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Compraventa

Cambio oro por baratijas indicaba un fastuoso cartel de neón en el centro comercial. Un refinado comercio atestado de trastos rotos, espejitos de colores, muñecas, botellas vacías, anillos y pulseras de fantasía e infinidad de utensillos impropios para lucir en sus escaparates. Detrás del mostrador, se erguía la figura esbelta de su dueño, con impecable traje negro, camisa blanca y moño rojo.
Ingresó al local un niño con una pelota de trapo en busca de un reconocimiento pecuniario por su trueque.
-¿Vengo a cambiar mi pelota? -Arrancó diciendo el púber.
-Buenas tardes, jovencito- respondió solicito su interlocutor
-Buenas tardes, rectificó el niño.- al tiempo que mostraba insistentemente su mercancía.
-Tengo buenas noticias para vos, hace tiempo que ando necesitando una pelota de trapo y me daría mucho gusto poder comprártela.
Seguidamente y sin que el párvulo pueda emitir palabras se perdió tras las estanterías del negocio regresando al tiempo con un lingote de oro de un kilogramo.
El niño tomó con ambas manos el áureo tesoro y salió apresurado a la calle donde lo esperaba su padre.
No pasaron ni treinta segundos cuando aparece el padre furioso en el comercio acusando al comerciante de aprovecharse de la inocencia del chico que había recibido por la pelota un valor muy inferior al real, en la sospecha de que en esa deshilachada pelota de trapo se escondía un valor incalculable que desconocía.
-Creo que fue un buen trato.- Respondió
-Nosotros sabemos que no es así - Contestó irreverente
-¿Y cual cree que debiera ser su valor?
Desconcertado ante la pregunta obvia, y casi sin pensarlo contestó
-No menos de tres kilos de oro
-Si esta condición lo satisface plenamente es norma de esta casa que el cliente siempre tiene la razón, le pido disculpas por este contratiempo. Aguarde un momento que le alcanzo el resto del oro.
Cumplida la promesa se fueron padre e hijo portando sus metales mientras el señor de traje acomodaba la pelota de trapo en la vidriera, con un cartel que decía:
Pelota de trapo que hizo feliz a un niño a cambio de sembrar de codicia a su vendedor.
Henchido de placer su propietario de nombre Mammon, recorrió unos pasos y se ocultó tras el mostrador.

OTREBLA

Texto agregado el 02-12-2013, y leído por 225 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
02-12-2013 Muy interesante y educativo. Me gustó la forma de enfocar la historia. elpinero
02-12-2013 esto está bien escrito. Rentass
02-12-2013 El valor de las cosas materiales siempre es relativo. En cambio lo tuyo, hablo del talento tiene un valor imperecedero Angel_de_Arte_Oscuro
 
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