Nace el 19 de marzo de 1851 en Buenos Aires, su progenitor el doctor Luis Sáenz Peña que en 1892 ejerciera la presidencia de la Republica Argentina, oriento como debía a su hijo y procuro darle esmerada y solida educación, en las aulas universitarias dejo su nombre bien puesto, revelándose como un hombre al cual se le ofrecía a manera de hermosa perspectiva un lisonjero provenir.
A los 23 años figura ya Sáenz Peña en las contiendas políticas Argentinas, en 1874 aparece su nombre ligado a la guerra civil al lado de las autoridades constituidas vistiendo la casaca de oficial, que desencadena el 24 de setiembre el general Mitre contra el régimen gubernamental del doctor Nicolás Avellaneda, no obstante el prestigio del portavoz de aquel movimiento la revolución es sofocada, pero se logra con todo la conciliación de los partidos y se garantiza la libertad de sufragio; Roque Sáenz Peña es elegido diputado en 1876 y puede decirse que a partir de ese momento ingresa a la carrera publica, se exhibe como un batallador infatigable alcanzando en 1878 la presidencia del consejo provincial de Buenos Aires, marcando su administración un índice de progreso evidente y comprende que lo que necesita la republica es instruirse y educarse, tiene muy presente en la memoria los frutos recogidos por Sarmiento, imbuido de las ideas de justicia que defiende y las exalta en la Guerra del Pacifico lo encontramos como uno de los primeros combatientes, considera que la agresión Chilena no tiene justificación alguna y fiel a su predica se enrola en el ejercito Peruano, lucha heroicamente a favor de una causa que la hace suya porque es la que se afinca en el derecho.
La llegada a Lima en 1879 de este adalid de la justicia asume contornos interesantes, por ser el caso de un extranjero que viene a pelear por lo que cree justo, se le brinda emocionantes agasajos y el 29 de julio de aquel año con motivo de una manifestación significativa de que es objeto el doctor Pablo Arosemena quien era ministro plenipotenciario de Colombia en el Perú, don Manuel María del Valle quien era director de “el nacional” de Lima propone un brindis por la republica Argentina, que es acogido con aplausos fervorosos y al que responde Sáenz Peña con un magnifico discurso, en los párrafos de aquella pieza oratoria es donde puede comprenderse a Sáenz Peña por los conceptos que expone y el lucimiento con que los defiende, no vela con medias tintas su pensamiento y acusa, pero con acusación perentoria a quien a desencadenado la contienda en esta parte de América, emplea en su oración los mas hermosos giros y por eso refiriéndose a Chile lo llama “un silbido del océano”, se incorpora al ejercito Peruano con el grado de teniente coronel y asume el comando del batallón Iquique.
En la junta de guerra que se celebra momentos antes de decidir la suerte de la plaza en Arica, se pronuncia abiertamente a favor de la respuesta histórica que el bravo coronel Bolognesi dirige al parlamentario del ejercito sitiador Chileno, en la batalla de Arica se bate furiosamente al lado de Bolognesi y resulta herido en la refriega, cumpliendo la palabra de honor empeñada quema el también el ultimo cartucho, presencia la caída de sus heroicos compañeros de armas y recoge el ultimo aliento de Bolognesi cuando esta dialogando con la gloria, Sáenz peña es llevado prisionero a Chile y nunca flaquea su animo a pesar del riguroso cautiverio al que a estado sometido, tenia una contextura que resistía los embates del destino encarándolos con energía, al salir en libertad regresa a la Argentina se despoja de la casaca de soldado y vuelve a la vida del bufete, los conocimientos que poseía Sáenz Peña en relación con las disciplinas jurídicas e internacionales eran muy vastas, habiendo leído los textos de los grandes tratadistas y seguido muy de cerca las doctrinas de Dalmasio Vélez Sarsfield el primer jurisconsulto de la republica Argentina y de la América toda, sentía verdadera pasión por el estudio de los códigos y de las constituciones políticas de su patria, escrutando muy a fondo los principios igualitarios proclamados por la revolución de mayo, pudo captar bien pronto el sentido de las doctrinas que se debatían en el viejo y el nuevo mundo.
