La pluma de Matt
Personajes:
Jossuff, sargento de policía a cargo de la investigación
Ibrahim, segundo al mando y asistente de Jossuff
Dr. Smith, arqueólogo principal
Eleuteria López-Dannissen, arqueóloga sueca
Nunca escuchar sirenas es un buen augurio, pensó el sargento Jossuff, mientras se dirigía rumbo a las ruinas donde habían ocurrido los hechos.
Ahora además de lidiar con el muerto voy a tener una ola de pánico entre los cientos de turistas que visitan la zona arqueológica de Luxor. Maldecía mientras mordía un lápiz. Estaba tratando de dejar el tabaco.
La situación política inestable, hacía temer actos terroristas. Para colmo, tras las primeras averiguaciones el difunto resultó tener pasaporte diplomático.
Todas las circunstancias eran raras. El cuerpo se hallaba en un área restringida, solo personal autorizado podía acceder a la excavación de la pirámide.
Años trabajando en la zona y era la primera vez que entraba a una excavación. El aire dentro de la cámara era difícil de respirar, caliente y húmedo, sumado a las luces, que iluminaban el mural principal que ilustra a un rey frente a los dioses para su juicio último, la hacían parecer la antesala del infierno. El enorme sarcófago, en medio de la cripta, ocultaba la vista del cadáver.
La primera impresión que daba el muerto era estar frente a una imitación grotesca de El Grito, la pintura de Munch. La boca y los ojos desmesuradamente abiertos y las manos, tintas en sangre, como garras tratando de atajarse del espanto. El cuerpo no presentaba heridas evidentes. Debajo del mismo, asomaban un papel, quizás un papiro, ensangrentado con una leyenda ilegible y una pluma.
-Ibrahim, ayúdame a repasar los hechos. El muerto es sudamericano. Coronel retirado, amante de los faraones y vino a visitar la Tumba Pashedu en Deir el-Medina. ¿Qué carajos hacía acá?
-Queda muy cerca, Sargento. Su embajada tramitó el permiso para visitar la excavación.
-¿Quién lo conocía? Tráeme la lista de las personas presentes en el sitio.
Su ayudante le extendió una hoja. A ver: dos japoneses, tres norteamericanos, una sueca, el delegado regional de Antigüedades y veinte cargadores locales. Interrogaremos a todos. ¿Qué dice el forense? Necesito la causa de la muerte y la hora ¿De quién es la sangre que tenía el occiso? Consígueme el informe.
Las primeras pesquisas no trajeron resultados, ningún trabajador se encontraba cerca de la cripta a la hora de la muerte. El delegado y los japoneses tenían su coartada, nunca se separaron del Dr. Smith, arqueólogo principal del sitio y fueron ellos los que descubrieron el cadáver al volver a buscar el trípode que habían dejado después de la sesión de fotos de los murales.
Los otros dos americanos, se fueron minutos antes de la muerte al campamento a respaldar unos datos en la computadora. Ninguno de ellos presentaba cortes o hematomas que pudieran haber sangrado.
Su segundo al mando había hablado con la sueca y dijo que se la veía ilesa y sus ropas impecables. Esto se está complicando demasiado, pensó Jossuff y decidió que debía re entrevistarlos a todos. Alguien debió ver o escuchar algo.
Caía la noche sobre el desierto. A lo lejos, las luces dibujaban las siluetas imponentes de las pirámides de Guiza. Sentado en un promontorio, fumaba pensativo. Amaba ese lugar, de no haber sido policía, probablemente hubiera decidido ser curador o algo que lo relacionara con la defensa y conservación de toda esa belleza. Miraba a sus hombres que montaban guardia y más allá a los guardias privados que custodiaban el sitio de saqueadores.
¿Y si habían sido unos ladrones? Disfrazados de cargadores entraron y se encontraron con éste hombre y quisieron robarlo. El tipo era un militar, por ende, sabía defenderse, hirió a uno y los otros le dieron un susto de muerte. Al verlo muerto, huyeron. Poco probable, pero al menos sería una explicación. Vamos mejorando.
¿Looters? I mean, -dijo el Dr. Smith- i´m sorry, el idioma ¿ladrones de tumbas? No, no lo creo. Es más, mire no hemos tocado nada y ve esta estatuilla, aquí debajo del mural. No pertenece a la excavación. Alguien la ha dejado.
-¿De verdad?
