Los buenos van al cielo

Lo imagino maldiciendo el día que la conoció. Estoy segura de que se arrepiente de esa BODA, llevada a cabo solo por el afán de escapar de la soledad. Esto le pasó por pretender subirse al OSADO tren que prometía llevarlo a un lugar hipotéticamente feliz. Una felicidad chiquita, sin altibajos. Un motivo para sentirse vivo, y dejar de vivir DOPADO por la monotonía.
Ahora se pregunta qué habrá hecho para merecer este castigo. Al principio todo iba bien; luego comenzaron los conflictos y las mutuas agresiones.
Comprende que en este sitio DESPOBLADO que eligieron para vivir son solo dos extraños que hacen de su existencia en común, una ODA a la desesperación.
No sabe cómo volver a aquella antigua normalidad, a su vida tranquila y solitaria.
Últimamente se siente aterrado por lo que dirán sus allegados y familiares en el supuesto caso de que se enteren de lo que le ocurre al virtuoso de la familia.

Ella está completamente desconcertada. Siempre supo que no significaba nada para él, pero con el transcurrir de los meses, empezó a ilusionarse.
Los dos están tristes; no se atreven a dar el paso necesario para terminar la relación. Seguirán sufriendo, es más cómodo. Sufrir acalla la conciencia. Los que sufren son más buenos.
Y todo el mundo sabe que los buenos van al cielo.