«Hoy es el "Día del fantasma"»
Creí que pensaba esta frase silenciosamente, tratando de crear alguna historia acerca del tema pero para mi consternación el eco de mi mente me devolvió los sonidos.
–¿El fantasma de quién? –preguntó inmediatamente Elfo.
Gemí silenciosamente, ¡aquí íbamos otra vez!
–Eh... el fantasma de nadie y el de todos. –tenía que responderle algo.
–Cuando hablas del día de la Madre, agregué, -te refieres a ninguna y a todas. ¿esta claro?
–Pero entonces, –ahora que tenía un tópico, el pequeño tunante no iba a ser disuadido fácilmente de comentarlo, –pero entonces, ¿cómo es un fantasma?
–¡Un fantasma, es un fantasma y nada más que un fantasma! –le martillé, tratando de cerrar la discusión, pero, por supuesto, no logré mi cometido.
–¿Cómo te vuelves un fantasma? –preguntó impertérrito Elfo.
Yo sabía que él sabía, pero como siempre soy masilla de moldear mental en sus manos mentales.
–Yo no soy un fantasma, –le dije con firmeza, tratando de desviar su línea de pensamientos.
¡Quizá es más fácil parar la Luna en su viaje alrededor de la Tierra!
Dejó escapar una risita tonta, de colegial, a veces, creo que es menor de edad.
–No me refiero a ti, tonto, dijo regodeándose en el insulto, -sino a una persona en general.
–Bueno... primero, esa persona debe morir, –estaba pensando desesperadamente para encontrar una razón que me permitiera terminar la conversación pero no podía encontrar ninguna, –bueno... primero, esa persona debe morir y luego tiene que haber un error administrativo en el manejo de los expedientes en la otra vida; esa persona no puede ingresar al cielo y esa persona tampoco puede entrar al infierno... por lo tanto esa persona se convierte en un... Fantasma. ¡Ahí está! –exclamé pensando que había dado fin al tema. Como siempre estaba en un un error.
–¿La otra vida? ¡¿Qué quieres decir con la otra vida?! ¡Eso es ridículo! -Elfo no podía ocultar el sarcasmo en su voz.
–¿Por qué piensas que es ridículo? -intenté ignorar su desprecio y mi ira.
–¿Cuándo has estado en la otra vida? -Siguió presionando el insoportable duende.
–Nunca, –reconocí, –pero por otra parte, ¡no estoy muerto todavía!
–No hay otra vida, –dijo, –lo que ocurre es que cambias de carril.
–¿Carril?... ¿cambias de carril?, ¡¿qué quieres decir?! De nuevo inyectando ideas inadmisibles y tan campante.
–¿No lo ves? –continuó Elfo siguiendo una lógica difícil de interpretar, –una persona debe morir para convertirse en fantasma y por lo tanto debe ir a la otra muerte, no a la otra vida.
–Pero, –traté de mantenerme en contacto con la realidad. –¡¿Cómo puedes estar vivo en la otra muerte?!, quiero decir... ahhh... ¡¡¡¿otra muerte?!!!
Ya ves, nadie está vivo en la otra muerte. –Elfo sonaba triunfante.
–Pero, pero un fantasma... –me detuve al no saber cómo seguir.
–Un fantasma es una persona muerta, ¿no es así? -Parecía como si estuviera hablando con un niño de ocho años.
–Sí, una persona muerta –dije, dejando de lado todas esas historias de viejas acerca de cosas y animales fantasmas.
–¡Ahí lo tienes! –me espetó como si hubiera aclarado todo.
Me tragué un Valium y un Prozac, bebí un vaso de agua y me negué a seguir la conversación...
Justo antes de perderme en la densa bruma de la inconsciencia un antiguo pensamiento volvió a emerger de mi subconsciente: ¿no sería todo esto una enorme broma, una colosal chanza, fraguada por Elfo?
|