En 1881 fue nombrado subsecretario del ministerio del exterior, cargo que desempeño lucidamente y siete años después en 1888, el gobierno le confió una misión enaltecedora fue la de representar a su patria en el congreso de Montevideo, la sapiencia de Sáenz Peña se impuso como debía en aquel histórico certamen, sin alardes jactanciosos recorría todas las legislaciones desde la copiosa Romana y la foral Española, para disertar sobre los códigos recientes cuyas disposiciones analizaba y comparaba con maestría, así lo probo cuando le cupo informar en el seno de la comisión de derecho penal, presentando como debía la génesis del delito y de la pena, la responsabilidad del agente y la jurisdicción de los procesos, no menos interesante fue su intervención al tratar el asilo, objeto en repetidas ocasiones de apasionadas controversias, para este fin se remonto al derecho Romano e invoco en su recorrido histórico las doctrinas de Helie y Villefort, Bernard y Battel, diferenciando enseguida los delitos políticos de los comunes, sosteniendo el principio de que el asilo diplomático no protegía a estos últimos debiendo en consecuencia los reos ser entregados para su juzgamiento, tal había sido la tarea fatigante que Sáenz Peña se impuso en el congreso de Montevideo, si sus ponencias no triunfaron del todo por lo menos aclararon muchos puntos oscuros, baste saber que en aquella asamblea figuraban juristas de reputación acreditada, que no pasaron por alto las juiciosas observaciones de Sáenz Peña tan magistralmente sustentadas.
En 1889 volvió a actuar en la conferencia internacional americana de Washington, un año después el 15 de marzo pronuncio su famoso discurso sobre el “zollverein americano” aquí hizo un estudio a fondo sobre el comercio internacional, el régimen aduanero, principalmente el mantenido por los Estados Unidos, las tarifas arancelarias, la liberación de derechos, los tratados de reciprocidad y el libre cambio intercontinental, concluyendo su disertación con estas palabras:
“que el siglo de América como a dado en llamarse al siglo XX, contemple nuestros cambios francos con todos los pueblos de la tierra, atestiguando el noble derecho del trabajo libre, se dice con razón que Dios mide el terreno, iguala las armas y reparte la luz”.
Esta intervención resuelta de Sáenz Peña, no fue del agrado de los delegados norteamericanos John Henderson y Charles Flint, por eso se vio obligado a hacer uso de la palabra nuevamente y explicar con argumentos contundentes en lo que consistía el libre cambio y el proteccionismo, por eso al replicar a Henderson decía:
“yo entiendo que los inmensos y ricos territorios de los estados unidos constituyen una parte del globo terrestre que giran con este alrededor del astro luminoso y reciben la influencia del calor y las estaciones, como el resto del mundo buscando y sosteniendo en la tierra la vida al contacto con todos los centros de la civilización, pero los delegados norteamericanos nos presentan un firmamento compuesto por 42 estrellas fijas y yo deploro que quiera fragmentar, la universal armonía y la vida en que se mueven los pueblos en el globo terráqueo, como los astros en la esfera celeste”.
