Mi prima Socorro es una de las profesionales mas destacadas que hay en este país. Es odontóloga y amasó una fortuna extrayendo muelas y colmillos de afamados jefes de Estado. Lo único malo es que no tiene un esposo o un hijo con quien compartir el sabroso bocado de la riqueza. Sólo le alumbra la alegría diaria de Pellejo, su perrito Salchicha. Su profesión absorvió su tiempo y no le permitió tener una vida familiar normal. “Nada de pretendientes, nada de novios nada de nada. Peor aún, nada de hijos que me estorban la vida porque no los aguanto”.
En estos dias ella me ha llamado para decirme que me invita a viajar a Egipto.
-Todo corre por mi cuenta, Benita.
-Pero Socorrito yo no quiero abusar…
-Ni una palabra, prima. Salimos el viernes por la noche. Lleva ropa ligera que hace un calor del demonio.
El día que llegamos a El Cairo fuimos a reponer nuestras fuerzas, durmiendo todo el santo día en el hotel La Efigie Encantada. Ya repuestas del hambre y del cansancio salimos a recorrer el centro, nos perdimos entre el sudor de la gente y la sofocación del calor que imperaba en la ciudad. Cuando llegamos al mercado, nos salió al paso un fuerte olor a guisados y a picante de papas con esencias que afectaron nuestro olfato. Las callejuelas del mercado estaban atiborradas de vendedores ambulantes que gritaban a todo pulmón sus productos como si fueran grandes tesoros. Cuando miraban con sorpresa nuestra facha de extranjeras se disputaban nuestra presencia para que soltáramos billete aquí y allá pero yo solo me animé a comprar un collar que tenía el “colmillo de la suerte”.
-Es hora de tomar un taxi que nos lleve a las piramides de Keops, Kefren y Micerino.
El chofer que nos llevó estaba metido en una túnica blanca impecable, su rostro era de color café, parecido al tono que tenian los demás hombres del Mercado. Nos llevó por el borde del apacible y legendario rio Nilo que atravezaba la capital con su imponente inmensidad; el panorama cambió cuando le siguieron amplios arenales con unas casuchas que adornaban el desierto. Al final del camino, el sonido del silencio se impuso en aquel solitario lugar; atrás quedaron el caótico tráfico de buses, los minaretes, las mezquitas, las carretas de burros y el tumulto de los transeúntes.
Durante el trayecto Socorro me reveló ciertas cosas que me sorprendieron. Me dijo que “el motivo de este viaje inesperado es a raiz del sueño que tuve la semana pasada”.
-Hemos venido hasta aquí ¿sólo por un sueño que tuviste?.
-Sí, estoy preocupada por la parte no revelada del sueño. Justo me despertaron cuando estaba por descubrir el extraño asesinato de mi tía Devoción, la mas próxima heredera de mi fortuna. Ella es la única que me ha cuidado desde niña y me ayudó a enfrentar la enfermedad que me está destrozando la existencia. Mi tía, !que Dios la tenga en su Gloria!.
-¿Qué soñaste?, le pregunté con cierta curiosidad.
-Soñé que un hombre de túnica blanca, con rostro de color café, me tomó delicadamente del brazo y me llevó a caminar por unas pampas de arena, en las afueras del Cairo. De los bolsillos de su túnica blanca sacó un pergamimo con olor a cebolla. Me sorprendió terriblemente que tuviera dibujado el rostro de mi tía. Cuando le pregunté airada cómo sabía de su rostro si nadie conocía a mi tía por esta parte del mundo, él me respondió que un hechicero del mercado, de esos que abundan aquí, dibujó su silueta.
-No veo qué relación hay entre el pergamino con el asesinato de la tía Devoción.
-En la cara posterior del pergamino había una inscripción escrita con tinta roja.
-¿Qué decía la inscripción?
-Lo ignoro. En ese preciso instante la camarera me tocó la puerta, como a las once de la mañana, para avisarme que mi desayuno estaba listo. De allí en adelante he tenido la idea de viajar contigo para descubrir una señal que me guíe a descubrir quién mató a mi tía asi como el contenido de esa enigmática inscripción.
-Hemos llegado, señoras –nos interrumtió el taxista-.
-No se vaya. Le pago el triple de su jornada si nos espera hasta cuando el sol decline.
