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Raquel, tus ojos impávidos, fijos en esa pared blanca queriendo depositar en ella el secreto de toda una vida de correrías y diversiones, sin más compañía que tus recuerdos y la nostalgia al sentir el flujo del peso de los años que rodea el armazón frágil de tus huesos. El tiempo inexorable y cruel truncó tus actos de placeres, siendo menospreciada cuando tu cuerpo hermoso perdiera el encanto dulce del ardor y la pasión sublime de la carne. Tu infancia frívola e inquieta, trepó insegura la pared indispuesta de una sociedad en la precariedad y el ocio, símil y dócil, resquebrajada en lo más profundo de la responsabilidad paterna, rodeada de vicios.

Tu padre de te lo decía, Raquel, “El sacrificio se impone en éste momento”, “La vanidad condiciona e inhabilita los sentidos, acabarás mal”, “Tu hermosura será tu perdición”. Sus palabras martillan tu cerebro débil como una maldición. Ellas marcaron tu destino, tejieron la senda boscosa que dilapidara la productividad de tu existencia y enclaustrara tus últimos días entre cuatro paredes donde agoniza. Sus regaños y consejos continuos; intimidaban el amor que debías profesarle al arquitecto de tus días, multiplicándose cada vez más el afecto por tu madre que siempre estaba presta a satisfacer todos tus caprichos cuando llorosa corrías a refugiar en su regazo tu hermosa cabeza. Ella con un mohín regañaba a tu padre al no complacer tus apetencias.

El derroche y el lujo excesivo fue la escuela que disfrutara tu niñez. Las diversiones, fiestas, paseos, placeres; coronaron el pináculo de tu infancia, significado de tu vida adulta. Las comidas suculentas fueron los platos que saborearan tu paladar delicado, bebidas exquisitas, juegos, cherchas. Pero las cosas cambiaron como tenía que ocurrir Raquel, los negocios de tu padre comenzaron a caminar mal, la renta se vino abajo, teniendo que cambiar tu vida regia. El hambre afluyó en el hogar, los harapos cubrieron tu cuerpo de diosa arrancando gemidos agudos de tu garganta, se acabaron los viajes, la natación, las jergas nocturnas, el placer y la fama. Tu resabio creció aún más hacia tu padre, al mismo tiempo aumentaron los pleitos entre tus progenitores, debido a la situación imperante de pobreza que los embargaba. Pero tú, Raquel, no comprendías esto, continuaron tus exigencias, tus caprichos de muchacha casadera acostumbrada a satisfacer todas tus apetencias, llegando a aborrecer a tu propia madre llenándola de insultos, regaños y vergüenzas.




Un día, tu madre indignada, harta ya de esa vida calamitosa y cruenta, sin poder contener sus impulsos desaprensivos, tomó por el cuello a tu padre; zarandeándolo y echándole a la cara la afrenta:
“¡Flojo, eres un flojo, ruin, cobarde, bueno para nada, zopenco!” - Aullaba colérica.

Tu padre cansado de soportar sus impertinencias, le fue encima propinándole tremenda cachetada, rodando en el acto por el suelo. Sus chillidos de zorra herida llegaron hasta tus oídos. De inmediato fuiste a vengar su reprimenda, abalanzándote iracunda sobre el cuerpo excitado de tu padre. Tus garras de acero no hizo contacto con el objetivo, unas manos férreas asieron tus brazos frágiles de muñeca, tirando con fuerza, frenando tus instintos perversos.

Eso fue todo Raquel, herido en lo más íntimo de su fuero, tu padre impotente emprendió la fuga sin regreso, todavía hoy en tu claustro te preguntas, “¿Qué habrá sido de él?” sin hallar una respuesta, tu madre y tú condicionaron su huida. Ese día, aumentaron tus tormentos, el abandono del hogar por tu padre mermó la adquisición de alimentos, creció el hambre, las penurias, los andrajos, las lágrimas, ¿Cuántas veces en secreto tuviste que aceptar tu error, dándole la razón a tu progenitor?, “¡Maldita sea!”, gritabas en silencio cuando con los ojos llorosos tenías que masticar los alimentos que no eran del agrado de tu paladar acostumbrado a las exquisiteces. Esta situación prendió la mecha de tu desdicha Raquel, sucumbiste refugiándote en el limo. Un apetito desenfrenado y voraz se adueñó de tu carne, la borrachera fue tu fiel compañera, violando el patrón rígido que te infundiera tu padre desde pequeña. Adaptarte fue fácil, unas cuantas prácticas gratis de rutina profundizaron tus conocimientos, para luego desafiar las embestidas desencadenadas sin piedad de tu clientela. Transitaron por tu vida trágica, machos de ciertas raleas que ebria supiste aplacar sus instintos con las inventivas de tu carne excitada de hembra. Así, conociste a Silvio el sastre alias el silencioso, llamado así por su discreción con las mujeres. A Penco, el mecánico que jodía toda la noche dejándote exhausta y sin aliento. El sargento Mañete, que por tres pesos míseros te obligaba a realizar el amor utilizando métodos indirectos. A Arcadio el regidor, quien hundiera en tu carne sus dientes sucios de sarro sacándote gritos de éxtasis. A Plinio, Alejo, Ciriaco, Lupe el ebanista; quienes se turnaban para disfrutar tu cuerpo saludable una vez en la noche.