En la sesión del 25 de marzo de 1890 pronuncio un interesante discurso en el seno de la comisión de comunicaciones por el atlántico, manteniendo el principio de que no debía modificarse el régimen de las tarifas, pues de alterárseles seria con menoscabo de los productos Argentinos y el gobierno de su nación no debería prestarle ningún asentimiento; tal es la forma como se condujo Sáenz Peña en la conferencia de Washington, valientemente se enfrento con los delegados estadounidenses con los cuales libro formidables encuentros, atacaba con su poderosa dialéctica a los contrincantes y defendía los intereses de su país y de latino América, su frase concisa “América para la humanidad” constituye un ataque a fondo que le asesto a la tan debatida doctrina de Monroe, el asombro fue unánime entre los delegados concurrentes al certamen, un escritor y publicista Octavio R. Amadeo refiere que cuando se produjo este acontecimiento inesperado, el presidente del congreso James J. Blaine lo miro con curiosidad y pregunto ¿Quién es este? la prensa mundial lo juzgo como debía destacándolo por haber dicho lo que pensaba sin disimulos ni reticencias, enfrentando gallardamente su parecer, traducido en una doctrina amplia y liberal, contrapuesta en todo a la de Monroe limitada y estrecha, ejerció el ministerio de relaciones exteriores bajo la presidencia de Juárez Celman, fueron muchas las reformas que llevo a cabo, las que se tradujeron en una visible mejora de los vínculos diplomáticos e internacionales que la Argentina mantuvo con los demás países del orbe.
El 18 de agosto de 1905 durante el gobierno del Perú del doctor José Pardo y Barreda, la cancillería servida en ese entonces por el doctor Javier Prado y Ugarteche, invita a Sáenz Peña a concurrir como sobreviviente de la batalla de Arica, a la inauguración del monumento a Bolognesi, para esto el congreso nacional Peruano había ascendido a la clase de general de brigada a Sáenz Peña, el contesta aceptando la invitación y se prepara para partir, grandes homenajes se le tributan en Buenos Aires despidiéndolo, el ascenso merecido con que se le a honrado da lugar a que el 3 de octubre de 1905 se le ofrezca un gran banquete en el “Prince Georges Hall” al que concurre lo mas selecto de la intelectualidad Argentina, Estanislao Zevallos gran orador y político ofrece un brindis, hacen también uso de la palabra el teniente general Luis María Campos, los doctores Bernardo de Irigoyen, José Ramos Mejía y Carlos Saavedra Lamas, Roque Sáenz Peña al agradecer el homenaje pronuncia un discurso subrayando el significado y la trascendencia de su visita a la vieja ciudad de los virreyes diciendo:
“acostumbrados a la oscuridad mas que a la luz y no sin preferencias por la penumbra, habría podido excusar por retracción las emociones de esta fiesta brillante, tanto mas extensiva como mas selecta, pero a poco de meditar sobre su significado la he sentido inexcusable, ella a nacido en verdad de un acto personal y privado, que me disponía a cumplir como se cumplen las promesas con los muertos ilustres, aun cuando nos alejemos por un cuarto de siglo de la partida final e inolvidable de mi gran amigo e ilustre jefe el coronel Francisco Bolognesi, cuyas ultimas palabras me fue dado recoger allá en la breve meseta que matizan con efluvios de purpura las ondas azuladas del mar pacifico, meseta, columna o plinto donde el venerable anciano, con el alma enardecida por todos los cráteres del Misti, que alumbraron su cuna, señalo con las chispas de su espada rota la eminencia de su tumba y la fama perdurable de sus hechos y de su nombre”.
La ovación fue enorme, había cautivado a su auditorio y este lo acompaño con toda su simpatía, cuando reanudando su discurso momentáneamente interrumpido sigue:
“la patria y la conciudadania, son dos conceptos que se funden en un sentimiento, la primera nos inspira orgullo y la segunda nos infunde amor, un amor que se confunde con el de nosotros mismos, pero será necesario que una y otra correspondan a ese afecto con su aporte de felicidad, y ese aporte señores es la libertad y la democracia, el gobierno propio, la conciencia y el pensamiento libre y la ley del trabajo. Que hace inclinar la frente de los pensadores sobre el libro siempre abierto del derecho humano, que guarda los secretos de la felicidad del mayor numero”.