El taxista aceptó la tentadora oferta, nos dijo que lo llamáramos Samir. Antes de irnos él se ofreció para cualquier ayuda, nos recordó que años atrás se dedicó a escavar estos lugares en busca de tesoros, y con las ganancias llegó a viajar por todo el mundo incluyendo sudamérica, pero que ahora se le terminó el dinero y ya no sigue con el oficio porque la gente ha saqueado tanto tanto, que el desierto está reducido a ser “una sábana sin nada de valor qué ocultar”. Nos despedimos con la sospecha de que Samir podría ser el hombre de su sueño, el del pergamino. “¿Qué relación tendría él con la fortuna de mi tía?” nos preguntamos instintivamente.
Avanzamos hasta que detuvimos nuestros pasos en el lugar donde el sol tenía un color rojizo. Su brillo estaba reflejado en un vidrio ambar, al pié de la pirámide mas grande, la de Keops. Lo tomamos como una señal en donde debíamos empezar la escavación. “Este es el lugar, empecemeos aquí” dijo Socorro apuntando con el índice. Nos reclinamos para empezar una faena que parecía ser facil pero el transcurso de las horas nos convenció que era muy agotadora. El chorro del sudor por momentos nos nublaba la vision; la sed era insaciable y el calor agobiante. Al llegar a los dos metros hicimos un alto para pedirle a Samir que nos ayude a seguir con la escabación.
Mientras que Samir seguía avanzando con la pala, tirando arena a diestra y siniestra, mi prima evocaba con nostalgia, el recuerdo de la tía Devoción.
-Ahora que me acuerdo, ella me contó, dias antes de morir, sobre el inesperado viaje que hizo a este lugar y lo maravilloso que fué compartir con sus amigas de la iglesia. No avisó a la familia porque quería tener privacidad y que nadie la desanimara de viajar.
El taxista nos interrumpió preguntando el nombre de nuestra tía.
-Se llamaba Devoción Alegre, aquí vea su foto.
-Si, recuerdo que ella me pidió que la llevara a conocer las pirámides.
-¿Si?. Cómo son las coincidencias… el destino se encarga de enlazar dos momentos importantes en mi vida familiar. Primero, conduces a mi tía y luego a nosotras, sus sobrinas, a este mismo lugar. Ella está bajo tierra y ahora nosotras aqui, tratando de descifrar quién rayos le quitó la vida.
-Recuerdo haber hecho una parada en el Mercado para que uno de los artistas ambulantes, la dibujara en una hoja de papiro “para mostrárselo a mis sobrinas y me crean que yo estuve aquí”, llegó a decirme su tía muy emocionada.
Habíamos pasado casi toda la tarde bajo el sol cuando de pronto una cajita muy pequeña apareció en el fondo de la fosa. Quedamos sorprendidos que un simple sueño empezara a cobrar algo de realidad. Samir retuvo la respiración, temblando ligeramente antes de jalar la liviana caja cubierta de humedad. Pasaron minutos de tensión antes de centrar nuestra mirada en ese cofre.
-Espera, espera… salgamos de la duda, Samir. Si usted sabe algo del asesinato de nuestra tía, díganos la verdad. !Algo tiene que haber pasado en ese viaje!.
Nadie dijo una sola palabra. Solo recuerdo que Socorro, con sus diestras manos de cirujana, abrió y extrajo un collar que tenia un “colmillo de la suerte” exactamente igual al collar que yo tenia colgado en mi cuello, también extrajo el papiro que tenia escrita con tinta roja, la palabra: TA-NI-BE; que era el revés de mi nombre BENITA. Socorro se desvaneció pero felizmente fué sostenida a tiempo por Samir. El se convirtió en la pieza clave para ayudar a mi prima en toda la gestión policial, incluso fué el testigo principal del juicio que se abrió en mi contra.
Si, si, yo asesiné a mi tía. Me duele decirlo,pero la desesperación me cegó. Pensé que sacándola del camino yo sería la próxima heredera de Socorro. Todo estaba calculado, a ella le quedaban solo unos meses de vida, pero no previne que con la enfermedad se le despertara el instinto premonitorio, a traves de los sueños. Yo no contaba que un simple sueño me pudiera delatar . Claro, es cierto que yo acompañé a tía Devoción a ese viaje. Quise dejar huella de ese recuerdo enterrando el colmillo y el papiro al pié de Keops. !Increíble pero cierto!
Estas líneas han sido trazadas desde la prisión. Saldré dentro de veinte años. Para entonces no tendré nada de nada, ni dinero ni familia, ni esperanza.
La fortuna de Socorro quedó finalmente, en manos del hombre de túnica blanca y piel marrón, que siempre estuvo en sus sueños, Samir el Egipcio.
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