Soy un especialista de los trastornos mentales en los seres humanos. Siempre me interesó saber con certeza lo que sucede adentro de nuestras cabezas y por eso fue que decidí estudiar la especialización que me acredita como frenópata. Me interesan mucho las prácticas realizadas por mis antecesores, especialmente me llama la atención la lobotomía; francamente lo que a mí me gustaría hacer es introducir un cuchillo en cada ojo de mis pacientes; esto con el fin de que mueran, pues ya estoy cansado de atenderlos sin poder darles una solución real a sus problemas.
Nunca me han importado las dificultades de las personas que atiendo, claramente lo único que me atrae de mi profesión es la plata; una de las principales razones por las que estudié esto, es porque, cuando terminé el bachillerato, vi en un periódico que los alienistas son los profesionales más acaudalados, por eso creé un consultorio en el que sólo atiendo a los individuos que poseen mucho dinero; por eso soy uno de los mejores negociantes que existen en todo el mundo. Mi trabajo es muy sencillo, receto pastillas y recibo muchos billetes de altas denominaciones, en eso se resume todo lo que hago, no hay nada más que añadir.
Aunque sé que hay muchos bípedos que realmente necesitan mi ayuda, entre ellos, los que están muriendo de hambre o de sed; o los que están relacionados con las guerras, no estoy dispuesto a prestar mis servicios a porquerías de estratos bajos, pues no pueden sostenerme, es decir, que con lo que ellos, eventualmente me pagaran, no podría conducir una camioneta de última generación, ni podría vivir en el barrio más costoso de mi ciudad, tampoco podría comprar fincas, ni hacer todo tipo de viajes. Además no podría compartir con mis familiares y amigos todos los lujos y excesos que poseo.
La verdad es que soy un aprovechado de los sufrimientos de los demás, me divierto mucho con los padecimientos de los terrícolas que tengo que atender. Mi causa es proteger a mi familia, estoy exclusivamente interesado en que mis parientes vivan plenamente, los demás no me preocupan en lo más mínimo. Me corresponde afirmar que las enfermedades de la mente son reales, porque si no existieran, ¿Qué pasaría con mis transacciones? Por ejemplo, cuando alguien me dice que tiene paranoia, yo niego que es peligroso tomar un bus, un taxi, salir a la calle o quedarse en casa, sé que en un atraco en cualquier de esos lugares uno podría morir, pero lo niego, ¿para qué? Pues para continuar con mi forma de lucrarme. Se supone que la esquizofrenia es salirse de la razón, pero nunca me he atrevido a acusar de esquizofrénicos a los hombres que eyaculan ni a las mujeres que reciben el semen para quedar embarazadas. Una vez más estoy tratando de mantener mi opulencia.
Soy completamente insensible con respecto a las tragedias ajenas, no las comprendo, o más bien, no me importan. Estoy de acuerdo con todos los religiosos, porque somos colegas en los intereses financieros; no apruebo que las personas se suiciden, los acuso de cobardes, porque si el suicidio fuera legal, entonces, perdería mi suntuosidad. Nos comunicamos luego, pues ha llegado a mi despacho una nueva víctima del destino, perdón, un paciente.
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