La llegada de Roque Sáenz Peña a Lima fue un acontecimiento pocas veces presenciado, todas las clases sociales del país sin distinción alguna se agruparon en torno del hombre que llegaba a rendir a Bolognesi el homenaje póstumo, el entusiasmo era delirante y atronaban el espacio con sus aplausos y vítores, el gobierno le dispenso al héroe honores hasta entonces nunca vistos, el día de la inauguración del monumento que fue el 5 de noviembre de 1905, el fervor patriótico era indescriptible y Roque Sáenz Peña mandaba la línea recorriendo los jirones céntricos de la capital montado a caballo y seguido de su estado mayor, su figura arrogante se imponía sobre el brioso corcel y cuando la comitiva oficial hacia su entrada al paseo Colon, rumbo a la plaza el desborde fue incontenible, aquello era la consagración de la apoteosis de Sáenz Peña, nada hay comparable a tan significativa efemérides, contagiados de ardor patriótico los escolares recorrían las calles recordando el fausto acontecimiento, sin paralelo en los anales de la historia del Perú, el amor a la patria se exteriorizaba en esos momentos culminantes en que las bandas del ejercito tocaban los himnos patrios y ejecutaban marchas marciales, los soldados desfilaban en orden perfecto frente al monumento de Bolognesi, la multitud frenética se agolpaba ávida de contemplar esta obra escultórica de Querol donde se reproduce en toda su integridad la tragedia, Sáenz Peña caminaba por entre una ola humana y el clamor se agigantaba, como diría un poeta “bajo el crepúsculo gris de la tarde violeta”.
El discurso de Sáenz Peña solo fue conocido en su totalidad al día siguiente que lo insertaron en sus columnas los diarios matutinos, esta pieza oratoria es única y en sus diversos pasajes se asiste al combate de Arica y a la inmolación de Bolognesi, esta hecha para saludar a la gloria y prosternarse de rodillas ante el sacrificio consumado en el peñón solitario, donde parece escucharse todavía el estruendo del desigual combate mantenido por un grupo de valientes, evoca paso a paso los varios incidentes de la jornada, un hondo y dulce lirismo informa las clausulas sonoras en que se desborda el sentimiento y resulta perfecto el corte afiligranado del discurso como leerán enseguida;
Mi coronel Bolognesi
Uno de tus capitanes vuelve de nuevo a sus cuarteles, desde la lejana tierra atlántica llamado por los clarines que pregonan tus hechos esclarecidos, desde el Pacifico hasta el Plata y desde el Amazonas hasta el seno fecundo del golfo de México, que le presta su acústica sonora para repetir tu nombre sobre otras civilizaciones y otros pueblos que nos han precedido, en la liturgia de la gloria y en el culto de los próceres y de los héroes; yo vengo sobre la ruta de mi consecuencia, siguiendo la estela roja de mi coronel, fulgor de grana que conmovió al pacifico con las tempestades de la guerra, que hoy contempló alumbrada por los resplandores de la paz en el fausto concierto de la gratitud y en la marcha triunfadora del engrandecimiento nacional.
Regreso con distancia de un cuarto de siglo, pero vuelvo sin olvidos y sin retardos, porque llego en la hora justa de tu apoteosis, que tampoco la posterga la lentitud de tu pueblo, ni trataron de omitirla las nuevas generaciones que recibieron bajo el casco guerrero de su progenitores el ósculo final de la partida, brindando las mescladas sonrisas de la orfandad al culto perenne de la patria, a su defensa y a su integridad y si han sido necesarios cinco lustros para modelar tu efigie en la pasta candente de los inmortales, es porque los grandes hechos que consagran los pueblos agradecidos, deben ser definitivos, indiscutidos e infalibles, y este juicio solemne y supremo solo puede pronunciarlo la posteridad, porque la gloria es un fruto de lenta maduración, que no han de fecundarlo los mismos soles que le vieron florecer.