Tuviste entre tus brazos: A Pancho el enterrador, a Tato; apodado “Sin fin” por la forma cruel de barrenar a las hembras que eran presa de sus encantos varoniles, dando rienda suelta a su desenfreno de locura. A Tico el gago, a Pieter, el inglés que quiso mudarte ofreciéndote algunas prendas de lujos para que accediera a su capricho de hombre enamorado. A Rodrigo, el español que baboseara ocasionalmente tu carne indignado por la impotencia que minaba sus deseos, debido a su enfermedad en la próstata.

Llevaste tus encantos femeninos de aquí para allá, y de allá para acá, de pueblo en pueblo, de burdel en burdel; ofreciéndolo como trofeo apetecido por los hombres, dejando en cada instante tu dignidad magullada en un cuarto de un hotel delante de los ojos indiferentes de una sociedad envilecida. Rodaste sin poder levantarte, a veces; pasando momentos felices para luego despertar y abrazar una realidad que martilla como un mazo tus sentimientos y llenaba tu cuerpo de amargura, sosegada por ti con algunas copas que iban medrando lentamente tu existencia, convirtiéndose este deseo en hábito incontenible al discurrir el tiempo. En medio de esta realidad amarga, te rodeaste de lujos, trajes costosos, perfumes de marcas; aflorando de nuevo la diversión en tu vida. Viviste un mundo ficticio de dichas y fantasías, la magia estructuró una felicidad que cada mañana al despertar irreverentemente se aproximaba a su clímax. La música complementó tu entretenimiento, así, disfrutaste de la mejor música del momento; deleitando tú gustó con los cantautores y agrupaciones del momento: Camilo, Julio Iglesias, Braulio, Gjango, Villalona, Wilfrido; Artistas que avasallaron toda una época con sus éxitos.

El tiempo transcurría inexorable y tú Raquel indiferente, sin percatarte que tú misma codificaba el final de tu larga y trágica existencia. Poco a poco se aminoraba la clientela al ir perdiendo tu juventud y desapareciendo tu belleza, la amistad ficticia que te rodeaba fue mermando, las demandas que llegaste a tener para los dueños de negocios, llegaste a subsistir de la caridad de unos cuantos amigos que, lastimado su ego humanista, te tiraban una cuantas monedas como reconocimiento a tus buenos tiempos. Resultaste ser una carga, pasando de una vida altamente activa, a un momento de eclipse total de tu carrera, faltándote las herramientas necesarias para competir en una sociedad que marcha hacia los avances cibernéticos. Llegado este momento, añoraste la compañía de tus seres queridos, lágrimas furtivas rodaban constantemente por tus agrietadas mejillas, aflorando a tu memoria agradables recuerdos de tu infancia malograda.



Las palabras de tu padre retumban en tus oídos; “Acabarás mal”, “Acabarás mal”, “Acabarás mal”,…….”, Esas palabras sellaron definitivamente tu destino, agobiando aún más la desdicha que rodeaba tu existencia. A veces culpaste a tu madre de tu desgracia, por ser ella quien consintiera tus caprichos. Asediada, intentaste innumerable veces acabar con tu existencia y, aquí estás Raquel, petrificada, recluida en un asilo para ancianos, ignorada por mucho, olvidada de todo, escudriñando insondablemente esa pared diluida por tus ojos, buscando una respuesta a la ignominia de tus actos.


JOSE NICANOR DE LA ROSA.

Texto agregado el 19-11-2013, y leído por 523 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
20-11-2013 Raquel vivió como quiso, bien o mal fue libre.EXCELENTE CUENTO divinaluna
 
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