mí.”

Solo dos palabras se encuentran en mi presente: estoy enamorada.