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Papá compró un mazo de cartas, venían empacadas en una preciosa caja de cartón. Encontré el mazo de cartas sobre el librero, víctima de la curiosidad las tomé. En la escuela —durante el receso—, saqué las cartas para mostrarlas a Tere y Azu. Traté de enseñarles a jugar burro castigado, pero las dos son unas cabezas huecas.

Azu hizo un truco de magia, pidió que escogiera una carta, lo hice: cuatro de copas. Revolvió mi carta con el resto:

—Sopla

Soplé y miré incrédula los pases mágicos que hacía con los dedos. Me devolvió las cartas y las revisé; mi carta había desaparecido. No tenía idea de cómo lo había hecho.

—¡Es magia titina! —dijo con su sonrisita burlona.

Exigí la devolución de la carta, dijo que no sabía hacer el truco a la inversa, se encogió de hombros y se marchó. Lloré hasta que terminó el receso, mientras Tere trataba de consolarme.

En casa, aguardaba el regreso de papá. Mamá me llamó para bajar a saludarlo cuando regresó de la oficina; había pensado una historia para justificar la carta perdida. Cuando me acerqué a darle un beso a papá, sentí náuseas, un arqueo y vomité la carta: el cuatro de copas. ¡La odio!

Texto agregado el 02-12-2013, y leído por 308 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
03-12-2013 Si las cuatro copas bastaron para marearte, no quiero ni pensar que habría pasado si hubieses elegido el diez de copas. Tal vez me habrías invitado. ZEPOL
03-12-2013 No esperaba ese final, muy bueno. jaeltete
03-12-2013 Interesante final, cuento ingenioso. Felicitaciones lunazaul
02-12-2013 A mi siempre me ha indigestado el 4 de copas.¡ UAKALA !Un abrazo. gafer
02-12-2013 Buen truco! Rentass
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