BRINDIS

Ayúdame,
Flor de Egipto milenaria, que el azul genera que me parta en pena.
Decayendo voy,
Sin prisa, en el perdón de otras vidas.
Muriendo fin,
Y en veneno cara.
Por tu regalo di mil monedas, que osadía.
No se compra la belleza del amor
Con las piedras que habitan en el rio.
Arrepentido con la conciencia iluminada
Y con los cardos lacerando las palmas de mis manos,
Te di la oportunidad que hoy no tuve,
Ni en años poseí.
Y a tu encuentro, con la frente rota,
Divise todas las caras de la miseria.
De miel untada la tortura,
Corte en pedazos la esperanza en tiras
Que devolví a cada uno en su bolsa.
Y hoy maltrecho, caído, ciego de tanta luz,
Creo ver sombras verdes en tu cama.
Auxíliame
Que la sangre corre por las sondas
A ser guardada y preparada.
Para beberse por los siglos, un banquete.
Por las veredas que recorren este mundo.
Y te ruego no des mas trabajo a mi cielo,
Que en mis células te he visto enamorada.
Y gracias,
Por detener la rueda,
Por echar arena en la balanza,
Por restaurar la obra destrozada,
Por dejarme ir,
Y por permitir que vuelva,
Con los miles de millones de mañanas.
Que osadía,
Pedirte lo que no te he dado,
Tomar de lo que no te ofrecí,
Y rogar por lo que renuncie en mi,
Aun necesitándolo.
Ni de colores, ni sin formas, ni con manchas,
Regresa un fantasma arrodillado,
Sediento de las lágrimas del cielo,
Agradecido por cuantas aves cantan,
y deseando el homenaje del olvido,
el zumo germinal de la alegría.
Por cada una de esas horas magras.
Salud.

Juan Piaggio