Esa mañana, Cándido Erasme se sentó en la silla colocada frente a su computador. Despabilado, con los ojos bien abiertos comenzó a teclear, apareciendo en la pantalla de forma mágica la palabra «¡ASESINO!». Sorprendido, se levantó rápidamente de la silla como propulsado por un resorte. Desconcertado volvió a leer en la pantalla del aparato electrónico lo que sus manos sin él quererlo habían escrito.
Impulsado por una fuerza interior volvió a sentarse. Con manos temblorosas pulsó el teclado de nuevo. Los dedos magnetizados se desplazaron por el teclados sin él poder controlarlos, apareciendo en la pantalla una misiva denunciando cómo María Martinez (Su esposa) había sido asesinada por él. Detallaba cómo y por qué el hombre tomó la trágica determinación de apartarla de este mundo envenenándola. El amor que el hombre sentía por ella había acabado, pero la mujer tenía una buena póliza de seguro, por lo que Cándido seguía atado a ella sin querer divorciarse. En cambio ella, hasta el último día de su vida seguía enamorada de su hombre sin ser correspondida.
Del matrimonio nacieron dos hijos, de ellos uno permanecía en el hogar, el otro se había casado y vivía apartado de sus padres.
El hombre al ver la carta en la pantalla del computador, firmada al pies por su difunta mujer, fiel compañera durante su vida, trató de borrar con rapidez el escrito sin conseguirlo. Alarmado por la situación quiso desconectar el computador. Nervioso palpó la parte desnuda del enchufe, siendo arrojado con fuerza al hacer contacto con la energía eléctrica, quedando inhabilitado y tembloroso tirado en el piso.
Cuando Antonio, el hijo que vivía en la casa escuchó el impacto, corrió para ver lo que pasaba, lo primero que vio fue la carta escrita en la pantalla, firmada por su desaparecida madre. Luego, atónito contempló el cuerpo moribundo de su padre tirado en el suelo. Imprimió el escrito y lo llevó a la policía de la provincia.

JOSE NICANOR DE LA ROSA.