Era mi razón una mano muerta y clara...
una mano atrevida llena de oscuridad y desesperanza.
Era el otoño sobre los campos secos.
Azul era la profundidad y rubí el cielo.
Ella -la que me odiaba- se murió en otoño.
Ya no recuerdo sus ojos de buitre en vigilia.
Ella -la que me odiaba- abrió sus ojos... pronto.
Noche de campo, negro. Noche de manos y caminatas.
Ella -la que me odiaba- murió en otoño...
Y se llevó el otoño al infierno.
Texto agregado el 27-11-2013, y leído por 105
visitantes. (2 votos)
Lectores Opinan
06-12-2013
Vehemencia pura casiopea_lamborghini
27-11-2013
otoños invernales, perdón infernales (ella era malisisisisima) elisatab
27-11-2013
muy bueno interesante
loselegidosdelsol
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