La campana

Mi cuerpo y mi mente ya separados, me permitieron ver más allá del muro, rompiendo la esencia de lo que no puede ser, dándome por fin la posibilidad de observar a los maestros, pero no supe o no pude comunicarme con ellos, aún no estaba preparada, así es que me enviaron de regreso, a esperar aquí, hasta que fuera digna de alcanzar el conocimiento que haría repicar la gran campana.

Así es que me senté ante la puerta, la campana que anunciaría mi presencia permanecería muda; algún día podría hacerla tañer en el lenguaje de los maestros, así que me cobijé a la sombra de un sauce que sumergía la mitad de sus cabellos en el río y acomodé mi débil cuerpo cruzando las piernas, sumergiendo mi mente en el libro de las profecías, ese que había recibido en herencia y comencé a repetir las antiguas palabras como un mantra, hasta lograr entenderlas.