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-Solamente me acuerdo, que esa noche, antes de irme a dormir, una luz brillante de esas que no lo deja ver a uno ni la propia conciencia, se me puso de frente como si no me quisiera dejar pasar. Sentí un frío raro que me corría por todo el cuerpo y de pronto hasta el menos lúcido de mis pensamientos se me espantó, dejándome en un estado de letargo del que no he podido escapar a pesar de todos los intentos que he hecho. Y, ay Ramiro, ya van a ser como diez días y todavía no entiendo de donde venía esa luz. Tampoco sé donde estoy ni por que vine, y por que carajos me tienen encerrado como si hubiera hecho algo malo. Sabiendo que no me dedicaba sino a lo mío y nunca fui capaz de matar ni a una mosca. Pero si sé, y bien que lo sé, que nunca me quisieron porque hacía lo que me venía en gana, o al menos eso decían, y nunca dejé que nadie opinara ni resolviera mi vida, por que era mía. ¿O no, Ramiro? Poquito me quisieron también porque según ellos no pensaba si no en mí y me valía mierda lo que ellos sintieran. Pero nunca fue así, Ramiro, lo que pasa es que no creo que tenga que servirles como si fuera su criado, por que si me tuvieron y me quisieron desde chiquito fue porque ellos lo decidieron y nunca porque yo quise.
¿Memoria?, no Ramiro, yo de eso no tengo, a mí se me olvidan las cosas antes de que acaben de pasar, y peor aún, cuando me acuerdo, no me acuerdo de lo que pasó si no de lo que yo quiero. Debe ser por eso que estoy aquí.-

-Pero vea Ramiro, esto fue lo que pasó, deje y verá que yo haciendo un esfuercito le puedo contar la historia sin meterle mucha cosa nueva. Yo le dije a ella, un día en que la paciencia no le dio pa’más y se volvió como loca, que la vida era bella. Ay, pero ella no me escuchó. Se arrancaba el pelo como si fuera un matorral mal puesto y se le veía la sangre en la cara rabiosa, que parecía que ya se le iba a salir. Yo le dije que uno no tenía que ponerle tanto misterio a las cosas, que si eran así, eran así y eso no lo cambiaba ni el putas. A él también le dije, pero él si no se puso con boberías de esas. Él sólo dijo que a él eso así no le servía y que o se cambiaba o me cambiaba. Que tal Ramiro, ¿ah? Yo intenté por todos los medios que las cosas se arreglaran. Que al menos se les bajara la presión que nos tenía azotados a todos por esos días. Pero no, eso sólo pasa en los cuentitos de hadas, porque cada vez todo era más difícil.
Yo salía por las mañanas bien tempranito pa’la escuela. Decía que tenía que llegar rápido pa’irme del infierno ese que ya me tenía cansado. Pero no crea, Ramiro, que en la escuela todo no era bonito. Al contrario. Allá la gente se reía de mí en la cara que porque era diferente. Dizque porque no me parecía a ellos. Míreme, Ramiro, pero míreme bien. ¿Usted si cree que yo soy tan diferente? ¿Si? Pues yo no creo. Eso con unos kilitos de más y unos pocos retoques quedo siendo igualitico. Pero pa’qué ser igualito si todos esos no son sino mentiras. Esa gente no sirve pa’nada. Por eso fue que yo decidí una vez que yo tampoco me iba a poner con boberías, que si no me iban a querer así pues que no me quisieran. Ya tendría que venir alguien al que si le gustaran las cosas.-

- Bueno Ramiro, volviendo al tema, yo les dije que no se preocuparan, que todo iba a ser lindo. Pero no como querían en la escuela. Y como ellos no me escucharon, yo me quedé callado. No volví a hablar. Y ellos dijeron que me estaba volviendo loco. Que las cosas me tenían tan azarado que ya ni hablaba. Pero lo que ellos no sabían Ramiro, es que yo no hablaba era porque cada cosita que decía, ellos la tomaban a mal. Con decirle que un día llegué diciendo que me moría del cansancio y me llevaron a donde el sicólogo ese, que porque ya me quería morir. O como el día que le dije a ella que debería ser menos loca porque se iba a quedar del todo calva un día de estos y me agarró a palo dizque porque la estaba ultrajando. No, es que no hay derecho. Por eso no hablé más. Y como él vio que las cosas no cambiaban por su propia gracia, se echó a la tarea de que él las cambiaba a las malas o se dejaba de llamar como le decían. Y ahí si que se jodió el tema. Ya no era ni siquiera que yo quisiera o no. Me tocaba esconder las cosas pa’ que a él no se le emputara el genio y hacer gracias pa´que no se diera cuenta cuando no las escondía. ¿Es que no ve que ya no me gustaba hablar ni en la escuela?
Y no crea que ahí se acabó todo. Como recordándome la mala suerte que yo mantenía pegada de los codos, tenía que llegar este marica que si tenía las cosas más trocadas que todos nosotros juntos, y lo peor es que a su paso iba trocando todo lo que se encontraba. Yo me decía todos los días; no, no, no. Pero cada vez se me hacía más complicado porque en eso de manejar sentimiento si se les olvido a los filósofos esos escribir como un librito guía. Éste era uno de esos que también conocía las cosas, pero al que si le fue como muy bien en la vida. A ese si no le dolió poquito y en la escuela como que nunca le dijeron que era diferente. Y, ay Ramiro, aunque era muy bueno porque yo soñaba con que algún día yo iba a ser así, era muy maluco porque nunca pude. Entonces a parte de lidiar con lo de estos dos acá en la casa, ya me tocaba llegar a la escuela a lidiar con la culpa de no poder ser como el otro. Ya si sentía yo que me estaba olvidando lo que era estar cuerdo un día entero.
Y, ¿adivine qué, Ramiro? Esa noche cuando llegué de la escuela, y me estaba preparando pa’ irme a dormir, llego él, el de la casa, y me dijo que me fuera, que no volviera más y que lo dejara a él y a ella en paz que ya no se aguantaban toda esa locura. Y yo dije que bueno, que no tenía ningún problema. Al fin y al cabo, Ramiro, yo no estaba muy contento que digamos y tenía al otro que pues al menos me podía cuidar unos diítas. Entonces lo llamé y le conté y él también me dijo que me fuera, que ya no se aguantaba más toda esa locura. Y ahí si fue que a mi me dio algo. Y yo vi una luz brillante de esas que no lo deja ver a uno ni la propia conciencia. Una luz que se me puso de frente como si no me quisiera dejar pasar. Sentí un frío raro que me corría por todo el cuerpo y de pronto hasta el menos lúcido de mis pensamientos se me espantó.

-Y esa es la historia Ramiro- y no sé porque resulté acá. Pero una cosa si sé y es que yo, por más que digan que las cosas no son así y que se rían, yo no las voy a cambiar. Por que así están bien, Ramiro. Así son las cosas de la vida, ¿no cree?

Texto agregado el 20-08-2004, y leído por 147 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
12-09-2004 Muy bacano, bien alejo, aunq dice mas de lo q uno quisiese entender y menos de lo q uno pudiese. Y yo aca dizque estudiando pal parcial del martes... alejorojas
 
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