Capítulo 9: “¿Cuántas Noches Han Intentado Morir?”.
Nota de Autora:
Esta semana ha sido extraña y no por ello ha dejado de ser triste.
Mi mundo conocido ha desaparecido. Ya no hay más LAM; sólo hay sueños rotos, hechos trizas, dispersos en un aire que no me atrevo a respirar.
Y sin embargo sigo viva, aún sigo viva y no sé cómo me las arreglo para continuar viviendo cuando todos mis sueños los perdí, que los vendí por puñados de progreso junto con mi libertad.
Este maldito cambio de colegio me tiene de veras mal… toda mi vida soñar con estudiar en el LAM, cumplir mi sueño, estar menos de un año (uno activísimo, ¡qué demonios!) y perderlo todo… De veras la vida no es justa.
Aún así no pierdo las esperanzas en volver algún día, porque si yo no creo… ¿quién lo hará?
Bueno… ahora estoy en el Liceo Marta Donoso Espejo, donde me siento más vacía que mochila de flaite, más rara que boleto de micro en bolsillo de carabinero y más sola que cueva sin osos… Definitivamente, no pertenezco ahí… yo debería estar en el LAM… ¡Yo soy del LAM!
Bueno, bueno… estoy jodidamente depresiva y nostálgica (maldita sea, ¡yo no soy así!), así que lean el capítulo escuchando “Cannon in D” de Pachelbel, la máxima expresión de mi tristeza acústica. Y, lean la Dedicatoria a continuación escuchando Namárië, más conocido como “El Lamento de Galadriel”, autoría de John Ronald Reuel Tolkien en su famosísimo legendarium “El Señor de los Anillos”. Os dejo con la Dedicatoria…
Dedicatoria:
Yo, Mariette Sparrow, más conocida por el común del humano como Sofía Hernández, dedico el presente capítulo de esta novela y “La Leyenda del Holandés Errante” a…
…Javiera Aceituno, para que su alegría y naturalidad sigan siempre con ella, sacando sonrisas en quienes parecen haber olvidado cómo reír… Javi, debo admitir que no te conozco, pero algo que siempre me llamó la atención en ti fue tu naturalidad y lealtad para con quienes quieres y eso me sacó sonrisas más de una vez en tiempos difíciles.
…Paulina Acevedo, para que la madurez en su mente siga en contacto con su espontaneidad, porque muchas veces es necesaria esa cordura de la que muchos carecen.
…María Ignacia Álvarez, para que la sonrisa brote de sus labios y elimine de sus ojos las sombras que son las lágrimas, porque para mí fue una gran amiga y su amistad es un tesoro que juro jamás dejar ir. Porque ella tiene algo que pocos poseen: la capacidad de vivir en su corazón lo que sus amigos son incapaces de sentir pese a estar sufriendo esas adversidades.
…Javiera Ayala, para que su simpatía jamás desaparezca, porque son pocas las personas que combinan en justa medida la simpatía y la seriedad.
…Daniela Barría, para que su honestidad y su sonrisa jamás abandonen su persona, porque esos son los dos ingredientes mágicos en una buena amiga que es capaz de sostener en sus brazos a la desgracia del otro.
…Víctor Cabezas, para que su personalidad nunca se difumine en las brumas de ser distinto; porque ser distinto es lo que los temerosos llaman defecto y los valientes, virtud.
…Nicolás Canales, para que su mentalidad esforzada no huya de su persona ante los latigazos de la comodidad; porque para mí fue un puntal y compañero de interminables jornadas, uno de los pocos que ha trabajado a la par conmigo sin obligarme a terminar todo yo sola.
…Alejandra Cancino, para que su empatía siga siempre en ella, porque siempre sabe qué decir para alentar a quien está cayendo…
…Adela Casanova, para que entienda que mientras el sol siga en lo alto, siempre habrá por qué luchar, porque un camino sin piedras es más tedioso que aquel que es todo un desafío. Y si llega la noche en tu camino, Ade, no te preocupes, que el sol saldrá otra vez y podrás andar. Cuando vengan las sombras debes descansar y meditar caso has andado por donde querías o no.
…Javiera Castillo, para que pueda recuperarse de todas las cosas malas que se presenten en su camino y continuar su camino tal como hasta ahora lo ha hecho. Javiera, admito no conocerte, no haber hablado nunca contigo y no sabes cuánto me arrepiento…
…Juan José Cerna, para que su risa jamás se apague, para que siga siendo un buen compañero y amigo, porque pocos son los que aprecian el real significado de la frase “Disfrutar la vida”. Y para que su creatividad perdure.
…Camila Correa, para que siga haciendo todas las cosas que le gustan, porque no es fácil decidirse a aprovechar los deseos por hacer algo, ni mucho menos la habilidad. Cami, te deseo toda la suerte del mundo en el equipo de fútbol y en todas las cosas que decidas hacer.
…Bryan Díaz, para que… ¡Joder! Son tantas las cosas que podría decirte, hermanito… Por ahora sólo puedo darte las gracias por haberme soportado, tolerado, aguantado, ayudado y escuchado cuantas veces lo necesité. Ahora pasas por un momento difícil… no sabes cuánto me gustaría estar junto a ti y hacer lo mismo que cuando un día, sin tener nada que ver conmigo, excepto cien mil diferencias, me tendiste la mano sin esperar nada a cambio.
