Soy un hombre que ha alcanzado el más alto rango militar de mi país. No me interesan las órdenes de los presidentes o de los reyes, solamente estoy en el ejército para mostrarle a muchos que puedo tener mucho poder. Desde pequeño siempre me interesó la guerra, me parece que muestra las agallas que tiene una persona. Estoy de acuerdo con todos los sujetos que crearon la pistola, la metralleta, la granada, el carro-tanque y muchos elementos más que hacen parte de la estructura bélica, pues necesitamos defendernos de todos los que se oponen a las normas gubernamentales; vamos a atacar a los que se rebelen contra el gobierno. A los que viven en pobreza extrema, o no tienen estudios ni posibilidades de un empleo digno; les tengo que decir que tienen que someterse o serán fusilados.

Sin mí, ninguna batalla podría llevarse a cabo, pues soy un elemento fundamental dentro del ciclo guerrerista, si yo no mando a las tropas a la zona del choque, se acabaría el conflicto, pues para que haya una conflagración tienen que haber dos participantes. Nunca voy al sector de la lucha, siempre estoy protegido en un búnker; con mis palabras y mis manos mando a mis soldados a exponer sus vidas, mientras yo disfruto la sensación de enviar a otros humanos a experimentar las emociones de una granada ensordecedora o de un disparo en cualquier parte del cuerpo.

Me he sumergido tanto en el mundo de la milicia, que mi idea es coleccionar estrellas para ser reconocido como el mejor soldado del mundo, para esto debo cumplir con los objetivos nacionales y me alegro cada vez que cae un cabecilla de alguna guerrilla, aunque me da envidia cuando otro general recibe el reconocimiento por haber asesinado a algún líder de la revolución. Soy tan reconocido que he salido en varios videojuegos, en ellos, los jugadores toman mi lugar y pueden experimentar lo divertido que es mandar a los subordinados a la contienda armada, jueguen en alguna videoconsola y se darán cuenta de lo que estoy hablando.

Es curioso que el combate sea entre los pobres y los ricos, y los que mueren del ejército son los pobres, y los que mueren de la guerrilla también son los pobres. No hay un político que se atreva a tomar un arma para dirigirse al campo de batalla, ellos sólo se limitan a dirigirnos a nosotros, las fuerzas armadas, y nosotros les obedecemos porque si nos rebelamos también nos mandan a fusilar. He hecho negocios con altos mandos de la insurgencia, en los que he permitido que se trafiquen drogas, personas, y diversas especies animales; esto me ha traído como consecuencia grandes riquezas materiales que he tenido que disimular para que no se descubra mi corrupción. Hay más militares involucrados con la mafia de los que ustedes creen.

A los soldados les decimos que son los héroes de la patria, para encubrir la cobardía de los altos mandos y de los dirigentes; también hacemos propagandas en las que ponemos mensajes, dichos por los soldados a sus compatriotas, que no están involucrados en la guerra, como “yo no lo conozco, pero estoy dispuesto a dar mi vida por usted”. En realidad, ninguno de ellos piensa así, no morirían ni siquiera por sus madres; lo que pasa es que los obligamos a decir eso para que los gobernantes se sientan tranquilos con todos los asesinatos que están permitiendo. Mi país estuvo en guerra por más de sesenta años, luego de varios diálogos de paz, se terminó ese gran conflicto armado hace un año; sin embargo, justo después de lograrse la paz, volvió a comenzar otra guerra.