Desde niño siempre quise involucrarme en todas las agrupaciones sociales que había. Por eso, cuando me cambiaron de colegio, cuando pasé a transición, uno de los líderes de la red de exploradores de mi zona, fue a mi curso, y nos invitó a mí y a todos mis compañeros a que nos uniéramos a su grupo, nos explicó que las actividades que ellos hacían consistían en reunirse los sábados para asistir a conferencias sobre el medio ambiente; el enfoque de la asociación siempre ha sido el cuidado y la preservación de la biodiversidad. Además de las reuniones semanales, cada mes se hacen salidas ecológicas en las que se camina por varias horas a lo largo de caminos entre las montañas, para que nos conectemos con la naturaleza.
Desde el día que me dieron esa información, me sentí interesado en pertenecer a ese conjunto de personas; por eso cuando regresé a mi casa, no pensé en otra cosa que en contarles a mis padres la invitación que nos habían hecho. Tuve que esperar aproximadamente tres horas para que llegara uno de los dos, primero llegó mi mamá; apenas entró le comenté lo sucedido, y me dijo que le daba miedo, porque era muy peligroso que yo fuera a las excursiones, sin embargo, añadió que debía esperar qué decía mi padre. Una hora después, mi progenitor regresó al hogar, le expliqué lo que pasaba, y no quiso decirme si me daba permiso, me remitió de nuevo a donde mi mamá, ya me estaba dando rabia, no obstante, volví a donde ella, pero esta vez los reuní a ambos en su habitación y les pedí que me dijeran si me permitían hacerme miembro de la red de exploradores de mi sector. Lo pensaron por un momento, y finalmente me dijeron que sí.
Una semana después, yo les estaba entregando los papeles en los que ellos me autorizaban para asistir a las conferencias y a las salidas ecológicas. Desde ese entonces, que tenía cinco años, no he dejado de reunirme con mis amigos excursionista. Hasta hoy, ya estoy en el último grado para obtener mi título de bachiller académico, me encuentro finalizando el primer semestre del año, hemos salido con varios compañeros a una excursión, y mientras estábamos almorzando, fuimos sorprendidos por unos indígenas que intentaron matarnos, yo huí junto a un amigo guía; él me dijo que debíamos buscar un mapa que se encontraba cerca de la zona, pues si no lo hallábamos el bosque nos confundiría y no podríamos salir.
Habíamos llegado allí en bus, y el vehículo se había ido para volver en seis horas; no podíamos quedarnos esperando, así que nos fuimos a buscar el supuesto mapa; él no sabía muy bien donde se encontraba, sólo sabía que otros guías lo habían hecho por si llegaba a pasar algo como lo que pasó ese día. Nos inmiscuimos entre los árboles, y después de correr por unos minutos, él creyó haber encontrado el lugar, tenía una idea vaga del lugar en el que se encontraba el plano, le habían dicho que estaba en el área de lago, nos aproximamos a ese sitio, miró hacia todos los lados y me dijo con inseguridad – creo que éste es el sitio -. No sabíamos si el mapa estaba adentro del lago o en sus alrededores.
Empezamos a cavar cerca del estanque, con las manos con mucho afán, cavamos y cavamos y no encontramos nada, él espetó – Tiene que estar por aquí -, entonces, yo le dije que de pronto estaba en el fondo del agua; ambos nos metimos y nadamos en dirección al fondo del estanque, cuando llegamos al fondo, vimos una manija grande, nos alegramos, los dos la cogimos y la jalamos con fuerza, sorprendentemente se abrió, ya me estaba empezando a faltar el aire, adentro había una caja, él la sacó, nos devolvimos, nos sacudimos el exceso de agua, intentamos secarnos las manos frotándolas entre sí cada uno, para no manchar el mapa; luego abrimos la caja, que tenía otra manija, sacamos el mapa, lo abrimos, y nos quedamos espantados al ver la imagen que había en él, estábamos mi amigo guía y yo en una hoguera siendo quemados por los indígenas; en ese momento, los aborígenes nos hallaron, nos llevaron a la hoguera y nos quemaron vivos.
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