…Mario Díaz, para que pueda conservar por siempre en su corazón mi agradecimiento por haberme mostrado que había un horizonte más allá de donde yo veía una cordillera, el supuesto final de mi camino. Para que pueda seguir siendo siempre tan infantil y natural, porque demuestra que es una persona que aún no cae ante lo que es dejar de ser quien es.
…Catalina Díaz, para que su esfuerzo algún día dé frutos, porque lo merece, porque ha sabido ser una gran persona: esforzada, leal, alegre y madura; capaz de percibir que no todo lo que brilla es oro.
…Javiera Herrera, para que todos sus sueños se cumplan, porque jamás había tenido el placer de tratar con alguien que supiese tanto de mitología y piratas y que, a su vez, fuese creyente. Espero que su fe jamás la abandone, porque es lo más valioso que tiene, porque le puede mostrar que tiene el don de las palabras y los sueños… para que un día, ambas, juntas, gritemos “¡Soñar es gratis y no te arrestan por hacerlo!”.
…Jaime Herrera, para que entienda que es capaz de conseguir sus sueños, que no porque sus calificaciones no sean lo que espera, deja de ser alguien inteligente. Jaime, tú tienes algo de lo que muchos carecemos: humildad, porque eres capaz de reconocer todos tus defectos, pero nunca llegues al nivel de aportillarte por ellos, de creer que eres inferior, porque, te repito, tienes algo que muchos no.
…Diego Inostroza, para que la música jamás le abandone, porque esa amiga jamás falla, jamás da un consejo errado y siempre consigue liberarnos de las cadenas que nos pretendían atar. Sólo puedo decirte ahora que tienes futuro, que lo único que necesitas es tu teclado y tu persona, porque ambos son uno. Mucha suerte.
…Amalia Jorquera, para que su talento nunca le abandone, porque hacía años que no veía a alguien bailar tan bien… Y para que la decisión nunca abandone tu cabeza, porque se necesita valor para hacer las cosas y enfrentar las situaciones adversas… y he de decir que tú lo tienes.
…Camila Lara, para que su talento, inteligencia, esfuerzo y perseverancia se vean recompensados algún día, porque merece que se reconozcan todas sus virtudes, porque en vez de vanagloriarse con ellas es humilde y deja los aplausos a otros que no lo merecen tanto como ella.
…José Miguel López, para que siga siendo tan buen amigo como lo ha sido hasta hoy, porque siempre tiene una palabra de aliento para quien la necesita… lo digo porque cuando yo creía que mis textos eran un desvarío, él fue mi fiel lector y me soportó todas mis locuras… Amigo, nunca dejes la música de lado, porque bien sabes que es la voz de la consciencia.
…Valentina Mardones, para que su entrega a los demás siempre cuente con la ayuda de manos amigas, porque pocos son capaces de madurar una idea, ponerla en práctica y entregar los resultados a otros.
…Yerko Mardones, para que sus risas no se apaguen ni en los momentos más difíciles, porque amigos así no se encuentran. Para que la vida y la suerte le sonrían.
…Karla Mellado, para que jamás deje de ser la persona que es: simpática, divertida y quizás un poco tímida, tierna de veras… para que pueda correr hasta el final del camino a sus sueños.
…Isidora Meza, para que siempre sea capaz de expresar su opinión, porque siempre ha sido certera y honesta. Para que su voz pueda alzarse sobre cualquier otra y nos refleje que el talento y el esfuerzo desembocan en habilidad.
…Nicolás Moreno, para que siempre sea capaz de ayudar a otro cuando lo necesita, porque tiene un corazón de oro y una cabeza también.
…Bastián Muñoz, para que sus locuras nunca se salgan de control, para que diferencie el camino correcto del incorrecto, para que siga sacando sonrisas, para que sea el más vivaz de todos… porque siempre está ahí cuando se le necesita para que la carga se aligere con una sonrisa…
…María Ignacia Muñoz, para que su buen humor la acompañe eternamente y las lágrimas abandonen sus ojos para siempre. Porque personas como ella: optimistas y entusiastas no están hechas para llorar, sino que para reír.
…Ignacio Opazo, para que la ironía y la sagacidad jamás abandonen su cabeza, porque no es sólo humor, sino que es un reflejo de lo que somos.
…Luciano Ortiz de Zárate, para que siga siendo la gran persona que es: leal, creativo, divertido… un compañero que merece la pena.
…Jaime Oyarzún, para que las palabras no se acobarden a la hora de salir de sus labios, porque su opinión merece ser oída. Que su madurez no se disfrace en miedo ni cobardía, porque es una pieza crucial en el puzle que el 1° “G” es.
…Fabián Pérez, para que por muchos años muchas personas puedan gozar de su amabilidad y afabilidad; porque personas así no quedan, con paciencia y dedicación por lo que hacen y por su gente.
…Sofía Poblete, para que el recuerdo de ustedes me ayude a superar el vacío que siento. Suena raro autodedicarse algo, pero la verdad es una y no la podemos negar.
