Sábado: suena mi celular, miro el reloj y contesto:"
Francisco: qué hacés despierto a las 9 de la madrugada?!
"
"
Dónde volamos hoy?
"
"
Vamos al cerro más alto de la cordillera de la costa
"
"
Qué, cómo, dónde queda?
"
Después te explico, pasame a buscar ahora
"
Cargo mi parapente en la 4x4 de Francisco y nos vamos.
En casa de Paula nos espera el Gato. Ninguno de nosotros conoce el lugar ni siquiera para saber como llegar.
En el cruce de la Norte-Sur con Til-Til nos esperan Guille y Nelson.
Pasamos por el puesto de carabineros para informar cuántos pilotos vamos a volar.
Miran nuestras licencias, toman nota y con una sonrisa como queriendo decir: "
están locos
"
dicen: "
el camino al Roble; se llega por ahí, suerte
"
Dejamos estacionados algunos vehículos en el puesto y todos nos subimos en la toyota de Francisco.
Llamo a Tony y le digo como llegar hasta el cerro. Él y Lorena vienen en camino 1 hora detrás nuestro.
Comenzamos el ascenso. En la radio suena una canción de La Renga, nuestro himno de vuelo:
"
Estaba el diablo mal parado en la esquina de mi barrio.
Ahí donde dobla el viento y se cruzan los atajos
"
Muy alto en la cumbre vemos una gran antena, nuestra meta.
A medida que subimos los 7 que somos esta vez no nos cansamos de mirar el increíble paisaje a nuestro alrededor.
Nos falta muy poco para llegar a la cumbre que cada vez vemos más cerca.
Las laderas cubiertas de robles se encuentran salpicadas por la última nevada de agosto. Es un cuadro que nadie pintó. Es demasiado bello. Es real. Está ahí. Y nosotros somos parte de él.
Delante nuestro un manto de nieve cubre parte del camino y un par de rocas nos detienen un momento. Todos bajan para apartarlas. Francisco me dice: "
mejor conduce tú ahora
"
La nieve endurecida cruje al ritmo de los neumáticos al pasar.
Con los cubos en lock coloco la tracción en low y acelero sólo lo suficiente para atravesar la nieve, la camioneta se corre suavemente desde atrás como danzando al compás de la música:
"
Al lado de él estaba la muerte con una botella en la mano.
Me miraban de reojo y se reían por lo bajo
"
Los 6 vuelven a subir para continuar. Los miro y me digo a mí mismo: "
claro, están locos como yo; pero no son tontos
"
Un primer obstáculo que no nos impide avanzar. Todos queremos llegar a la cumbre, todos queremos volar.
Estacionamos 50 metros antes de llegar a la cumbre debido a un gran tramo con nieve y hielo que nos dijo hasta aquí llegan muchachos
No importa, cargamos nuestras mochilas y caminamos los últimos metros que nos separan hasta la antena.
Nos sorprendemos al ver que además de la gran antena hay una construcción destinada a un observatorio y también un teleférico!
Estamos a 2.400 metros sobre el nivel del mar y a medida que giramos 360 grados vamos viendo el valle de Olmué, la cuesta La Dormida, la panamericana desde Santiago hasta La Calera, Batuco donde también volamos algunas veces, Colina, la Cordillera de Los Andes, el Aconcagua y el Oasis de La Campana.
Comienzo a mirar con ojo técnico para armar mi plan de vuelo.
El viento llega desde el norte en forma suave y muy poco arrachada debido a los desprendimientos de suaves corrientes ascendentes de origen térmico.
Un cóndor llega y nos sobrevuela por unos minutos.
¿Qué pensará de nosotros, impávidos visitadores de su cielo?
Nos dejarás compartir el aire contigo, majestuoso camarada?
Gira algunas vueltas sobre nosotros mostrándonos como aprovecha esa corriente ascendente y luego se nos pierde planeando sobre el valle lejano e inmóvil.
Bajo mi cabeza y continúo con mis planes para el vuelo. Camino todo el lugar buscando un sitio donde armar mi parapente. Es difícil, todo está lleno de grandes rocas y sin pendiente se hará muy complicado emprender el vuelo.
Una muralla de ellas sotaventa el despegue haciéndolo un poco más complicado.
Elijo lo que me parece mejor para armar mi parapente blanco con alas rojas y aviso que me voy a preparar para despegar. Ya no quiero dejar que pase más tiempo, las condiciones para el vuelo las noto buenas, calmas y seguras.
Francisco me sigue preparándose también él; Paula abre su parapente cerca de mí; Guillermo y Miguel - el Gato - dicen que esperarán un poco más; Nelson quien todavía está en su curso de iniciación no volará; sólo nos acompaña para incrementar su experiencia y colaborar en nuestro rescate una vez que estemos todos aterrizados.
Llegan Tony y Lorena con comida.
Debo elegir entre comer y después volar o volar y después comer
Elijo mi mejor opción: primero vuelo y después lo que sea.
Tomo las bandas A y comienzo a inflar lentamente mi ala de espaldas a la brisa que entra suave desde el noreste.
