Naomi y Steve
El siguiente día, el miércoles, a las 8:30 AM, salimos
Anderson y yo a la estación de policía. Caroline y su esposo acompañaban a Mario al aeropuerto. Al llegar a la estación, hallamos a Fred sentado en una silla con las manos sobre la cabeza y chocando sus rodillas. Al vernos se levantó, nos saludó y nos hizo pasar a su oficina.
-Cuando volví –nos dijo mientras sacaba un libro del escritorio-, revisé este libro, véalo. El libro decía: “Historial de crímenes”.
-Leyendo esto –prosiguió Fred-, descubrí que no es el primer crimen de este tipo que ocurre aquí.
-¿Y cuando ocurrió el primero? –preguntó Anderson.
-Hace… ¡25 años!
-¿Y el segundo?
-Hace… ¡Cuatro días!
-¿Se refiere a que nuestro caso es el segundo?
-Así es. No cambia casi nada. Lo único que cambia son los adolescentes y el de la victima. La victima se llamaba Naomi; los adolescentes se llamaban: Martín, Alex t Steve.
-¿No le parece curioso?
-Si. Me sorprende saber que ocurrieran las mismas cosas.
-No hablo de eso Fred, ¡los nombres!
-¿Qué pasa con ellos?
-¿Qué que pasa? Vea las iniciales. Esos nombres comienzan con la misma letra que los nombres de
nuestro caso.
-¿Y eso qué? Puede ser solo una coincidencia.
-Para un hombre cualquiera si; para un policía como nosotros no. En este tipo de casos (así de difíciles) las pistas pueden aparecer de detalles menores como ese.
-Podría ser, pero recuerde que ya tenemos una misión para este día.
-Es cierto. Primero vamos donde Matt, ¿Sabe donde vive?
-Espere –dijo Fred sacando su celular y marcando un número-… ¿casa de Matt?... ¿con quién tengo el gusto?... ¿me podría dar la dirección de su casa?, soy policía… gracias. Fred colgó.
-¿Y bien? –preguntó Anderson un poco desesperado.
-Calle Driver, frente a una carnicería.
-En marcha, no perdamos tiempo.
Condujimos a la dirección que le dieron a Fred. Tocamos la puerta. Nos abrió una mujer alta, morena, ojos negros y pelo rubio. Anderson le preguntó por Matt, pero la mujer le dijo que no se encontraba.
-¿Usted es su madre?
-Si.
-¿Fue su hijo a pasear con unos amigos la noche del sábado?
-Si.
-¿A qué hora volvió?
-No lo recuerdo.
-¿Me podría dejar revisar la computadora de su hijo? El está involucrado en algo y creo que esa es la única
forma que tenemos para salvarlo.
-Entonces vaya, revise… ¿encontró algo?
-Si. Su hijo estuvo en Facebook de 9:30 PM a 10:30 PM. No se preocupe de nada, su hijo es inocente.
La madre suspiró aliviada. Le dimos las gracias por su tiempo y salimos (no sin antes preguntar por la dirección de Scott). Cuando llegamos a la casa de Scott (que está a 20 calles de la de Matt) nos abrió un hombre de estatura promedio, pelo negro, ojos verdes y piel blanca. Se presentó como el padre de Scott.
-¿Cuál es su nombre? –preguntó Fred.
-Steve. Anderson y Fred se miraron mutuamente.
-¿Steve qué?- preguntó Anderson.
-Steve Campbell.
-¿Hace cuanto tiempo lleva viviendo aquí?
-Desde que nací.
-¿Su edad?
-Cuarenta y cuatro años.
-¿Oyó hablar del caso “Naomi”?
-No –titubeó Fred.
-Que raro. Ese caso ocurrió hace 25 años y es muy similar a este… ¡Y lo curioso es que un sospechoso se llama Steve! ¿No le parece increíble?
-¿Cree que yo maté a Naomi? –Dijo Steve un poco nervioso-, ¿Piensa que yo soy es Steve?
-No, para nada, solo decía. Bien, gracias por su tiempo
-¿Para qué quería a mi hijo?
-Para decirle que Matt es inocente. Dicho esto nos retiramos del lugar. Era cerca del mediodía. Anderson le pidió a Fred que fuera a la agencia telefónica.
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