-Sí, estas ruinas son restos de la pirámide del rey Neb Kheber Raa Antef, de la dinastía XVII. Este mural describe el juicio del monarca, como usted puede ver, aquí está escrito el Sortilegio 125 o De La Negación, que habla de la lista de pecados que el difunto debe demostrar inocencia. Pero lo maravilloso del entierro es este sarcófago tan complejo de madera, que contiene dos sarcófagos uno de ellos dentro del otro. En este sarcófago está un noble de la dinastía XIII, según se lee en los cartuchos de estas inscripciones. Además hay muchos de los textos religiosos del Otro Mundo conocido como los Textos de los Ataúdes.
El arqueólogo fascinado, seguía señalando con una varita cada uno de los jeroglíficos y dando explicaciones.
-Disculpe doctor, ¿y la estatuilla?
-Ah, esta es una pieza de notable valor, pero no pertenece a este período. Esta representación de la mujer con una pluma de avestruz en la cabeza, es sin duda del Nuevo Reinado en su período tardío.
-¿Y quién es?
- Maat, Diosa de la justicia, la verdad y el orden. Alguien la dejó aquí. Ningún ladrón dejaría esta joya en vez de llevarse algo.
-Sargento, ya tenemos los resultados de la sangre. Múltiples donadores. En las manos y el papel. Que no es papel, es un papiro muy antiguo que resultó estar escrito en español. Parece una larga lista de nombres. Y la pluma es de avestruz.
-Dame una buena noticia.
-Ok. Al final de la filmación de los japoneses aparecen el coronel y la sueca hablando.
Estaba sentado frente a una mujer trigueña, de unos cuarenta años. Su piel y su apariencia delataban su origen latino.
-Eleuteria López. ¿Sueca?
-López-Dannissen. Sí, ciudadana sueca.
-¿Qué hace aquí?
-Fui invitada a participar de la excavación.
-¿Arqueóloga?
-Especializada en Religiones Antiguas.
-¿Conocía al occiso?
-No personalmente.
-Pero, sabía quién era.
-Leí su nombre en la bitácora de visitas.
-¿Qué relación tenía con él?
-Ninguna.
-Pero lo estaba esperando.
-Quería verlo a la cara.
-¿Por qué?
-Él dirigió un Centro Clandestino de Detención durante la última dictadura de su país. Miles murieron allí y otros muchos aún están desaparecidos.
-¿Y eso la afectó personalmente?
-Mi padre acaba de morir. Fue un gran científico y estuvo detenido-desaparecido por él y gracias al gobierno sueco lo liberaron.
-Entonces quería vengarse.
-No, de ninguna manera. Solo tenía curiosidad por ver si parecía humano.
-¿Qué pasó cuando quedaron solos?
-Nada. Le pregunté si sabía dónde estaba. Él me quiso dar una lección de lo más infantil acerca de las dinastías. Lo interrumpí y le volví a preguntar acerca del lugar. Algo confundido, me dijo Deir el-Medina. Me sonreí y le aclaré: Deir el-Medina es el nombre árabe. Estamos en Set Maat, "El lugar de la Verdad", ese es el nombre egipcio.
-¿Y qué pasó después?
-Se puso nervioso y me empezó a hablar en un tono amenazante. Que no sabía con quién estaba hablando, que no debía nada a nadie, que nada temía y que no había causas pendientes en su contra.
-Aparentemente, lo último es cierto.
-Sí, el gobierno lo indultó y prohibió juzgarlo.
-¿Y usted qué hizo?
-Nada. Le dije que yo no era quién iba a juzgarlo como hombre y me fui.
-Así nomás, ¿se fue sin decir palabra?
-No, antes le regalé una pluma, la pluma de Maat.
-¿Usted puso la estatuilla?
-Sí. Es mía, y me gustaría recuperarla.
-¿Por qué la puso?
-Creo que todos debemos dar cuentas de nuestros actos. Si no es ante los hombres debemos hacerlo ante alguien más.
Tras la última puerta está la Sala de la Doble Verdad. Allí, el tribunal está formado por 42 jueces y presidido por Osiris que evaluará tu vida. Osiris, dios del inframundo, flanqueado por su esposa Isis y su hijo Horus. Frente a ellos, Anubis, dios chacal, sostiene la balanza.
Deberás probar que nada has hecho de la larga lista a que te enfrentas, para luego, poner tu corazón sobre la escala y competir en peso contra la pluma, aquella que siempre dice la verdad, la pluma de Maat. Si no pasaras esta prueba, tu corazón será devorado por Ammit, la diosa que es león, que es hipopótamo y que es cocodrilo.
Sargento, aquí le dejo el reporte de la autopsia. El médico dice que nunca había visto un infarto tan masivo. Ya descartó envenenamiento y no se explica cómo se manchó las manos con sangre de tantos donadores, lo que sí puede asegurar es que al tipo lo mató ese infarto. Tremendo, parece que le hubieran masticado el corazón.
|