Datos fictofácticos:
1) Los moluscos marinos son especialmente susceptibles su medio ambiente. Por ejemplo, algunos se alimentan a través de la filtración del plancton microscópico que habita en el agua. Son extremadamente sensibles a la contaminación pues su alimentación depende directamente de la calidad del entorno en el que viven. Un plato de ostras de diferentes partes del mundo tendrán, amén de sus diferencias fisiológicas, un sabor característico del mar de donde provienen. Los incautos dicen que saben a mar. Pero nunca dicen cuál mar ni a qué tipo de plancton.
2) Algunas dehesas en España se destinan para la cría de ganado porcino. Son grandes extensiones de terreno en las que abundan los árboles de castaña. Los productores de jamones ibéricos más rigurosos dejan a sus cerdos correr libremente por el campo para que la carne crezca firme y tenga el sello característico de la alimentación primaria de los cerdos: las bellotas de castaña, cuyos sabores y aceites esenciales, una vez digeridas por el animal, terminan depositándose en sus carnes creando vetas de grasa llenas de sabor que los conocedores llaman marmóreo.
3) En Irlanda comercializan un ganado que supuestamente se alimenta en un pastizal al que la brisa marina golpea directamente salándolo. El producto final (los cortes de carne) es ligeramente salado y tiene las propiedades del pasto irlandés: mucha lluvia, cielos nublados y sal de mar.
4) Somos lo que comemos.
Después de haber sido forzado a alimentarme de ostras capturadas libremente en los fríos mares de Bretaña durante mi niñez, al parecer fui seleccionado, después de extenuantes pruebas, para vivir en la bella isla de Santa María. Sólo unos cuantos afortunados teníamos la suerte de poder vivir ahí durante un periodo de cinco años. Todo lo que necesitábamos estaba a nuestro alcance. Comida, educación, cuidados médicos y una naturaleza frondosa: mariscos, moluscos, ganado libre, árboles tropicales y sus frutos. Todo esto con sólo estirar los brazos. Después de cumplir los cinco años fui retirado del Edén y me separaron de mi novia sin siquiera preguntarme. Fui trasladado a unos edificios fríos en los que permanecía encerrado en un departamento de cinco por cinco metros cuadrados. Tenía la obligación de correr treinta kilómetros diarios (diez por la mañana, diez por la tarde y diez kilómetros por la noche) y me alimentaban sólo con jamón serrano de la más alta calidad y carne de res irlandesa. A pesar de mi dieta proteica y relativamente grasosa no engordé mucho. Durante tres meses, me mantuvieron en este régimen. Un día de la nada me dieron un dulce que me mareó y me desvanecí. Desperté en esta caja de dos por dos metros. Apenas tengo lugar para caminar. Recibo cada día una dosis de jamón serrano y otra de carne cruda de res que cae por un tubo junto a mi cama y que como ávido. Estoy engordando. Las paredes son de plástico. Sé que hay más gente a mí lado porque golpean las paredes gritando. Creo que llevo tres días aquí y por fin logré leer un letrero que está en una de las cajas junto a la mía:
Consúmase antes de siete días. Humanos sin aditivos, ni químicos;
desarrollo al aire libre en las playas de Santa María. |