Ayer murió un hombre común, con un pensamiento común, y con una esperanza en el alma igual al de millones de personas como yo, como el vecino que vive frente a mi casa, o el del lado. Nelson Mandela sólo soñaba con la paz y fraternidad entre los seres humanos, entre su gente. “Era un hombre de paz”, simplemente eso. Pero, al parecer, esa insólita pretensión, para nuestro mundo, es un absurdo sin precedentes, una utopía digna de los grandes conquistadores. “Sabiduría” por lo que fue condenado a cadena perpetua, forzado a vivir en una miserable celda de dimensiones diminutas, donde apenas entraba luz, obligado a picar piedras durante veinticinco años de su vida. Por supuesto, acusado de traición. Ya no vale la pena recordar las normas de convivencia de la época en su Sudáfrica natal, ni quiénes fueron y porqué tuvo los enemigos que tuvo. Siempre existirán, manifiestos en todo el mundo.
Hoy más que nunca debemos glorificar su lucha.
El sentimiento de paz rompe cualquier cadena que intente quebrar su espíritu. El hombre de paz es libre como el aire es libre. No se lo puede atrapar. No se lo puede vencer. Jamás. No tiene rencor, no impone la violencia, no responde con venganza, no se lo corrompe, su ideal es inamovible, sus sueños inquebrantables. Su mirada es transparente, su sonrisa envidiable, su carisma contagia multitudes, “sus manos están limpias” al igual que su corazón. Demasiada amenaza. No pertenece a éste mundo. Lo sabían entonces. Lo saben ahora. Esa fue la verdadera razón para su encarcelamiento. No poseía una sola turbia intención, de los que al resto, nos sobra.
Seguramente, hoy es el día donde los grandes líderes del mundo entero (sus enemigos íntimos), saldrán a soltar sus discursos de pésame con su cara de velorio más creíble, diciendo que fue un hombre extraordinario, que su legado quedará por siempre y bla, bla, bla. Luego, desempolvando el portarretratos que tienen junto a Mandela, posarán otra vez descaradamente para la foto.
Mañana, guardarán nuevamente el portarretratos, y volverán a presionar el botón rojo.
Un hombre común murió ayer, con un sueño común, como el de Gandhi, como el de Martin Luther King y tantos otros hombres comunes que un sistema nocivo, nos hace ver como a historietas quiméricas.
Un hombre de paz no se puede vencer jamás, es libre como el aire es libre.
Madiba nuca morirá.
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