Yo me encontraba muy atento observando la majestuosa ofrenda que año con año mis abuelos ponían con tanto empeño a nuestros familiares fallecidos. Se podía observar en la larga mesa muchas velas que según mi abuelo servían como lámparas para los muertitos que nos acompañaban. Había mucha variedad de platillos, dulces, fruta, las tradicionales calaveritas de chocolate, el somerio con el copal quemándose dentro de este, que despedía un olor muy característico y tradicional de estas épocas. Dentro de los platillos se encontraba el dulce de calabaza con camote blanco y morado. Debajo de la mesa comienza un caminito de pétalos de flor de cempaxúchitl que llega hasta la entrada de la casa que sirve para que nuestros muertitos puedan encontrar el banquete que les espera.
Mi abuelo me hablaba de lo importante que era que te enterraran con un perro ya que te ayudaría a cruzar un supuesto rio para poder llegar a Mictlán y presentarse ante Mictlantecuhtli ya que este es el señor de la tierra de los muertos y ofrecerle una ofrenda para poder entrar a sus tierras y pasar el resto de la eternidad en ellas. Yo siempre pensé que todas estas tradiciones nuestras eran muy bellas e inigualables, sin en cambio como dicen “Hasta no ver no creer”.
El día 2 de noviembre, día que esperamos a los nuestros, yo me sentía muy cansado y sin ganas de estar en aquella reunión familiar de todos los años, así que me retire a mi habitación, ya en ella me comenzó a dar sueño, un sueño bastante pesado, un cansancio que nunca había sentido, pero al ver que alguien entraba a mi habitación hizo que despertara. Comencé a sentir un hormigueo en mis piernas que comenzaba a subir hasta mi pecho y los brazos, mientras sentía todo esto, vi un hombre muy alto al pie de mi cama que me observaba fijamente a los ojos. Experimente lo que común mente se dice se me subió el muerto, nunca en mi vida había experimentado una sensación como la que viví aquel día. Mientras me observaba escuchaba voces en mi mente, voces que me decían “incrédulo, incrédulo, incrédulo” no entendía lo que aquella criatura quería decirme, sin más que hacer me deje llevar y me quede completamente dormido.
Al despertar, me percate de que no estaba en mi cama, estaba en un lugar muy extraño, hacia mucho frio. A lo lejos se podía observar una puerta muy grande, que era lo único que estaba a mí alrededor. Al irme acercando a la inmensa puerta, la luz que provenía de esta me cegaba cada vez más, y olía a comida recién preparada, como a mole. Al cruzar la puerta me encontré con la sorpresa de que ahí se encontraba la criatura que me llevo a ese lugar tan extraño.
Al verlo me di cuenta que era un esqueleto con traje, un completo esqueleto, muy blanco y muy brillante, muy alto y por lo mismo muy flaco. Vestía un traje de color negro, muy elegante, una camisa blanca y un moño rojo brillante. Traía consigo un sombrero de copa, extrañamente con una rosa roja. Caminaba muy alegremente parecía como si bailara. Este esqueleto tenía mucho estilo, no transmitía ningún tipo de miedo, era muy simpático. Esta criatura se presento conmigo y se llamaba Sceletum, era muy imponente y tenía un aliento muy malo, casi como si estuviera oliendo una coladera. Le pregunte donde me encontraba, me comentó que me encontraba en la entrada del inframundo que ya había sido el momento de dejar la tierra de los mortales. Yo lo comprendí, no me sentía muy cómodo entre aquellos los que ahora consideraba mortales, me sentía emocionado, quería entrar a la tan famosa ciudad de los muertos. Ahora ya creía todo lo que mi abuelo decía, quien diría que yo me iría primero que mi abuelo.
Sceletum me comento que antes de poder entrar a Mictlan, tenía que pasar por dos pruebas, esto para saber en dónde viviría por el resto de días. Me dijo que no podía decirme nada acerca de estas pruebas, que yo tenía que superarlas si es que quería quedarme ahí, si no trabajaría cierto tiempo para el dios de estas tierras. Me tomo de la mano y me llevo a un pasaje muy pequeño donde soplaba un viento muy frio, me deseo mucha suerte y se esfumo.
