Tu y yo solíamos ser completos desconocidos, un par de personas como todos los demás; sin embargo nuestro destino se cruzo en una tarde de frío viento y claros colores, una tarde en la que descubrí lo bien que se siente estar viva. Nuestro encuentro fue casual y repentino, tu salías de tu trabajo, ese que tanto amas y al que tanto tiempo le dedicas; para ti ser maestro es hermoso y quizás una de las cosas más importantes en tu vida. Yo salía de mi clase de baile en una Academia cercana a la Universidad en la que trabajabas; a lo lejos te vi caminando y me pareciste un tipo normal como cualquier otro, sin embargo mi pensamiento cambio en cuanto me sonreíste con dulzura y me saludaste de manera educada; en aquel momento mi cuerpo se paralizo y detuve el paso, mi mente se puso en blanco y sentí como mi corazón palpito de manera violenta. Tu continuaste tu camino sin detenerte a mirar lo patética que me veía parada bajo el frondoso árbol que me daba sombra, creo que si me hubieses visto en aquel momento te habrías burlado de mi; me veía tan torpe, con mi mirada perdida en cada paso que tu dabas, pero no era algo intencional, simplemente había caído rendida ante ese desconocido de sonrisa hermosa, al que quizás jamás conocería.
Cayendo en cuenta de lo ridícula que lucía soñando despierta, me torne hacia mi camino nuevamente y continúe a paso lento; no dejaba de pensar en ti, me habías impactado, no lo entendía pero con tu sola sonrisa me habías hecho desear conocerte, era la primera vez que me sucedía y me encantaba el sentimiento. Llegue a mi departamento y le di un pequeño vistazo; estaba tan solo como siempre, desde hacía dos años que lo tenía, ya que al entrar a la Universidad me independice de mis padres. Mi familia era adinerada y quisieron ayudarme con los gastos, pero en mi trabajo como instructora de baile ganaba lo suficiente para vivir de manera cómoda; olvidándome de todo lo demás me acosté sobre el sofá de la sala y te recordé nuevamente. Recordé tu sonrisa brillante y amplia, tus ojos oscuros, tu mirada amable, tu estilizada figura y tu elegante manera de caminar; no solo me habías encantado por tu sonrisa, de hecho todo tú eras un hombre hermoso, eras llamativo de una sutil manera, quizás sería tu manera de caminar, con tanto porte y elegancia, justo como un felino de fina raza o quizás sería esa sonrisa tan dulce y amable, no lo sé pero algo en ti era encantador, no solo tu físico.
Entrando en razón nuevamente, me recordé que no te conocía, que era la primera vez que te veía y que nuestro encuentro había sido corto y repentino, tú quizás ni recordarías mi rostro. Los días continuaban su curso, asistía a clases en la Universidad, iba a dar mis clases en la Academia de Baile y te veía salir de tu trabajo siempre a las seis en punto de la tarde, esa era mi hora favorita del día; siempre que pasabas junto a mi me sonreías de la misma dulce manera que lo habías hecho la primera vez. Eras quizás la primera persona que me interesaba tanto, pero no te conocía y eso me lastimaba, no era lo suficientemente valiente como para acercarme a ti y hablarte, además temía que fueras un hombre comprometido y me tomaras por atrevida al hablarte repentinamente; hasta que un día al entrar a mi clase de literatura note que el maestro no era el mismo, fue entonces que al observarlo de cerca vi que eras tú… no puedo describir lo que sentí en aquel momento, fue algo tan fuerte que no sé cómo ponerlo en palabras. Estabas ahí, tan cerca de mí, definitivamente nuestro destino estaba conectado; toda la clase me la pase mirándote sin que lo notaras, hasta que nuestras miradas coincidieron y me sonreíste, en ese instante sentí como que el corazón quería salirse de mi pecho, por impulso baje mi mirada hacia el escritorio y me mantuve de ese modo hasta que la clase termino. Todos los alumnos salieron, en el salón solo quedábamos tu y yo; de manera rápida tome mis cosas y las empaque descuidadamente en mi maleta, lo único que quería era salir rápido de ese lugar; sin embargo cuando me apresure hacia la puerta tu me detuviste y me preguntaste por mi reacción de antes. Qué vergüenza sentí en ese momento, habías notado mi mirada durante toda la clase, fue eso lo que me dijiste, sentí como mi rostro enrojecía y quise hacerme invisible para que no me vieras de esa manera, entonces reíste y me acariciaste el cabello, me dijiste que lamentabas haberme intimidado antes y me invitaste a tomar un helado. No me lo podía creer, la persona a quien había estado mirando de lejos desde hacía un par de meses ahora me invitaba a salir; acepte sin pensarlo dos veces y quedamos de vernos después de mis clases de baile en la heladería junto a la Academia. Así fue como nos empezamos a conocer; eras un hombre muy interesante, te gustaba leer, escribir, comer helado y salir a bailar de vez en cuando; con el paso de los días me encantabas mas y mas, no podía evitar sentirme atraída por ti, por tu manera de ser y por esa sonrisa, esa dulce y hermosa sonrisa.
Una noche de luna llena, cuando me llevabas en tu auto hasta mi casa después de que habíamos estado en el cine, no me contuve más y te dije que estaba enamorada de ti; aun recuerdo tu rostro en aquel momento, te pusiste tan rojo como un tomate maduro, bajaste tu mirada y sonreíste de manera tímida. ¿Cómo era posible que pudieras hacer ese tipo de expresiones?, definitivamente eras diferente de los demás, sin embargo tu expresión cambio, me miraste de manera dulce y te acercaste a mi; fue corto aquel momento, pero para mí fue toda una eternidad, me besaste de una manera tan delicada que casi se sentía como el roce de una pluma; en ese instante comprendí que sentías lo mismo por mí, luego de besarnos me limite a mirarte y encontré en tus ojos ese brillo que me decía, “yo siento lo mismo por ti”. No dijimos ni una sola palabra, dejamos que hablaran los besos y las caricias, queríamos todo el uno del otro y nos lo demostramos en ese momento; tal vez fue muy apresurado lo que paso aquella noche dentro de tu auto, pero lo deseábamos y no nos detuvimos ante aquella oportunidad.
Conforme pasaban los días tú y yo nos hacíamos más unidos, nos comunicábamos por medio de nuestras miradas y cuando estábamos juntos nos amábamos con pasión y locura; tú y yo éramos como fuego y gasolina, no podíamos evitarlo, ahora que estábamos juntos disfrutábamos de cada mínimo instante de compañía mutua. Pasaron cinco años, me gradué de la Universidad y me convertí en una maestra certificada de danza; tu continuas dando clases, pues es tu pasión.
No importa el tiempo que pase entre ambos, desde aquella primera vez que nos vimos ambos supimos que habíamos sido hechos el uno para el otro. Desde aquella tarde en que te vi por primera vez desee que nuestro futuro fuera juntos, aunque me sentí insegura porque no te conocía, el tiempo jugo a mi favor y pude cumplir mi deseo; todos los días me levanto y le doy gracias al cielo porque te encontré, porque de entre tantas personas que hay en el mundo tu me escogiste a mí y me amas; reconozco que algún día lo nuestro puede terminar, pero mientras estemos unidos haré que dure y que todos los días sean mejores, te amo.
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