…Daniela Quezada, para que su timidez, amistad, sus risas y juegos sean refugio y guarida de amigos como yo, errantes en sueños que se desvanecen. Gracias por todo, Dani.
…Simón Ramírez, para que tenga el millón de amigos que se merece.
…Natalia Rebolledo, para que el progreso se apersone ante ella y le muestre el camino a sus sueños, porque pocos son los que tienen ideales claros.
…Dárlyn Retamal, para que la música no abandone ni sus gustos ni su alma, para que siga siendo la voz de su consciencia resonando en su mente día y noche; para que no sienta miedo de ser como es, porque pocos llegan a formar una identidad y ella, además de eso, ha conseguido que esa identidad, característica suya, sea lo más afable posible. Para que la vida le muestre los buenos caminos y no le muestre nunca más el dolor que nunca debió de haber conocido. Porque tú, amiga, has demostrado tener “Alas de Fuego”.
…Diego Rivas, para que entienda que no cuanto brilla es oro, que hoy puedes ser brillante, pero que el de al lado puede serlo sin demostrarlo. Que como hermanos no existen diferencias, que su conocimiento es valedero especialmente si lo comparte.
…Patrick Sandoval, para que siga siendo tan perseverante como hasta ahora ha sido; porque pese a que la vida no lo ha tratado como merece, ha sabido salir adelante siempre con una sonrisa en su rostro.
…Macarena Soto, para que su voz siempre sea escuchada, para que sus ideales sirvan para construir una sociedad más justa, en cualquier instancia; porque, ya han hecho de ella una persona capaz de promover valores perdidos: libertad e igualdad.
…Diego Suazo, para que siga siendo el buen amigo que es: leal y agradable.
…Álvaro Troncoso, para que siga siendo la persona trabajadora, esforzada, leal, agradable, divertido y buen amigo que es; porque cuando necesité un amigo que me hiciera olvidar los malos momentos, de una u otra forma, él siempre lo conseguía. Gracias, Varo.
…Francisco Valdés, para que nunca olvide su proyecto de vida y que, a su vez, nunca deje de ser la persona alegre que es, por que de vez en cuando es necesario olvidar que vivimos en un mundo que es más nuestra cárcel que nuestra tierra.
…Javiera Vergara, para que la honestidad no rehúya de su inteligencia.
…Bárbara Villanueva, para que su sencillez no desaparezca jamás con los grandes triunfos que de seguro le depara la vida.
…Sr. Héctor Guerrero, para que siga siendo por siempre el buen profesor que hoy en día es. Porque no sólo alimenta cabezas, sino almas.
Todos vosotros habéis forjado el 1° “G”; yo ya no soy parte de él, pero me voy con la frente en alto, sabiendo que luché hasta el final por todos nosotros. Espero que ninguno más se quede en el camino, porque soy la primera en apartarse del rumbo.
De todo corazón les agradezco todo lo que hicieron por mí, por haberse transformado en mi segunda familia. Les agradezco por haberme tolerado cuando el fuego de la ira quemaba mis labios.
Por todo gracias, muchas gracias.
Y bien… al final, la vida sigue igual, con los valientes que han leído todo esto, los invito a leer el capítulo que, sin más dilación, dejo con vosotros.
“Toc-toc”. El sonido seco de la puerta fue lo último que llenó el ambiente por un par de segundos. “Toc-toc”, la puerta volvió a sonar.
-Liselot, ¿estás ahí?-se escuchó por detrás de la puerta.
“Toc-toc”, la puerta seguía siendo golpeada con desesperación.
-Liss, sé que no quieres ver a nadie, pero es urgente decirte algo-reclamaba la voz de un hombre joven del otro lado.
El muchacho esperó unos segundos, los suficientes como para entender que su único interlocutor era el silencio.
-Liselot, si no te molesta voy a pasar-dijo el joven con un cierto timbre de seriedad. Forzó la manilla y lanzó un bufido: Ni siquiera estaba cerrada con llave aquella habitación.
La puerta chirrió un tanto y, tras su quejido, dejó pasar a un molesto Lowie Sheefnek.
-Liselot, sé que…-se cortó en medio de la frase y sonrió enternecido-Oh, Liss-suspiró.
Frente a él, dormía completamente destapada bajo riesgo de enfermarse, Liss Van der Decken.
Se acercó con propósito de taparla y velarle el sueño. Pero cuando se acercó a ella, su rostro se ensombreció. Dos lágrimas a medio secar por el aire tibio de New Providence estaban en sus mejillas.
Eso, sumado al apriete en sus manos y a la posición incómoda en que dormía le daba la impresión de que su amiga se había vencido por el sueño cuando lloraba su desdicha.
¿Cómo no rendirse al sueño si ahora rara vez dormía y comía? Su amiga no era la misma.
Le acomodó las piernas, los brazos, la cabeza en la almohada y la cubrió de una frazada. Se sentó al borde de la cama.
Con ternura desmedida y sólo posible de ver en él hacia Liselot, le acomodó la revuelta cabellera a su amiga y, al intentar secarle las mejillas, un movimiento de parte de ésta le hizo maldecirse a sí mismo por haberla despertado.
-¿Lowie?-preguntó ella febrilmente, extrañada, sorprendida de ver a alguien fuera de su alma podrida en ese cuchitril.