Llegamos pues a honrar los actos que te dieron el renombre en la hora justa y en su momento histórico, cuando ya no gravitan sobre la tierra sino escasos eslabones de tu generación y pueden contarse sin esfuerzo los soldados inválidos de epopeya, diseminados y dispersos como las tablas de la nave que desunió con furia la tempestad, para recomponerse sobre la playa hospitalaria en la mañana serena y en las horas del día que disipan y calman los huracanes, son en efecto otros hombres los que me es dado mirar al pie de tu monumento, son otras fisonomías las que me estrechan la mano y me confunden en un abrazo popular y efusivo, a titulo de amigo tuyo, como si fuera el portador de tu palabra postrera, depositario de tu voluntad suprema, confidente o mensajero de tus anhelos y designios, pero aquí se encuentran todos tus sobrevivientes, que recibieron el ejemplo de tus virtudes cívicas, tus enseñanzas de honor militar y el deber austero y probo que consumo tu inmolación, ellos atestiguan como yo que en el fragor de la batalla, como en las inquietudes de la defensa y en la hora doliente del sacrificio, el coronel Bolognesi era un alma suspendida sobre el alma de su ejercito, para comunicarle sus alientos, su inspiración y su fe, era brazo y era ideal, patriotismo y deber, desprendimiento y heroísmo, que en las abstracciones de su mente como en la vaguedad de su mirada, dirigida mas sobre el firmamento que sobre la tierra, parecía hablar con la posteridad como con invisible interlocutor, que no escapaba al contacto ni a la visión patriótica de sus soldados cuando monologaba con la gloria o interrogaba el destino de su patria, reproduciendo sobre las altiveces del peñón bravío el dialogo interminable de los vientos y de las olas.
Señores
Lo conocí batallando sobre el cerro de Dolores, contraste que conmovió su espíritu y quebranto su cuerpo debilitado, ya por las fatigas de la marcha y por el duro batallar de aquella tarde sin sol para las armas del Perú, llego a Tarapacá y al desmontarse de su caballo de guerra cayo postrado por altísima fiebre, hasta que el nuevo toque de generala le hizo olvidar la congestión y sus delirios, quebrantando la consigna medica, tal vez la única consigna que no cumplió en su vida de soldado, trepo la altiplanicie y conquisto el laurel marcial que la adversidad le negara en san Francisco.
Fue en Arica donde me honro con su amistad, en esa relación intima de una guarnición bloqueada por las fuerzas de mar y estrechada en aro férreo, por un ejercito de tierra, el servicio de guarnición fue pesado como el aislamiento que incomunico esas tropas con el resto, en esa vida cariñosa e intima del hogar militar, brotaron vínculos, crecieron los afectos como crecen las flores cultivadas en suelo generoso, la vida corrió grata en la fraternidad de la carpa y del vivac, el espíritu del jefe penetraba el interior de los cuarteles, doblaba la vigilancia, preparaba las armas y la defensa con serenidad no interrumpida, hasta la mañana del día 6 en que cruzo la débil corriente del Azapa un oficial parlamentario, la frente de Bolognesi se vio cargada de sombras como si todas las tinieblas se hubieran conglomerado ante la siniestra idea de una capitulación, llamo a la junta y cedió la palabra al parlamento y espero con arrogancia, mezclada de zozobra el voto de la defensa que no se hizo esperar, aquel fue mas que unánime, porque fue explosivo y estallo como la protesta de un agravio, para encender la frase histórica que debiera pronunciar el gentil hombre de cabellos nevados, de sable rojo y de espuelas punzadoras, hablo con los pesares disipados, con las zozobras borradas de su mente y el corazón desbordante de paternal orgullo, porque allí estaba para el la gran familia Peruana, reducida en el peñasco silencioso a su verdaderos hijos de armas.
¡Pelearemos hasta quemar el último cartucho!
