La carta
Mañana agitada, sol entrando a raudales. El jefe por llegar. Las tres secretarias se afanan para tener todo listo antes que entre él. Saben que quiere tener el informe sobre el escritorio en cuanto entre. Es mejor dejarlo de una vez allí, antes, para que no tenga ni siquiera que pedirlo.
Hay mucho para archivar, cartas que ya fueron vistas por los jefes de sector, cartas confidenciales que deben desaparecer del alcance de la vista lo más rápido posible.
Este nuevo sistema de archivo está complicado, una carta puede pertenecer a tres reparticiones, además hay que llevar el índice temático para que no se pierda en la jungla de papeles y carpetas colgantes.
Rápido, está entrando, deben llevarle su té de hierbas para que vea que están atentas. El Director de Obra pasa tamborileando los dedos en la ventanilla, está de buen humor.
El té de hierbas humeante sobre el escritorio despide aromas a menta, camomila y anís. Por el amplio ventanal se pueden ver las montañas de tierra removida. Las grandes palas excavadoras. La planta hormigonera con sus cintas transportadoras. Los diminutos seres humanos, hormiguitas trabajadoras, a lo lejos se afanan en sus labores. Los gigantescos camiones amarillos cargando más de 60 toneladas de material se encargan de modificar el paisaje.
Ese tramo del río pronto se convertirá en un lago. La gente tendrá un lugar para pescar, la electricidad brotará de las turbinas. El progreso avasallando a la naturaleza. Desde esa oficina, él puede ver el avance del proyecto.
En su escritorio en la oficina contigua, Liliana se devana los sesos pensando dónde archivará esa carta. No encuentra respuesta, está muy complicada. Tal vez si le preguntara al Ing. Rosales…la ha orientado antes.
Les comenta a sus compañeras las dudas que tiene y que sería mejor consultar al Ing., antes de tomar una decisión equivocada. No vaya a pensar el jefe que no puede con sus tareas.
En ese momento por el intercomunicador la voz alta y clara del Ing. Rosales las interrumpe, está en su oficina, en el ala opuesta a la de ellas.
-¿Liliana, me llamaste?- dice- ¿Qué pasó?
Sin sacarlo de su error, Liliana contesta que sí y le pide la información que necesitaba.
Mientras tanto, las otras dos secretarias boquiabiertas observan cómo Liliana guarda la carta en una carpeta colgante.
- Increíble –comenta moviendo la cabeza de un lado a otro – y no es la primera vez que pasa….
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