-Liss-susurró él acariciándole tiernamente la mejilla.
Le dolía ver a su “hermanita” en esas condiciones; sin sonrisa ni sueños, Liselot Van der Decken era un mal fantasma, una cruel variación de lo que en verdad era.
-Vete, Lowie-pidió ella con las lágrimas cayendo. La voz suave, las energías nulas, sin siquiera levantar la cabeza, los ojos apenas abiertos.
El corazón de Lowie se partió en tres mil pedazos cuanto menos. No… no se iría… no podía hacerlo… no podía permitir que lo poco que quedaba de aquella muchacha tan dulce y pura se desvaneciese en el aire.
-Esto no es tu asunto, Lowie… es sólo mío…-continuó ella.
Y tenía razón… y eso era horrible… Su amiga perdía su inocencia y eso era lo más bello que tenía; su mente se volvía madura, su alma y espíritu desaparecían y era lo que él tanto se había esforzado por mantener. No, no podía permitirlo.
-Ándate-repitió Liss, intentando esbozar una sonrisa y así calmar a Lowie de una vez, que de otro modo no iba a poder sacarlo de ahí en ningún maldito momento.
No, ese no era el camino correcto, pensaba Lowie. Así le quedaba poco, muy poco… Podía ver en ese rostro lleno de lágrimas su propio reflejo en unos rasgos femeninos otrora alegres.
Las drogas, el alcohol, el aislamiento, la tristeza, los cortes y la sangre serían su única compañía. Luego, cuando todo eso fuese un juego de niños para aplacar la voz de la consciencia y de los sentimientos, el suicidio sería un aliado. Pero siempre estaría ahí un “amigo” para frustrar el intento y cerrar la puerta a la única salida que había.
No, no podía permitirlo.
Liss intentó hablar de nueva cuenta, insistiendo con su petitorio de que Lowie se marchase. Pero la voz del muchacho resonó con fuerza. No, no podía permitirlo.
-Antes que digas nada, Liss… Mírame-pidió.
Liss bajó la vista.
-¡Mírame!-gritó Lowie, sosteniéndole con fuerza la barbilla y obligándole a mantenerle la mirada.
La muchacha le observó confusa. No sabía hacia dónde iba la situación.
-¡¿Qué ves en mí?!-preguntó a los gritos. Ese era un intento desesperado, que podía tirar todo por la borda, pero era eso o ver cómo su amiga se hundía en los abismos de la desesperación y no estaba dispuesto a presenciar eso-. Una persona opaca, verdad… ¡¿Verdad?!-Liselot lo observó ávidamente-. ¿Sabes lo que me llevó hasta aquí? ¿Lo sabes?... La desesperación, amiga… la tristeza…
-No sé qué rumbo intentas darle a esto-contestó Liss.
Demasiado tarde… esas palabras, tan serias, con la ceguera de la madurez… No podía ser…
-Yo no tenía amigos, estaba solo frente a un mundo que me atacaba y no había nada que pudiese hacer-siguió.
-No hay nada que se pueda hacer-contestó.
Inesperadamente, Lowie dejó su lugar al borde de la cama y saltó hecho una fiera sobre su amiga. Sus rodillas se pegaron al colchón, se extendió cuan largo era sobre el torso de Liss y agarró con fuerza sus muñecas, las cuales presionó contra la almohada.
-¡¿No hay nada que hacer?! ¿Eso es lo que opinas? ¡¿No hay nada que hacer?!-bramó a todo pulmón-. Yo estaba solo e intenté asirme de cualquier cuerda en el camino, tú tienes un amigo, me tienes a mí y sabes que jamás te dejaré sola… pero prefieres dejarte caer.
-Lowie… vete-dijo la muchacha asustada, pero sin soltar ni una lágrima.
-“Vete”… eso me suena a mí como “Déjame hundirme sola”-replicó Lowie.
-Y eso es lo que merezco-contestó ella.
-¡No! Ni ahora ni nunca. ¿Sabes lo que pasa allá afuera?-preguntó Lowie.
-No, tampoco me interesa-contestó ella-. Cada cual debe correr su carril solo.
-Es el infierno en la Tierra-dijo el joven con pasión.
-Cada cual debe batírselas solo-contestó ella con suavidad.
-¿Sabes quién está en el poder?-preguntó él a los gritos.
Liselot se dedicó a menear la cabeza en negativa.
-Sheefnek, mi “santísimo” padre, el Contramaestre Sheefnek-contestó el con ira.
-¿Y en qué parte calzo yo? ¿Tendría que importarme?-preguntó ella.
Lowie soltó un bufido, en clara señal de que había acabado por perder la poca paciencia que tenía por naturaleza y que la mínima reserva que le venía quedando se había ido bien lejos. Golpearon la puerta.
-No estoy para nadie-indicó ella.
Volvieron a golpear.
-El que se tiene que ir de aquí soy yo-contestó él, soltándola y poniéndose en pié.
-Desde un principio-contestó ella con una mirada llena de madurez.
Lowie iba a replicar, pero golpearon la puerta de nueva cuenta.