Provocación o reto a muerte, soberbia frase de varón, condigno juramento de soldado, que no concibe la vida sin el honor, ni el corazón sin el altruismo, ni la palabra sin el hecho que la confirma y la ilumina, para grabarla en el bronce o en el poema, como la graba y la consagra la inspiración nacional; y el juramento se cumplió por el jefe y por el ultimo de sus soldados, porque el bicolor Peruano no fue arriado por la mano del vencido sino despedazado por el plomo del vencedor, lo que vino después ya lo sabéis; el sacerdote de ese altar granítico, el guerrero y el señor de esas alturas, fundió en plomo su inmortalidad, esfumándose en los cielos y dejando en la sonrisa de su labio yerto la placida expresión de un varón justo, que ha rendido la vida en el sagrario y que abandona la tierra bendiciendo a su patria y a sus soldados.
Ningún corazón Peruano discutirá la conveniencia del esfuerzo heroico, la arrogante actitud de Bolognesi no se mide con el cartabón del éxito, ni con las mercenarias exigencias del calculo, ella se siente y se sueña, se realiza y se confunde con el alma de su progenitor, y es por eso que los lauros marciales de Bolognesi no tuvieron una gestación penosa, ni fueron fruto de una larga maduración, mas que una foja de servicios comunes, es un fuerte contacto con el destino, un rayo de inspiración y de luz, en la hora triste del crepúsculo, cuando el alma se repliega sobre si misma, cuando la naturaleza se vuelve silenciosa y la plegaria de la patria asoma al labio, con recogimiento y emoción así se consagra Bolognesi ese gesto sublime de tu vida militar.
Por eso las manos de tus soldados, te presentan las armas nacionales vencedoras en Tarapacá y vencidas en Arica, pero no rendidas y por eso la bandera bicolor sostenida por la mano de otras generaciones y otros hombres, flota al soplo y al aliento de la gratitud Peruana, saludando tu proeza y tus virtudes, las ultimas valen las primeras, porque la corona cívica discernida al ciudadano ni obscurece las palmas del soldado ni tampoco desmerece a su contacto, si la evolución de las ideas suprimiera el poder militar de las naciones, si la humanidad extirpara en un gran día los excesos de la guerra, si la voz de la razón constituyera con el alma democrática el patrimonio o el lema de nuestros pueblos, haciendo del arbitraje la noble magistratura de la familia latino americana, si la obra de los tiempos llegara a convencernos que las naciones llamadas a prevalecer no son las que cuentan mas soldados, sino las que revistan mas obreros y mejores ciudadanos, ese gran desiderátum de los hombres de bien no conmovería tu estatua sobre su asiento de granito, porque la justicia, el estoicismo y el severo patriciado habrían sobrevivido a los perfiles marciales de tu efigie, y a cambio de soldado heroico te llamaríamos el primer ciudadano de tu tiempo si no fuera que la memoria de Grau vive.
Coronel Bolognesi
Tus sobrevivientes te saludan sobre el pentélico sagrado, porque la selección siniestra de la muerte decapita la flor y no la yerba, que ha de perecer también en el desgaste común de las vegetaciones imperfectas, pero todos rodeamos tu monumento y si he surcado dos piélagos para traerte la ofrenda de mi corazón, es porque tu noble patria tenia el derecho de exigir que no faltara a esta cita ninguno de tus soldados, y todos los que vivimos hemos dejado caer de nuestras manos los instrumentos de trabajo y desandando camino sobre la prosa de la vida, venimos a refrescar en el recuerdo que es la fuente de la juventud lejana, las horas gratas de tu dulce amistad y a sentir las emociones y regocijo de tu pueblo en esta fiesta nacional, porque los muertos ilustres no se lloran, se saludan, se aclaman y se veneran.
