Te dejé partir sin darte las gracias.
Orgullosa cerraba mis labios,
me tendí entre sábanas y recuerdos.
Retumbó en mí el sonido de cierre de la puerta...
retumbó...
retumbaba...
Pasaron los días y tu partida retumbaba...
Simplemente callé...
podría haberte pedido que no te fueras,
pero no lo hice..,
no, cerré mis labios,
cerré mis labios de orgullo.
En mi corazón y habitación construí mi celda.
Un día, desnuda, miré al espejo de reojo y te ví...
Al fijar la vista,
me dí cuenta que era sólo mi reflejo,
el reflejo de mi interior,
expresión de mi deseo.
Entonces hablé,
te dije lo que callaba,
quédate,
quédate,
por que la eternidad se diluye en tu ausencia,
quédate,
por que en mi abrazo serás fuerte,
por que estos días sin tí se suceden en blanco y negro,
quédate por lo que fuimos
o quédate por lo más trivial, (por la vista al mar o por el buen café que preparo)
Quédate,
para no tachar tu nombre en mi alma.
El cuerpo trastocado por el vacío,
la mirada fija...
por un deseo desgarrador y confuso.
Ahora lo veía...
y el sonido de tu salida retumbaba en mí...
Recorto de esa noche esa imagen de la puerta cerrandose.
Hago un mural en mi mente con tu rostro,
la puerta y ese sonido que retumba...
retumba por el silencio en que te fuiste...
retumba por el silencio en que te dejé ir...
Nunca me atreví a llamar a tu familia para averiguar de tí, cómo estabas...
tenía miedo de encontrarte
y hallar en tu voz ese sonido,
el de tu partida...
Quisiera dormir eternamente...
no soporto este sonido,
hoy lo veo,
aún te veo partir,
me remuerde...
Si tan sólo hubiese dicho algo,
pero ya no,
ha pasado mucho tiempo.
Tal vez hasta me olvidaste. |