Tarde serena, calma y apacible, apenas el mar besa la orilla, regueros de espuma quedan como flotando, como recordando que allí había estado, apenas unos segundos antes, tanta calma contrasta con tardes grises, ventosas y frías, con las olas martillando sobre las rocas dejando su impronta de siglos como una historia tallada con figuras fantasmagóricas que se adivinan en sus surcos.
A lo lejos un barco transitando el océano con rumbo a algún sitio ignorado, llevando en sus bodegas quien sabe que cargas, tripulado por hombres del mundo lejano, que pasan tan cerca y son tan extraños.
Entonces la tarde se adentra en oscuras sombras que de a poco todo lo van cubriendo y el mar lentamente va cediendo ante la noche que todo lo iguala.