Al pasar a la siguiente habitación sentí más frio, el viento soplaba muy fuerte y sentía un ardor impresionante en todo mi cuerpo. Al ver mis manos y mis piernas vi que tenían cortes muy profundos y sangraba demasiado, yo quería regresar, no podía con tanto ardor, al voltear vi la luz de la habitación anterior, sin embargo algo dentro de mi decía “continua, continua….” Escuche a mi voz interior y continúe haciendo caso omiso al ardor y al creciente miedo que tenia. Al llegar a la siguiente habitación, el dolo ceso, pero al ver mis pies que no tenían ni piel ni musculo ni nada...solo podía ver el hueso, vi mis manos y eran simples huesos. Mi cara no tenía nariz ni orejas, era una simple calavera con vida. Me impresione tanto que perdí el conocimiento, al despertar, seguía impresionado por lo que ese viento tan extraño había hecho conmigo. Sin demorarme más continúe a la siguiente prueba.
Me encontraba ante un rio de color verde, muy caudaloso y muy profundo, no había otra forma de continuar más que cruzarlo. Al otro lado se podía ver mi destino, una ciudad muy bella, me llegaba el olor de unos tamales recién hechos junto con un atole de maíz. Se me hacia agua la boca hacia muchas horas que no probaba algún tipo de alimento. Se podía ver a lo lejos mas esqueletos, disfrutando de la ciudad mágica, bailando, bebiendo pulque, los niños jugando con unos trompos de madera. Un poco más cerca se veía una jauría de perros, específicamente de Xoloitzcuintles, quienes eran los que ayudaban a los muertitos a cruzar el rio, pero yo no llevaba un perro y mucho menos sabía nadar.
Yo quería llegar al otro lado, así que me metí al rio y comencé a nadar, este estaba muy frio y llevaba mucha corriente. En mis pies podía sentir algo que se deslizaba, al meter la cabeza al rio pude observar un sinfín de cuerpos que pasaban de un lado al otro, estos cuerpos ya no poseían vida.
Parecía como si no hubiera avanzado nada, el cansancio era demasiado y no tuve otra opción más que dejarme ir…..Estaba en una habitación obscura Sceletum se apareció al lado mío y me tomo de la mano, se apareció una calavera gigante, me volteo a ver y me tomo con sus huesudas manos de igual manera levanto a Sceletum, la calavera gigante soplo con un aliento que olía a miel. Sceletum desapareció y la calavera gigante comenzó a hablar.
“Yo soy el dios de la tierra de los muertos, tú no has podido pasar el rio de las almas perdidas así no puedo dejar que entres a mi reino, te tengo dos opciones: regresar al mundo de los mortales o trabajar para mí para ganarte un lugar en la tierra de los muertos”.
Yo no quería regresar a esa tierra donde a nadie le importaba y nadie me pelaba, así que tome el trabajo que me ofrecía el dios de la tierra prometida. Le dije que si a mi futuro jefe y me transporto a mi antigua casa. Yo no compendia nada, tenía una vestimenta como Sceletum y estaba al pie de la cama de mi abuelo. Mi instinto me decía que tenía que hacer algo con el pero no sabía precisamente cual era mi trabajo y mucho menos que es lo que hacía ahí.
Después de un tiempo lo comprendí todo, estaba ocupando el lugar de Sceletum, mi trabajo era llevarme a las personas para que puedan entrar a la famosa tierra de los muertos. Yo no podía hacerlo era mi abuelo y lo apreciaba mucho, más sin embargo era mi trabajo. Mi abuelo me miro y al parecer me reconoció y me dijo unas palabras que nunca olvidare “Adelante hijo, llévame, es mi hora”, sin poder decirle nada, tuve que llevármelo junto con su perro negro que siempre lo acompañaba, e irme preguntando ¿Cuánto tiempo trabajare llevándome a gente al inframundo?
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