Asimilar la verdad. Trasladarse del momento anterior al de su pronunciación, al que sigue inmediatamente después de conocerla.

Darse cuenta que la vida no será nunca más igual por el dato que nos ha sido aportado.

Cuando la información entregada puede ser no solo nueva, sino brutal.

Si nos transforma para siempre en aquello que no queremos, no sabemos, o simplemente no queremos. Es la apuesta de aquello que no podemos determinar.

Ninguna especulación alcanzará para las dimensiones de semejante crimen al conocimiento de nuestra realidad.
Una agresión evidente a nuestros caminos. Torcedura enorme de borradores y también definitivos.

Esparciendo sueños, cerrando nuestros ojos. Dejando muchísimo a la imaginación por variar nuestras vidas con un decir inclemente, demasiado real para creer la falsedad de lo impresionante, de lo superfluo, de lo que fuera pasajero.

No ser los mismos. Como volver de un largo viaje con recuerdos. Como cuando se llora demasiado, se ama a fuego lento o se extraña con el instinto de la carencia.

Cambiar. Modificarse. Ver pasar el mundo y en un turno fatídico movilizarse a un lado de nuestras vidas, verlas pasar por el frente sin reparos.

Lamentar. Emocionarse. Sufrir. Sonreir o suponer, múltiples técnicas de adaptación al cambio. Verse envuelto de repente en un soplo de vida involuntario. Y elegir. Optar y apostar lo que creemos. En eso se nos va el miedo y las impresiones. Nos volvemos los mismos de antes, pero ya no lo seremos nunca más. Ahora existe la experiencia.


El Coronel