Mi coronel:
Recuerda vuestra benevolencia y recibid los homenajes de esta palabra amiga, de esta voz que no os fue desconocida, ultima sombra ensangrentada que miro tu pupila moribunda, ultima mano que estrecho la tuya en el altar trocado en vasto osario, que hoy te hace la venia saludando tu inmortalidad, te presenta estas armas que la juventud Argentina me ha entregado al partir, juventud que ama lo grande, como admira lo heroico, porque tuvo su cuna en los grandes ejércitos patriotas que trasmontaron los andes y llegaron hasta el Ecuador en gloriosa cruzada libertadora, esa juventud no ha olvidado nuestra génesis, ni desestima su estirpe, busca la solidaridad, tiende los brazos a través de las cordilleras y los mares, para acercarse a ese pueblo generoso, que don José de San Martin declaro libre por la voluntad de los hombres y de la justicia de su causa defendida por Dios, se que en la hora solemne de vuestros recuerdos nacionales, nobilísimo pueblo del Perú, también laten vuestros corazones y también se agitan vuestras manos para saludar desde Lima a las nuevas generaciones de los hijos del Plata, pero estas armas que me honro en presentarte son también las de tu ejercito y de tu pueblo, porque las puso en mis manos el congreso de tu nación con el grato asentimiento del congreso Argentino, donde se ha vuelto a escuchar sentimientos y votos calurosos por la felicidad y grandeza del Perú.
Mi gran amigo, es tan intensa mi emoción como mi gratitud, asistiendo a tu apoteosis al frente de tu ejército, que el excelentísimo gobierno ha confiado a mi comando como un homenaje a ti, por la amistad con que me honraste pero que es también insigne honor y altísima distinción.
Señor presidente de la Republica Peruana
La expresión de mis afectos y de mis sentimientos en este día no quedaría completa, si no agregara los que debo y tributo a vuestro gobierno y a vuestra persona, al honorable congreso de la nación, a vuestro ejército y al nobilísimo pueblo del Perú.
He dicho.
De regreso a la Argentina después de su gira triunfal en el Perú, Sáenz Peña recibió diversos encargos de su gobierno ante las naciones extranjeras, así en 1906 fue enviado comisionado a las bodas del Rey de España, en 1907 se le acredito como presidente de la delegación Argentina a la segunda conferencia internacional de la paz celebrada en la Haya, en este foro expuso con lucimiento sus ideas en relación con la doctrina Drago y con el establecimiento de la corte permanente de arbitraje, se pronunciaba abiertamente contra los métodos de fuerza para zanjar las diferencias entre los estados, propugnaba y mantenía con firmeza la institución del arbitraje obligatorio y del tribunal permanente.
El 12 de octubre de 1910 Roque Sáenz Peña asumía la presidencia de la Republica Argentina, después de haber vencido en las urnas a su contendor el doctor Guillermo Udaondo; en el mensaje que Sáenz Peña leyó ante el congreso nacional el 12 de mayo de 1911, consagro un capitulo especial a la instrucción pública diciendo:
“la instrucción primaria que interesa a la inmensa mayoría de los habitantes cuya cultura es esencial en una democracia, tiene la atención constante de mi gobierno, elevar el nivel intelectual y moral del pueblo, es darle aptitud para el libre y consiente ejercicio de sus derechos, se ha dicho con razón que elegir es deliberar y discernir, pero la ignorancia no delibera ni discierne”
Su administración fue proficua en todo orden y se caracterizo por la dación de la ley electoral de 1912, que abatió a la oligarquía política imperante y garantizo la libertad de sufragio, esta actividad infatigable de Sáenz Peña fue quebrantando su salud al punto de tener que solicitar licencia, desgraciadamente la ciencia medica nada pudo hacer para contrarrestar el mal que lo aquejaba, falleciendo en Buenos Aires el 9 de agosto de 1914; la noticia de su deceso causo honda impresión en todo el mundo, decretándose en la Argentina grandes honores, en todas partes se ensalzo su obra y enalteció su memoria, en el Perú la memoria de Roque Sáenz Peña estará siempre presente, en el granito y en el bronce quedan perennizadas su vida y obra, ambas pertenecen al dominio exclusivo de la historia y la posteridad.
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