-Tan sólo dime, amiga, ¿en qué parte de tu alma estás refundida? Algún día tendrás que despertar-dijo Lodewijk con una mirada cargada de tristeza.
Tras eso, Lowie cogió su chamarra de cuero y salió de la habitación.
-¿Qué dijo?-le preguntó un amigo que le esperaba afuera, cadete al igual que él.
-No quiere entrar en razón-contestó Lowie completamente abatido.
El otro chico lo miró con cara de preocupación y, por qué no, desesperación.
-Ruego a todas las deidades del mundo que Naomie se le aparezca ahora, porque éste es el único segundo en que la ha necesitado-dijo Lowie.
El rostro del otro cadete metamorfoseó de la preocupación a la extrañeza: ese pedido era lo único que podría haber jurado que jamás oiría en su vida.
-La hora se nos acaba-se limitó a decir para no revelar sus emociones.
Miró a Lowie, cuyos ojos estaban clavados en la puerta de la muchacha. Su mirada fue tan insistente que Lodewijk se la respondió.
-¿Qué piensas hacer?-le preguntó. En los ojos de Lowie se leía la llama de la sagacidad y las ideas que nacen.
-Hay que liberar al Kraken-contestó el joven Sheefnek achicando los ojos. Luego de eso miró el reloj-. ¡Demonios! ¡Se hace tarde!
Tras eso, ambos jóvenes echaron a correr por todo el bajel para llegar en quince minutos a sus estaciones de trabajo para cumplir los dichosos y estúpidos turnos que tenían destinados, de los cuales saldrían en unas seis horas si el idiota de Sheefnek amanecía de buenas, algo muy improbable si no hubiera caso oír.
Quince minutos después…
-Linda, ¿por qué lloras? ¿Linda?-preguntó Lowie entrando en la habitación en la semi penumbra.
Se acercó a la mujer que, hecha un ovillo contra una de las máquinas del Puente de Mando, echaba rienda suelta a su llanto.
-Linda-la llamó por su nombre, apoyando su mano en el hombro de la mujer y acuclillándose a su lado-. ¿Qué te pasa?-preguntó.
La mujer, de treinta años aproximadamente, se dispuso a llorar como una niña de once años frente a su primera desilusión amorosa en el hombro del muchacho.
Lowie la abrazó amorosamente… salía de una para caer en otra. No toleraba ver a una mujer llorar. Unos pasos nada amigables se acercaron a través del corredor.
-Linda, ve a hacer tu trabajo-le susurró.
La mujer, medio tambaleante se puso de pie para cumplir con sus labores. Lowie se acercó al interruptor de la luz para cubrir la puerta.
-¿Otra vez llorando, Freeman?-se escuchó resonar la voz del Contramaestre-. Te hace falta visitar mi cuarto.
-Ni te atrevas a acercártele-le contestó Lodewijk cortándole el paso.
-Turno extra por subversivo, Sheefnek-contestó el Contramaestre ofuscado, retirándose de la habitación.
Ella le dedicó una mirada agradecida.
-Perdón-musitó.
-Descuida-dijo él.
Lo normal es sonreír cuando se redime a alguien de una culpa, pero Lowie permaneció serio.
-Linda, dime que pasa-insistió.
-No puedo hablarte de eso-dijo ella moviendo unas palancas que regulaban la velocidad del bajel según lo que indicaba la pauta dejada por Sheefnek.
-¿Y por qué no?-quiso saber él.
-Deberías preocuparte de tu trabajo, Lodewijk. Se nos acaba el combustible, tu padre nos tratará peor aún si varamos a falta de petróleo en algún punto de este condenado sitio, han pasado cosas raras. Hemos perdido el rumbo sin el Almirante… se nos acaban las provisiones…-dijo nerviosa.
-¿Y…?-insistió Lowie.
-¡Tengo miedo, Lodewijk, tengo miedo!-estalló Linda.
-¿Es por eso que temes hablar conmigo?-inquirió él de brazos cruzados, dejando que ella hiciera todo el trabajo, total él tenía turno extra para ponerse al día.
-No-dijo ella cortante, intentando ignorarlo.
-¿Entonces…?-siguió aguijoneando él.
-Porque temo ponerme a llorar aquí mismo-confesó ella mirándolo por una vez a los ojos.
-No hay nada que temer… no eres la única que está desesperada-contestó él, sentándose en un taburete metálico, indicándole que estaba lo suficientemente cómodo como para poder oír todo lo que ella le quisiera relatar.
-Sin embargo soy la única cobarde que se aterra y se larga a llorar-dijo ella, bajando la cabeza y volviendo a encargarse de su trabajo.
-Hay otros que están peor… dime-la instó él.
-Tendrás un hermano-soltó ella de golpe y porrazo, con el pequeño y tenue hilo de voz que le quedaba.
Por la mente de Lowie no se movió nada, permaneció en silencio gutural, en blanco por unos cuantos segundos. Su rostro palideció y sus ojos se perdieron en la oscuridad. No pensaba en nada, esa noticia había calado hondo, cual saeta en las profundidades de su corazón. No, no podía ser cierto. Poco a poco recuperó el control de sus labios y la coherencia de su mente.