Mi parapente se enreda en los arbustos. Debo hacerlo lentamente si no quiero romper algún suspente en los filos de las rocas. Uno, dos, tres, inflados y toda mi ala enredada. Tengo que mantener la calma si quiero volar y no romper mi vela. Espero que aumente la brisa y pruebo una vez más. Nuevamente parece enredarse pero se destraba, la subo lentamente y al llegar sobre mi cabeza la controlo con un poco de freno. Estabilizada sobre mí, comienzo a avanzar buscando el despegue pero el terreno lo hace difícil. Con el ala sobre mí sustentando un poco es como que floto sobre las rocas. Me aproximo hacia el acantilado final, la brisa aumenta, siento la ascendente en mi cara, mi ala me avisa que está lista para despegar al transmitirme su presión interna a través del suspentaje, un último paso sobre una gran roca y ya estoy volando, subo muy suavemente en una corriente ascendente dinámica.
Giro 90 grados a mi izquierda detecto otra ascendente más pero esta vez es térmica y la giro con 360 a mi derecha para aprovecharla mejor recordando nuestra visita matinal.
Logro subir unos 30 metros por encima de la rampa que elegimos para despegar.
Todos me miran analizando que en un momento más serán ellos los que estén allí. Otra vez fui el primero en salir para testear el aire (no están locos después de todo, pienso).
Termina la ascendente y quedo volando en un flujo de aire descendente que me obliga a salir rápidamente buscando otro lugar donde poder subir.
No encuentro nada a mi paso en un largo planeo sobre las montañas que me separan del valle de Olmué.
Miro hacia abajo y no veo ningún lugar posible para el aterrizaje, entonces decido cambiar el rumbo 90 grados hacia mi derecha buscando el otro filo del Roble que se encuentra orientado hacia La Calera. Llego a él bastante bajo pero puedo cruzarlo y ver que al otro lado hay un valle, otra montaña más y luego el valle de Llay-Llay con la carretera panamericana atravesándola - maravillosa vista! -
Me acerco a la montaña buscando alguna ascendente, paso muy cerca, casi tocándola con mis pies pero no encuentro nada.
Mientras pienso que es bastante tarde y estoy en invierno para encontrar algo que me haga subir, imagino como serán los vuelos en primavera. Decido continuar planeando buscando el valle y algún aterrizaje seguro. Me preguntan por radio si estoy cerca del suelo, pero todavía estoy muy alto, calculo unos 600 metros.
Nadie ha despegado aún. Me dicen que soy un punto blanco casi perdido en el valle.
Diviso muy adelante en el valle, un gran campo verde para aterrizar y hacia allí me dirijo. De todas maneras busco otras alternativas por si no logro llegar. Veo algunas casas, dos caminos cableados con electricidad y rodeado de arbustos y árboles. Mucho riesgo para aterrizar. Transmito por mi handy todo lo que veo a mis compañeros de vuelo en la cumbre.
Mi planeo con respecto al horizonte me indica que llegaré al gran campo verde.
Vuelo mi parapente a máximo planeo y llego con unos 50 metros de altura al campo elegido. Realizo giros y contragiros para perder altura y posar suavemente en un campo de pastizales que alimentan a caballos.
Informo mi aterrizaje sin novedad y comento las perspectivas de cómo volar para que mis amigos lleguen con mejor altura al prado que yo.
Llega un hombre que me ha visto sobrevolar la propiedad. Dice que es privada, que no debería haber aterrizado dentro de ella.
Le saludo cordialmente y pidiéndole disculpas le digo que soy el primero de cinco más.
Por handy Nelson me avisa que han comenzado a despegar los otros pilotos.
Estoy tan lejos que no alcanzo a ver los parapentes volando cerca de la cumbre.
¿Dónde estoy? (pregunto).
En el Oasis de La Campana - el recién llegado contesta.
Pasan más de 30 minutos y llega Francisco estrenando su nuevo parapente amarillo, luego Tony haciendo acrobacia con el suyo que es blanco por arriba y negro por debajo.
Qué sensación tan grata!
Haberles enseñado a volar y ahora verlos solos, a mi lado, hechos ya pilotos.
Hoy compañeros de vuelo, antes alumnos.
Veo dos parapentes más acercándose. Son Paula con su Edel y Miguel en la Freex.
Todos aterrizados saboreamos este piano de media hora, 2.000 metros de desnivel y unos 12 Kms de planeo en este agosto invernal chileno.
Antes de retirarnos nos piden nuestros documentos para dejar asentado que fuimos los primeros visitantes llegados desde el cielo al Oasis.
Otra vez el empleado nos repite que no podemos volver a aterrizar aquí, que es una propiedad privada y bla, bla, bla. Nos dice que ya avisó al encargado del complejo para informar lo ocurrido.
Nos estamos por retirar y nos avisan de un llamado telefónico, quieren hablar con el (ir)responsable del grupo.
Hummmmm, le digo a Tony que conteste en mi lugar.
Cuando finaliza la comunicación, Tony nos mira y con una sonrisa en su cara dice: "
Era el gerente. Quiere que vengamos a volar todas las veces que lo deseemos y nos invita a almorzar y volar el próximo fin de semana. Siempre quiso ver volar parapentes sobre la reserva ecológica que administra
"
No lo podemos creer. En nuestros rostros se dibujan miradas cómplices
Por radio Nelson , Guillermo y Lorena nos avisan que han comenzado el descenso del Roble y vienen a nuestro rescate . Recorrerán 60 Kms. y 2 hs. para llegar a nosotros.
Mientras caminamos sonrientes con nuestros trapos guardados en sus mochilas, vamos pensando en la invitación realizada.
Volveremos!
Con la mirada perdida sigo cantando la canción de La Renga:
"
Yo me escondí tras la niebla y miré al infinito.
A ver si llegaba ese que nunca iba a venir
"
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