Embravecido sopla el viento otoñal,
barriendo con sus alas, la preocupación,
que late enraizada con fuerza en mi corazón,
debilitando cada día mí gana vital.
No me preocupo, ni siento furor,
nada es pesado para el que tiene alas,
si podemos volar, enfriamos el ardor,
aunque ¡duela! y se dificulte evitarla.
En noches largas, pesadas, por temor,
traté de aligerar lo que oprimía mi corazón,
lo que conseguía era aumentar el dolor,
abrumado, confundido caía en la sinrazón.
Hoy exhalo a plenitud la felicidad reprimida,
como ave fénix fluye ahora la emoción retenida,
porque la calidez de tus besos son míos, sin vacilación,
poniendo a volar como nunca mi imaginación.
JOSE NICANOR DE LA ROSA.
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