-¡Traidora! ¡Cómo pudiste! ¡Te acostaste con Sheefnek! ¡Aprovechada! ¡A ver si tu amante te apoya ahora! ¿O por eso llorabas? Te rechazó, ¿cierto?-contestó con sorna.
-Lowie, no es lo que piensas-apenas alcanzó a musitar Linda.
-Si fue el Espíritu Santo-ironizó él-. Traidora, ¡maldita traidora!
Lowie, tras eso, salió de la habitación hecho una furia. No le importaban Linda, el turno, el castigo, nada. Sus neuronas se movían frenéticas y su cerebro no procesaba.
-Vuelve aquí, por favor-le gritaba Linda desde la puerta del Puente.
Echó a correr, no quería saber nada de nada. Tenía que hacer algo, pero no sabía qué.
Linda le vio desaparecer por las escalinatas que llevaban a las entrañas del navío. Se sentó derrotada en el frío y duro suelo metálico. Abrazó sus piernas como niña pequeña. El único que podría haberla ayudado a salvar a su amiga Sheila y el pequeño bebé que llevaba en el vientre había arrancado ante esa situación. Se sentía una estúpida. Ella no había sido de tomar el caso en su propia dimensión y enfrentar la situación como se debía. Comenzó a llorar y, muy pronto, su llanto se volvió más audible que el sollozo que había sido.
-Señorita Freeman-le habló un suboficial, luego de haber carraspeado ligeramente.
La interpelada levantó la cabeza, secándose las lágrimas rápidamente con el dorso de la mano, avergonzada de haber sido cogida en tamaño estado.
El suboficial venía acompañado de otros dos marines.
-Por estricta orden del Contramaestre debemos llevarla al calabozo. Si se pregunta cuales son los cargos, se debe a que éstas no son condiciones para realizar sus labores-indicó el que anteriormente había hablado.
Entre los otros dos la levantaron del suelo y la esposaron. Ella no hizo problema alguno y se dejó llevar dócilmente.
El suboficial se dirigió al comedor a buscar a Lodewijk Sheefnek, quien estaba incumpliendo su turno.
La puerta quedó abierta y por ella pasó una sombra que nadie tuvo el placer de ver.
-La situación ha llegado demasiado lejos-susurró la voz femenina a un volumen inaudible mientras salía.
Acto seguido volvió a entrar el suboficial para cumplir el turno del hijo del Contramaestre al no encontrarle.
Liselot tosió ahogadamente unas quince veces antes de abrir los ojos, mientras sacudía alocadamente las manos e intentaba quitarse la cabellera de la cara. ¡Rayos! Estaba toda empapada.
Abrió los ojos y se vio en la obligación de parpadear.
-Ya no te necesito, vete-fue lo primero que brotó de sus labios, al percatarse que por mucho que parpadease, Naomie seguía allí.
-¡Vaya recibimiento, querida! Primero duermes como lirón y ahora, después de que me esfuerzo en verte los ojos, me echas de tu cuarto-ironizó Naomie.
-¿Qué quieres? Yo ya no soy tu juguete, Naomie. Por tu culpa lo he perdido todo-le escupió Liselot.
-Te advertí que vendrían tiempos difíciles-le recordó Naomie, tan calma como siempre.
-Pero me trucaste hasta que te fui útil, luego, ahora, cuando soy una piltrafa humana me dejas sola… No, no vuelvas a recoger el juguete que tiraste que ya no estoy para permitir tus juegos-le aclaró Liselot mirando a Naomie fijamente, a los ojos.
-Dime, ¿es esto lo que realmente sientes?-le preguntó la morena.
-No vengas a confundirme-le rogó Liselot.
-¿En qué parte de tu alma estás refundida?-preguntó Naomie con tono místico.
-¡Déjame en paz! ¿Qué no me ves? ¡Mírame! Mi alma está muerta, pero mi cuerpo se niega a morir y dejarme descansar-confesó la chica.
-Es tan simple como suicidarse-indicó Naomie.
-¡No me impulses a más locuras! Que todas las estupideces que por tu culpa he hecho ya son suficiente, perdí a mi padre por tu culpa, soy inválida para la sociedad… soy inútil gracias a ti-le soltó Liselot.
-¡Vaya, querida! Es fuerte oírte, has madurado y eso es innegable… Pero no sé si para bien o para mal… quizás debí haber venido antes de que cayeras en la desesperación, antes de que te dejaras ir de esta forma tan disoluta. Porque sigues siendo la misma niña insegura que antes, pero más madura… ¿Tan hondo te ha calado todo esto?-replicó la mujer.
-Mi padre murió y perdí mi familia, ¿no es suficiente acaso como para que el mapa se acabe?-contestó Liselot.
-Dime, ¿eres realmente tú misma la que está hablando? ¿Dónde está la promesa que hiciste a tu padre aquel día? ¿Eres la misma Liss que conozco: aquella que cae y se pone de pié con la misma sonrisa en su rostro una y otra vez? ¿Esto caló tan hondo como para que perdieses incluso tu identidad? No abogo por tus sueños, sino por ti misma… ¿Ya no quieres pelear?-continuó Naomie.
La mirada de Liselot se fijó en la pared por unos instantes, en los cuales Naomie siguió ahí, junto a ella. Era como despertar, sacudirse la tierra y ver la luz del día tras salir de una tumba en la que se ha estado por años durmiendo. Esas palabras habían tocado algo en su alma, no sabía qué, y ésta había despertado.
