La posibilidad de teletransportación ya dejó de ser un imposible. Con sencillos pasos y sin sofisticados aparatos o herramientas ya se le puede decir adiós a los largos viajes en trenes, buses, aviones o automóviles.
Fue un secreto celosamente guardado en el Área 51, de la Base de la Fuerza Aérea Edward, en el sur de Nevada, EEUU. Nos llegó a nuestra mesa de trabajo, un dossier conteniendo información que fue celosamente guardada y a la que pudimos acceder para que hoy el mundo se entere del hallazgo.
Nada de mágicas desintegraciones e imposibles integraciones de moléculas,
Las religiones supieron de ellas y las tomaron como signos de dominación por los siglos de los siglos. Ya desde los esotéricos tiempos existieron avances en esa dirección. Es una elemental técnica que permite separar el cuerpo del alma. En ese estado y ya fuera del cuerpo, a través de la energía del pensamiento poder trasladarse a los lugares más extraños o lejanos que podamos imaginar.
El viajero cósmico, se debe acostar en una cama lo mas cómodo posible, realizar los ejercicios respiratorios de relajación, como los hindúes nos enseñaron.
Solo hay que concentrarse en el momento en que la conciencia deja paso al sueño y en ese maravilloso instante tomar el control de nuestro espíritu. Cuerpo y mente perfectamente diferenciados. Cuando se alcanza este estado, no se siente el peso de la gravedad, podemos volar, correr y saltar sin esfuerzos y regresar inmediatamente a nuestra voluntad al cuerpo que nos da refugio. Solo resta idear los lugares donde querremos estar iniciando un maravilloso viaje cósmico.
En ese estado plasmático, si bien somos visibles para el resto, nuestro cuerpo se muestra como un holograma, y dependerá lo que indique la conciencia los comportamientos que queramos emular de nuestro cuerpo.
A diferencia del viaje tradicional, en este derrotero tomamos el control a través de nuestra psiquis e iniciamos un asombroso viaje onírico, mientras nuestro anticuado medio de movilidad que dejamos momentáneamente, descansa y repone energías.
Fueron miles de años de civilizaciones de cambios sin que nadie cuestionara reemplazar el pesado, antiguo y anacrónico cuerpo humano, de grotescos movimientos, espantosos combustibles, frágiles estructuras, hacia las innegables fuerzas energéticas que nos brinda el pensamiento.
El alma liberada de su pesado y hosco compañero, que vaga en plenitud y logra que mientras nuestro cuerpo descanse nuestros pensamientos nos paseen por donde nuestra imaginación quiera llevarnos.
Es un estado de energía pura, cósmica, que nos acerca y nos mimetiza con todas las fuerzas que se desplazan por el Universo.
A pesar de haber realizado infinidad de viajes, las primeras experiencias resultaron impresionantes; ver en perspectiva y a distancia nuestro cuerpo en dulce descanso y nosotros en un viaje astral por los confines del universo no deja de sorprendernos. Es que hasta allí hemos llegado. Galaxias distantes, constelaciones y planetas, algunos que ya no existen y otros que por la magia de la transportación, pudimos disfrutarlos.
El misterio de la vida y de muerte, toman importancia relativa. ¿Cuánto de vida hay junto a un cuerpo? o ¿qué es la muerte en un alma en libertad?
OTREBLA
|