Soy un antropófago y me siento orgulloso de serlo. Quisiera contarles acerca de mi forma de ver la vida, para que me entiendan un poco; todo comenzó cuando era niño, mis padres y yo vivimos en el bosque y por las tardes a veces yo me inmiscuía entre el boscaje, imaginando que era un superhéroe, peleaba contra las arboles en mi imaginación, yo les mandaba poderes hechos con mis manos; como sucede en las series animadas que veía por televisión. Un día de esos, encontré a un hombre muerto cerca de un árbol muy grande, cuando lo vi, grité tan fuerte que algunos pájaros que estaban cerca de mí, se espantaron y huyeron, nadie me escuchó, por lo que tuve que calmarme a mí mismo. No sabía qué hacer, después de unos segundos, decidí que debía alejarme de allí, me devolví rápidamente a donde mis padres para contarles lo que había visto; mientras me devolvía, sentía que el viento enfriaba mi cuerpo de una manera aterradora, corría muy rápido pues algún tipo de paranoia me afectó, aunque sabía que en realidad nadie me estaba persiguiendo.

Cuando llegué, golpeé la puerta de mi casa como si un monstruo gigante estuviera tras de mí, mi madre abrió la puerta y yo le dije con voz entrecortada – Hay un hombre muerto en el bosque -. Ella pensó que yo le estaba diciendo mentiras, y que había confundido un animal con una persona, sin embargo se ofreció a acompañarme para verificar mis palabras; la conduje entre el monte con seguridad, aunque por un momento sentí que me había perdido; todos los árboles eran muy similares, así que yo no estaba muy seguro del lugar al que quería dirigirme, cuando pensé que no iba a poder encontrar la zona donde se encontraba el fallecido, me di cuenta de que debía caminar hacia la izquierda y por fin encontramos el cadáver. Mi progenitora no demostró mucha sorpresa al ver al terrícola, aunque pude ver su expresión de horror, supongo que no gritó ni se expresó mucho porque debía transmitirme tranquilidad. Me dijo que debíamos devolvernos para avisarle a mi papá cuando regresara del trabajo.

Estuve en mi habitación muy nervioso tratando de concentrarme en jugar con mis muñecos; dos horas después mi padre llegó y le contamos lo sucedido. Él nos comentó que el poblado estaba presentando una gran insuficiencia de alimentos y que no teníamos qué comer por varios días. Nos dirigimos hacia el sitio del occiso y mi progenitor sin decir nada, lo levantó y lo puso sobre sus hombros, nos devolvimos y mis padres lo pusieron en la cocina. Ya llevábamos varios días sin poder comer cómodamente, así que ellos decidieron partir al hombre en trozos y nos lo comimos; esa fue la primera vez que probé carne humana y les voy a decir que el sabor de ella es mucho más delicioso que la carne de cerdo. Hubo una gran hambruna en mi pueblo, por lo que muchas veces exhumamos tumbas para rescatar algo de los cuerpos.

A mí me entró una inquietud, pues entre más vieja era la persona la carne tenía un sabor menos sabroso, por lo que les propuse a mis progenitores que secuestráramos niños, lo hemos hecho varias veces, y quiero decirles que si quieren tocar el cielo, aliméntense de un niño, su sabor es excepcional, es lo más exquisito que he probado; lo más delicioso de los infantes son las córneas, pruébenlas, no se arrepentirán. Para cocinarlos, quítenles la ropa, amárrenlos con lazos resistentes y pónganlos en la estufa para quemarlos vivos, luego, cuando ya hayan muerto, deben quitarles los lazos, partirlos en fragmentos y los pueden servir en un plato común. Ya soy un adulto y junto a mis padres seguimos secuestrando chicos. Nos vemos después, porque ya me dio hambre.