No es tan difícil volver a las raíces, digo, mover el centro de gravedad del cuerpo como si no fuese el de uno, sino el de todos; las extremidades danzando sin miedo arrugando y estirando la piel que se contorsiona contenta al ritmo de la música del viento. Sin embargo me hizo falta pararme sobre mis dos patas con tesitura para tomar control de los huesos y las articulaciones. La apertura de la Raíz moviliza los sueños, las intenciones, los deseos; las pasiones no más pasionales, ni racionales, ni lejanas, sino más bien concretas hasta cuando inmateriales. Al fin y al cabo, aunque sea fácil olvidarlo, no hay nada que temer, la arena sigue existiendo, las montañas sabias erguidas siempre en su lugar; el cielo como Extensión, la Intención como Intensidad; sensación de plenitud; es que Mutti ¿no te dije? Yo me voy a aprender a vivir moviendo las caderas de un lado para el otro, caminar con las manos me sienta bien; la acumulación de sangre en la cabeza me hace pensar menos, ser un poquito más. Lo genuino. Lo que deviene de sentimientos puros, de intenciones que trascienden el uno. Lo grandioso del cuerpo es que encaja con otros cuerpos, y así podemos ir generando, no una masa uniforme, sino más bien un rompecabezas, donde cada uno cumple su función y papel, en tanto está encastrado con el otro; haciendo o no haciendo, pero siempre generando, transmitiendo (hasta vos el de allá atrás, que te pensas que quietito ahí mirando al piso no formas parte, sos potencia en estado puro). La imagen que juntos formamos es la del Mundo, la Existencia misma en estado Latente (¿es que existirá un estado adormecido?) Cúmulos de átomos por aquí, cúmulos de átomos por allí, y si me toma la mano y me mira profundo en los ojos la excitación se contagia uno por uno hasta generar cachetes sonrojados y sueños de amores en bicicleta (¿y si nos subimos a una bici y nunca dejamos de pedalear? Juntos, claro.) Y ojala pudiera algún día trascender la asociación, los cúmulos y reverdecer en átomo libre, verdadero y único anarquista; onda luminosa o tan sólo el viento, cualquier nutriente activo que da vida y muerte, y devuelve, siempre devuelve, de planeta en planeta. Sin embargo mi fenómeno hoy es esta Ciruela, o Persona, y no puedo dejar de oír la voz del abuelo llamando en mí al humano; a la apertura de posibilidad que representa; con la psiquis y el cuerpo, que al ponerse en movimiento hace girar la Tierra, generando la energía necesaria para poder seguir abrazandonos los unos con los otros hasta llegar a comprender, que no hace falta tener un fin (ni un comienzo), sino más bien ser el fin (y el comienzo) en sí mismo... y dar siempre dar (y amar.)