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Era una chica sagaz e inteligente, con la mirada penetrante de una madre. Él la amaba.

Ella se fue un día dejando sólo una pequeña nota.

Tuviste razón pasó lo que esperabas que pasara

La casa

La casa estaba hecha un desastre, todo tirado. La ropa sucia en el suelo del pasadizo, los platos mugrientos en el fregadero y la comida podrida en el refrigerador malogrado. Para colmo se llevó al gato, la graciosa mascota que él quería tanto.

La amiga

Pasó una semana en casa de Berta, su mejor amiga, se conocían desde pequeñas, nunca se separaban hacían todo juntas; fueron a la escuela en el mismo salón, pasaron al mismo colegio, tuvieron el primer enamorado a la misma edad, se emborracharon al cumplir los 15 con un par de botellas de vino, ingresaron a la universidad y estudiaron en la misma aula. Hasta que un buen día ella dejó de verla por algunos días, eso no le importó al principio, sólo era porque estaba entretenida con el nuevo enamorado, ya se le pasaría, lo dejaría al poco tiempo al igual que a los otros; pero eso no pasó, por ello, Berta siempre miró con desconfianza y resentimiento a ese tipo.

Los recuerdos y los deseos

Estuvo tendida todos esos días en la cama de la habitación de aquella amiga entrañable, pensando como empezó todo. Él un chico tímido y extraño había despertado una obsesiva curiosidad en ella. Se le acercó para descubrir aquel misterio, lo que halló la intrigó aún más, porque tras esa apariencia opaca él era divertido, inteligente y con una imaginación que la cautivaba. Recordó la vez que fueron a ver el mar y ella se perdió en su mirada fisgona. Cuando corrieron por las calles en plena lluvia, salpicándose con los charcos de agua y tomándose las cálidas manos. Las veces que hicieron el amor y él la estremeció entre sus brazos y la besó con una pasión incontenible. En los orgasmos repetidos que le provocaba. También pensó en como detestaba esa actitud esquiva y silenciosa. Y como fue justamente eso lo que les causó tantos problemas. Ella no quería a un hombre igual que su padre, en ese momento lo evocó entrando a su casa con la mirada en el piso y el ceño fruncido. No hija, ahora no puedo jugar ¿Dónde esta el control remoto? ¿Estas bien Alberto?, preguntaba su madre, sí no te preocupes, decía ¿Hay algo de comer? No definitivamente no quería una relación así. Estaba segura de que el hombre tierno, cálido y sensitivo que ella quería se encontraba en algún lado.

La despedida

Llevaba puesta una blusa blanca y la falda de flores, que tanto le gustaba a él. Se había decidido partir a aquella provincia lejana y abandonar Lima por un buen tiempo. Sentada en aquel ómnibus, con el gato en las rodillas y los ojos rojos de tanto llorar, ya no había marcha atrás, aceptaría el empleo en aquel lugar que no conocía y ahí podría empezar otra vez.

El reencuentro

Él regresó del trabajo muy de noche y al entrar al departamento escuchó el maullido del gato, prendió la luz y la vio sentada en el sillón con la cabeza gacha. No hablaron por un largo rato. Luego, ella dijo:

- Hice lo que decías que haría. Fui en busca de mi verdadero amor y ahora estoy de regresó.

El silencio se apoderó nuevamente de la habitación, fue cuando ella giró la cabeza, sus miradas se encontraron y, otra vez, como hace tiempo no ocurría, sus sonrisas surgieron conjuntamente.



Texto agregado el 20-08-2004, y leído por 215 visitantes. (0 votos)


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