Inicio / Cuenteros Locales / Gatocteles / El fantasma del ajedrez
Hiro Tomiko era un científico de cepa y no creía en fantasmas. Por eso buscó un argumento racional para explicar la presencia persistente del centurión que lo visitaba en sueños para batirse en duelos épicos de ajedrez.
Así que determinó registrar en una computadora su flujo cerebral vertido a través de electrodos adheridos como sanguijuelas a su cabeza rapada.
Sin embargo sólo duró dos semanas el contacto con la entidad que se nombraba Titus Adrianus, y que sólo hablaba latín y no japonés, lo cual dificultó aún más las cosas para Hiro Tomiko, quien muchas veces se despertó por pura fuerza de voluntad en mitad de jugadas cruciales de su Ego onírico ante el romano, disponiéndose a garabatear las palabras que retenía gracias a una memoria tan prodigiosa como su intelecto.
Una noche de diciembre el Ego de Hiro Tomiko se encontró solo ante el tablero donde el contrincante le diera mate al devastarle la defensa del rey, y no soñó más con Titus Adrianus.
Los días siguientes Hiro Tomiko visitó a un amigo de confianza, quien le tradujo las palabras que formulara Titus Adrianus sin perder el temple del rostro alargado y duro reclamado por las cicatrices.
Así fue como Hiro Tomiko se demudó al escuchar las sentencias que su compañero desentrañaba de los caracteres tortuosos ante sus ojos aturdidos…
Una semana atrás concluía la rendición final de las Galias, y Titus Adrianus al fin despertó luego de librar un combate absurdo con un rapado Hombre-Muerte de ojos rasgados, capaz de sostener con su puro pensamiento un ajedrez estilizado en la urdimbre de los tiempos, donde el centurión agonizante toleró reglas absurdas dictadas por el ser que nunca pronunció su nombre.
De manera que Titus Adrianus pestañeó mientras sus oídos percibían el ajetreo en el campamento donde los hombres limpiaban a los caballos y se prodigaban obscenidades.
Los ojos lagañosos del soldado se acoplaron a la luminosidad de la mañana, y de súbito descubrió las facciones correosas de Gaius Iulius Caesar, quien estrujaba la frente al mojarle la enorme boca reseca con un pote de licor.
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Texto agregado el 21-11-2013, y leído por 294
visitantes. (7 votos)
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Lectores Opinan |
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08-12-2023 |
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me perdí también, lo sientoooooo silpivipiapa |
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21-01-2014 |
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El deporte más sangriento que ha inventado el hombre. Barrunta |
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21-11-2013 |
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Me perdí al final. Debe ser por mi culpa. Rentass |
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21-11-2013 |
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La urdimbre que tejes es de una fuerza que no da posibilidad de librarse. Me gustó la convergencia del tiempo en el sueño.
un abrazo. umbrio |
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21-11-2013 |
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Si Tomiko hubiera soñado con Vercingétorix, en lugar de con el romano, habría tenido mejor suerte. ZEPOL |
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21-11-2013 |
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Hay que estar, o no estar, a lo que se está. stracciatella |
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