-¿Te llegan mis palabras? ¿Sabes quién está al mando?-aguijoneó Naomie para saber si eso era real o no.
-Sí, es Sheefnek-contestó ella, entendiendo lo inadmisible de la situación.
-¿Permitirás que ese tirano siga haciendo de las suyas? ¿Torturando la gente que juraste proteger? En tus zapatos me pararía y lucharía, que vea que no estás sola y a ver quién se las bate mejor-indicó Naomie.
-Gracias, Naomie… pero estoy confundida, no sé qué hacer-confesó Liselot esbozando la primera sonrisa desde el aciago día en que su padre muriese.
-Sigue tu instinto. Aquí hay gente leal y de buena fe. Se planea algo grande y si tú no estás allí, no será un intento fallido, sino el fracaso definitivo del plan. Mantente firme, no curiosees, ya has madurado como para entender lo que digo, que pronto llegará tu hora, muchacha… muy pronto y no puedes fallar-dijo Naomie, mientras progresivamente iba desvaneciéndose en el aire, volviéndose polvo en el viento.
Liselot se sentó en la cama. Se destapó, hacía un calor gutural, lo había hecho todo el tiempo, pero recién había despertado, revivido, como para percibirlo.
Se levantó y estiró las piernas agarrotadas por la falta de uso.
Abrió la ventana de su camarote y aspiró el aire salino… si algo tremendo iba a venir, que viniese… ya hacía falta un poco de aventura para moverle el piso.
La puerta de la celda se cerró herméticamente, ningún rayo de luz traspasaba la puerta blindada. La luz titilaba y la ampolleta se cernía de un lado para otro sobre la cabeza de Linda Freeman.
No hizo ningún escándalo, no pidió que la sacaran de allí, nada. Se sentó en el suelo, ni siquiera le quedaban lágrimas para llorar, le había fallado a Sheila.
Otro combo más chocó contra el vientre de Sheila.
-¡Estúpida!-gritaba Dirck Sheefnek.
Sin embargo Sheila no escuchaba casi nada, todo zumbaba en su pobre cabeza, el dolor era demasiado.
El hombre que amaba no era lo mismo que ella había pensado, eso lo había descubierto hace tiempo, le había comenzado a tener un supersticioso respeto, pero ahora entendía que eso era su terror que le avisaba que iba a venir algo terrible.
¿Dónde estaba Lowie? Hubiese pagado oro por saberlo, pero lamentablemente su cerebro estaba demasiado lento como para procesar.
Conocía a Linda, sabía que ella, apenas llegase Lowie a cumplir turno con ella le diría todo lo que estaba sucediendo y ese chico era de temer, no tardaría ni fracción de segundos en apersonarse ahí y ponerle los puntos a la “i” a su díscolo padre.
Quizás ni siquiera la hora daba para que él llegase a turno aún y ella ya estaba tan desfallecida que había perdido total sentido del tiempo.
-¡Contéstame, idiota!-gritó Sheefnek abofeteándola.
Tardó segundos en hacer que su mente procesase, segundos que parecieron eternos.
Desde pequeña había sido sensible, quizás demasiado. Odiaba discutir y en Dirck había encontrado la pareja perfecta o, por lo menos, eso había creído: él era apacible, todo lo solucionaba con palabras amorosas y detestaba discutir tanto como ella.
Cuando había quedado embarazada había sentido miedo de perderlo, pero cuando él se puso loco de contento ella no cupo en sí misma de lo feliz que estaba.
Pero la noche anterior, ella había comenzado a sufrir fatigas en el dormitorio y no había limpiado el camarote; él se había molestado al ver que Sheila, su Sheila, no era capaz de sobreponerse a lo típico de un embarazo.
Ella no conocía su pasado, sino hubiese atribuido todo al recuerdo de la madre de Lowie y al miedo de volver a vivir lo mismo, pero con ella. Hubiese estado errada de todos modos.
Ella detestaba discutir y había acabado por regresar al camarote que originalmente le había sido asignado.
Pero esa mañana había amanecido con náuseas, desmayos y demás. Medio alicaída había ido a hacer su turno.
Estaba consciente de que todos esos malestares no se debían sólo a que estaba recién en su primer trimestre, sino que a la hipersensibilidad que le producían las discusiones y demás. Le pasaba todo el tiempo.
Ahí había descubierto que compartiría turno con Linda, su amiga de infancia y, al entrar al Puente, fue imposible evitar el llanto.
Le contó todo y le pidió que la ayudase. Que era necesario pedir ayuda a Lowie. Algo se lo pedía. Ese muchacho era el único que no temía a Sheefnek.
En eso, una oleada de náusea la había golpeado y había expulsado todo ahí mismo, con tan mala suerte de que Linda no había alcanzado a coger ni el trapeador cuando Sheefnek ya estaba dentro con intenciones de inspeccionar.
Furioso había preguntado quién había hecho eso y la respuesta hablaba por sí sola, ahí estaba Sheila pálida y verde como un limón, transpirando alocadamente.
