Nada más hizo llegar a la funeraria para ser abordado por una de las personas que estaba en el funeral.
- ¿Te distes cuenta de qué murió el difunto?
- ¡No! -Respondió el recién llegado.
- ¡Bueno! -Dijo el otro -Todo el mundo dice que fue de una enfermedad rara –Se le pegó al oído y le soltó muy bajo- ¡Dicen que fue de Sida!
El recién llegado dio un traspié al escuchar el nombre de la enfermedad que había despachado a su vecino para el otro mundo. Aclaró los ojos, se les aflojaron las rodillas. El corazón palpitó acelerado cambiando su rostro de color. Sin poder sostenerse caminó como pudo hasta encontrar una silla vacía, derrumbándose en ella al lado de una mujer entrada en edad que, sin reponerse le dijo de sopetón.
-¡Dicen que la mujer también tiene Sida! ¿Quién lo iba a creer? ¡Fue ella que se lo pegó! Con su carita limpia de mosquita de yo no fui ¡Lo estaba engañando con otros!
- ¡Está bien! ¡Está bien, señora! ¡Guárdese sus comentarios, no me interesan! -Dijo esto levantándose del asiento sin apenas calentarlo, alejándose del lugar.
El hombre sudaba, la adrenalina se le subió, sintiéndose mal. Apenas le salían las palabras y las manos les temblaban.
Un poco más allá, retirado de la doña con quien había cruzado algunas palabras, encontró una silla vacía, la tomó, colocándola en un lugar apartado de la gente.
No terminaba bien de sentarse cuando escuchó a su espalda una voz que le dijo.
-¡Compadre! -Volteó la cabeza alcanzando a ver a un hermano del difunto que le había bautizado uno de sus hijos. Caminaba hacia él, cargando una silla, sentándose a su lado, apartado del velatorio.
-¡Cómo estás, compadre! -Respondió compungido extendiendo su mano temblorosa para saludarlo.
-Mi compadrito, todo el mundo dice que mi hermano murió de Sida -Fue lo primero que le tiró a la cara -¡Esa desgraciada! -Dijo esto dirigiendo una de sus manos hacia donde estaba sentada la mujer llorando al marido que había firmado con Los Astros- Se lo comió -Siguió diciendo -Todo el barrio está infectado ¿Por qué, no fue uno, ni dos los hombres que pasaron por ahí? Es una peste. ¡Sin los que faltan, es muy joven y bonita la condenada!
El hombre en definitiva optó, como pudo, con retirarse del funeral.
JOSE NICANOR DE LA ROSA.
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