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< Cuando me muera y me tengan que enterrar quiero que sea con dulces y no con piedras,
por si alguna vez me buscas estaré eternamente lejos como para darte solo flores,
te guardare mil estrellas.../i> Caifanes, Mátenme porque me muero

El cansancio se apoderaba más de él, cada día que pasaba deseaba dormir profundamente y descansar toda una eternidad. El desvelo diario era ya más que una costumbre, se había convertido en un hábito que la escuela le demandaba. Todos los días era la misma rutina. Dormitar en el metro de regreso a casa. Al llegar al barrio, saludaba a los cuates que están reunidos en la esquina tomándose una caguama, que de vez en cuando le invitaban pero el rechazaba ya que tenía bastantes cosas que hacer al llegar a casa. Al entrar a su casa saludaba a sus padres que muy rara vez le preguntaban acerca de las actividades realizadas en el día, cosa que el ya estaba más que acostumbrado, pareciese como si él fuera un fantasma en la casa.
Descansaba unos minutos y se disponía a cenar, siempre pollo. Ya conocía y había probado todos los guisos existentes e inventados por su mama con pollo. De vez en cuando dormía una pequeña siesta de diez o quince minutos, que le servían para aguantar el trabajo de toda la noche.
Ya sentado en su escritorio comenzaba a hacer el sin fin de tarea que a diario le dejaban, “La tarea nunca se acaba mama”, es lo que siempre le comentaba cuando ella decía “Ya ve a descansar, mira como te ves”.
Algunas veces, ya muy entrada la noche, el se recostaba en un sillón para descansar un poco y recordar todo lo que le había pasado en la escuela. Ya estaba harto de toda la situación a su alrededor. Problemas con sus amigos, malentendidos con personas, el final de su relación con su novia, malas calificaciones, los constantes gritos de sus padres al discutir, la comida……”Vale madres…..” Decía, cada vez que recordaba todos esos sucesos.
Se tapo hasta el cuello, como siempre solía hacer con una cobija muy maltratada de color verde obscuro, y se dispuso a tomar una pequeña siesta.
Durante la siesta, tenía la sensación de que alguien lo miraba pero hizo caso omiso y se dio la vuelta. Ya muy entrada en la siesta, se percato de un olor muy conocido, el olor de los tamales de su abuela que tanto le gustaban.
Cuando de repente alguien con un aliento dulce le dice al oído - Vámonos a descansar – El simplemente asiente con la cabeza, pero sigue inmóvil como una piedra, descansando en el sillón. Aquella mujer con el aliento dulce le vuelve a decir – Vámonos de aquí, si me acompañas descansaras todo lo que quieras –
Aquel estudiante extremadamente cansado y harto de su vida, no lo pensó dos veces y dijo “Si llévame, quiero descansar, olvidarme de todo, quiero ser feliz”. Sintió unos brazos fríos y fuertes que lo tomaban por la espalda y por las piernas, el sin abrir los ojos, sintió como si flotara, como si no hubiera ya nada debajo de sus pies.
A cada paso de esa mujer desconocida, el sentía una paz interior inigualable, quería seguir así el resto de sus días, despreocupado, descansado, pero más que nada quería ser feliz….
Aquel joven estudiante, nunca volvió a despertar en este mundo lleno de preocupaciones, cansancio, tareas, enemistades, problemas pero sobre todo infelicidad…..

Texto agregado el 03-12-2013, y leído por 64 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
04-12-2013 Entiendo que el personaje no pudo con su vida y permitió que el fantasma de su abuela se lo llevara. El problema sería entonces que de nuevo lo regresen a enfrentar la misma prueba y si se vuelve a quebrar pues no va a salir de ahí. Gatocteles
03-12-2013 Nadie vuelve, como dijo mi hermano, allá está el paraíso, nadie vuelve. siemprearena
 
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