Yo era de los que me reía de la gente que salía por televisión, diciendo esa frase tan manida de “semos personas humanas”; desde mi atalaya soberbia pensaba que aquellas “princesas del pueblo” que narraban hasta el exagero su mediocre historia, y aquellos efebos musculados que tenían como único orgullo y cualidad los de estar horas y horas en el gimnasio, concentrados en modelar su cuerpo para estar a la altura de las circunstancias en sus bolos discotequeros; cambiando la tradición de contemplar los cuerpos de sus congéneres, por escrutar su propia imagen en los espejos colocados, estratégicamente, por todo el gimnasio y controlar las carreras de gotas de sudor y la dureza de sus músculos de “narcisos” hedonistas.
Un día cualquiera, encontré una de esas exquisitas webs de apicultura, mi pasión; tenía cientos de tipos de miel, las flores con las que correspondía y hasta un apartado de venta “online” de accesorios, máscaras, guantes, maquinas de humo; en fin todo lo necesario para esta arriesgada actividad cercana a los deportes de riesgo y totalmente adrenalínica.
Armándome de paciencia, comencé a rellenar uno de esos tediosos formularios en los cuales te piden todo tipo de datos, cuando en realidad solo les interesa tu correo para poder “spamearte” a conciencia, marque la casilla de Apicultura Gótica y me preparé para entrar en Hotmail y responder el mensaje de confirmación.
Cual no sería mi sorpresa al comprobar que aun faltaba un paso; algo o alguien de aquella atractiva web me mostró un campo nuevo e independiente; instándome a repetir una retahíla de letras inconexas después de aceptar las condiciones de uso.
Intrigado pase el ratón sobre el anagrama del CAPTCHA, que así se llama este engendro y se abrió un cuadro con el texto: “Usted debe copiar las letras que le mostramos para cerciorarnos de que es humano”.
Como cualquier usuario de la red que se precie, me dirigí raudo a la Wiki e introduje, no sin dificultades, el retorcido “palabro” desconocido para mi hasta la fecha.
Encontré la definición que era, más o menos la misma que venía en el recuadro del formulario; ítem más también describía varios tipos de CAPTCHA:
CAPTCHA sencillo (solo hay que copiar al pie de la letra la palabra o letras que nos propone).
CAPTCHA para iniciados (las letras van unas encima de otras y pueden ser mayúsculas o minúsculas; aunque en algunas páginas no aplican esa distinción).
CAPTCHA nativo (además de las letras ponen la foto de un número de portal o edificio, en la que no se distingue muy bien entre los treses y los ochos, y/o entre los ochos y los ceros).
CAPTCHA para deficientes visuales (le das al botoncito y una voz de ultratumba te dice: &5&·$¿?=)(&/??¿?=¨Ç*^^;AAAAAAAAA¿=/·”&%$&()/(Ǩ*^DOOOOOOCE$&/=(&)=?$)/¨*
^Ǩ*JOOOOOOOOTAAA/%=()&%CE EEEEEEEEERO......BRUGHHHHH).
Por fin el último tipo, no por ello menos sofisticado y molón:
CAPTCHA mosca cojonera (viene a ser una mezcla de los anteriores, con la diferencia de que al darle a enviar te dice que has rebasado el tiempo concedido y suele optar por dos supuestos: Repetir otro cuadro diferente u obligarte a rellenar otra vez el formulario después de refrescar la página.
Me dio por pensar que habiendo tantísimas cosas maravillosas por descubrir o inventar; que después de estrujarse la cabeza humana durante milenios para saber si la tierra es cuadrada o molestarse en recibir un manzanazo en toda la cabeza para dictar una ley; este “buen hombre” inventor del CAPTCHA se levantó una buena mañana, enfadado con su esposa o con el mundo por hacerle madrugar y ganarse el pan; y mientras se comía los cereales y los huevos revueltos, una bombillita se encendió en su macabra mente: “les voy a hacer pagar tantos años de trabajar doce horas al día, tanto bullying y sobre todo me voy a vengar de Timothy, que me llamó gordo delante de Carol cuando estábamos en tercero”.
“Voy a inventar el CAPTCHA, me las van a pagar todas juntas y encima voy a hacerme millonario.
Entonces comprendí que había vivido toda mi vida menospreciando a aquellos, que sin temblarles un músculo, decían haber estudiado en "la universidad de la vida" (como si los que estudian en La Sorbona no vivieran, además de formarse y adquirir conocimientos) y no arrepentirse de nada de lo hecho (por lo visto en la universidad de la vida no existen maestros que te hagan saber si has errado en tus decisiones, o si el libre albedrío pudo llevarte al error).
Yo era el que estaba equivocado, si somos personas humanas cuando alguien se molesta tanto en confirmarlo; bueno algunas personas son bastante inhumanas como el egregio inventor que dedicó sus mayores esfuerzos para desarrollar su aplicación, nacida del rencor y de su complejo de inferioridad.
Mi autoestima se sumió en un profundo hoyo, después de cuatro intentos vanos de adherirme a “Psicología de la Apicultura, pros y contras”, “Un lugar al que quedarás pegado como moscas a la miel”; apagué el ordenador y me fui a correr unos kilómetros, con mi bandana azulgrana y una lata de Red Bull; esa noche quería ir de marcha y pasarme por el OTTO; uno que quedó sexto en Gran Hermano IV estaría allí firmando autógrafos (se rumorea que estuvo un mes concentrado en un SPA con una grafóloga libanesa, aprendiendo a firmar y no limitarse a poner una pequeña y tímida X).
©Aguilagris |