Por Rodrigo García Leo
No le quedó más remedio que rentar ese departamento, era oscuro y pequeño, pero se ajustaba al dinero que sus padres podían pagar para que él pudiera continuar con sus estudios universitarios.
-Sí al menos ésta pocilga fuera exterior, -pensaba -podría distraerme cuando me cansaran los libros.
La alcoba tenía por vista un feo y aburrido panorama; sólo podía ver las ventanas, que, cómo la suya, de día captan la poca claridad que se filtra por el cubo de luz del viejo edificio. Y por la noche, la tediosa iluminación de algunas de esas vidrieras.
El Hastío se rompió el mismo día que se ocupó un departamento del piso inferior. Justo a las ocho de la noche, durante una hora, siluetas proyectadas en blancas cortinas cual pantalla, develaron formas humanas en movimiento.
Desde entonces cada noche a la misma hora, con la luz apagada para no delatarse, se asomaba para distraerse con esas sombras.
Al principio, sólo era curiosidad, cada noche identificaba nuevas imágenes. Le divertía adivinar qué hacían los moradores de esa habitación. Así descubrió que se trataba de una sola persona. Las ondulaciones de la cortina distorsionaban las formas, pero descubrió que era una mujer.
Entonces el pasatiempo se convirtió en morbo. Resultaba más emocionante tratar de descifrar a qué tipo de actividad correspondían las secuencias.
Pronto pudo deducir que cuando se apagaba la luz de la ventana contigua, que correspondía al cuarto de baño, la mujer estaría saliendo de ducharse, por lo tanto podría estar desnuda. Ahora era excitante atisbar desde su improvisada atalaya.
La figura de una bella mujer contorneándose sensualmente le parecía, cada vez más definida, ya porque su lascivia imaginación volaba, ya porque la chica ungía su piel con alguna crema tras el dosel, pero muy cerca de la ventana. El caso es que él terminaba la solitaria velada manimulándose a sí mismo.
La décima noche, cinco minutos antes de la cita, observó que las cortinas estaban mal cerradas, la rendija tendría unos diez centímetros de ancho. Ya no se movió de ahí en espera de la hora mágica. En punto de las ocho, se prendió la luz. Y ahí estaba. Sólo que ahora con color y volumen.
El apagador debió estar ubicado en la pared del fondo por que ella estaba de espaldas, pudo ver su escultural cuerpo, nibea piel salpicada de pecas dorsales, la estrecha cintura contrastaba con su perfecto derríere, el pelo recogido en un turbante de toalla. Giró en dirección de la noche con la cabeza gacha, con sus manos sujetaba un extremo de otra toalla, empezó a frotar, uno a uno sus firmes senos coronados con discos de un rosa pálido y botones erectos, el otro extremo del lienzo afelpado le tapaba el vientre y el Monte de Venus, caminó hacía la ventana, levantó la cabeza, él, en su arrobo, había olvidado apagar la luz, se miraron un segundo y ella gritó, cerró la cortina y un instante después su silueta se disipó en la oscuridad.
La luminiscencia de la ventana de sus fantasías, no volvió a brillar, ni esa noche, ni las siguientes. Su ánimo pasó de instinto carnal a idealización. No podía dejar de pensar en el rostro más angelical que jamás había visto en su vida.
Lo angustiaba, sin embargo, el inminente rechazo de ella, por haberla ofendido con una acción tan despreciable.
Varios días después, para su sorpresa, al llegar de la escuela encontró una tarjeta que decía: “Te espero en mi departamento a las ocho” Jazmín.
Llegó puntual, la puerta estaba abierta y la luz apagada, Jazmín lo esperaba de pie junto a la misma ventana que tan bien la enmarcaba. Lucía una bata de seda ceñida, él quiso decir algo, se lo impidió un tierno beso.
De pronto la apartó diciendo: "Por favor déjame explicarte... Ella lo interrumpió, y con una expresión pícara le replicó: "No te preocupes, no hay nada que explicar, siempre supe que me espiabas, era parte del plan"
Los dos sonrieron y volvieron a unir sus labios, esta vez con pasión desbordada.
De nuevo él cortó el escarceo, -con un coqueteo hubiera bastado. ¿Por qué necesitabas un plan?
Jazmín prendió la luz, abrió la bata mostrando su virilidad y dijo: “Me llamo Javier, sabiendo que eres heterosexual, no había otra forma de conquistarte”
FIN |