Mi vida es una oración. Yo soy el sujeto, que “protagonizo” la oración. Tú eres el verbo, que indica la acción que realizo; sin ti, mi oración no tendría sentido puesto que no hago nada. Nuestra historia es el predicado; el que dice qué, cuándo, por qué, cómo y dónde ocurrimos. Nuestra hija es el objeto directo de esa oración, que es… o fue… nuestra historia; y ella, necesita ser verbo, así, sin artículos, adjetivos o adverbios, y ser predicado dirigido a los sujetos de dicha oración, en la cual se describe, no una novela, sino nuestra vida y ella es el núcleo de ésta, o mejor dicho, de nuestra vida gramatical en un pasado... o quizás, un presente o un futuro... pero siempre imperfectos.
Alejandro Ornelas
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