La había cogido de un brazo con intención de darle castigo. Mientras ella gritaba a Linda que la ayudase, que ya sabía qué hacer.
Luego, Sheefnek se había encerrado con ella en su camarote, había abusado de ella más veces de las que ella pudiese recordar, la había golpeado y dado de cintarazos. Incluso le había golpeado en el suelo con tanta fuerza que le había amoratado las costillas.
-¡Dime!-reclamó él.
-Perdóname, Dirck-rogó ella.
-¿Dirck? Yo ya no soy Dirck para ti-replicó él.
-Perdóneme, Contramaestre-rogó ella.
-Eso sonó mejor-le dijo Dirck dándole una bofetada sin razón aparente.
-Por favor suélteme-pidió ella, sintiendo cómo le flaqueaban las piernas.
-¿Suélteme qué?-incitó él, haciendo que la cabeza de la mujer chocase contra la pared.
-Por favor, suélteme Contramaestre-rogó ella al sentir un hilillo de sangre salir de su nariz.
-Mi hijo no es un débil…-musitó él, más para sí mismo que para su malograda interlocutora.
Regresó la mirada a la asustada mujer. Su hijo no era débil, claro que no: llevaba sangre Sheefnek corriendo por sus venas. Pero esa mujer que ni siquiera controlaba su cuerpo acabaría por volverlo una señorita.
Hablaba en masculino para sus adentros, lo sabía, pero es que era inconcebible que aquel hijo fuese una mujer, un ser débil que era incapaz de batirse por sí solo.
-Habíamos acordado que esto-dijo, posando las manos en el vientre de Sheila y clavando las uñas en el pequeño bultito que comenzaba a formarse-no interferiría con tus labores, ¿no?
-Sí, mi Contramaestre-contestó ella, asustada, tragándose las lágrimas.
-¡Compórtate como el soldado que eres y aprende a manejar tus emociones! Acabarás por hacer de mi hijo un débil, pero no vendrá al mundo para eso: seguirá mis pasos. Y si tendrá una madre tan estúpida como tú, mejor ahorrarme la desilusión-dijo.
Acto seguido golpeó el vientre de Sheila con los puños una y otra vez.
-Es fuerte, resistirá a esto, pero debo enseñarte-dijo él, con la mirada perdida.
Cuando se cansó de golpearle el vientre con los puños, le amarró pies y manos, la derivó en el suelo y comenzó a darle de patadas en la panza.
Sheila sintió un golpe más fuerte que los otros. Pensó que a Dirck se le había pasado particularmente la mano en esa patada. Sin embargo, el pie de su agresor estaba completamente quieto y éste descansaba, con la respiración muy agitada.
Otro espasmo reverberó en su vientre. Entonces entendió de qué se trataba. Se abrazó la barriga aún plana. Dirck tomó más impulso aún para golpearla otra vez.
-¡No! ¡Ya basta! ¡Por favor!-rogó ella.
Otro espasmo… rogó a Dios que Lowie se diese prisa. Él era el único que tenía esa llave además de su padre, era el único que podía detener esa situación tan aciaga. Pero, ¿quién le aseguraba que él llegase a enterarse?
Dirck tomó impulso para otro golpe, pero su pierna se detuvo en el trayecto en el aire al ver el riachuelo de sangre que se escurría por el pantalón de uniforme de Sheila.
La levantó del suelo de un brazo, mientras el vientre de la mujer era sacudido por un espasmo tras otro.
Sacó llave y abrió la puerta. En el pasillo andaban dos marines en su hora libre, de seguro camino a su camarote.
-¡Llévensela lejos de mi vista! ¡Rápido! ¡Al calabozo!-dijo, empujando la mujer hacia los dos marines.
-Pero, mi Contramaestre, está sangrando-replicó uno de los dos, escandalizado.
-¡Llévensela! ¿Acaso no saben obedecer órdenes?-replicó.
Ambos marines la sujetaron de cada lado, mientras ella seguía sangrando, ahora sin cesar. Sintió cómo se desmayaba cuando ellos la arrastraban técnicamente por el pasillo.
Dirck cerró la puerta completamente ofuscado.
-¡Aloin! ¡Aloin!-dijo Lowie ingresando huracanadamente al comedor.
Aloin, quien no era otro sino el chico que le había acompañado anteriormente al dormitorio de Liss, escupió un poco de café, sobresaltado al ver a Lodewijk así.
-¡Rayos! Lowie, ¿qué te pasa?-preguntó.
Miró extrañado a la silla en que había estado anteriormente su amigo, completamente vacía. ¿Dónde se había ido? Obvio que estaba bajo la mesa, pero… ¿por qué?
-¿Ha visto al cadete Sheefnek?-preguntó el suboficial.
-No, mi Suboficial-respondió Aloin formalmente.
El suboficial se retiró del comedor, pensando en que tendría que hacerse cargo del Puente de Mando y del turno de la recién aprisionada Linda Freeman.
Lowie salió de debajo de la mesa. En tiempos normales ni siquiera se hubiese preocupado en esconderse y se hubiese negado diez mil veces de ser necesario a la obligación de cumplir su turno, hasta que el Suboficial se hubiese cansado de hacerle patente su deber.
Sin embargo, eran tiempos difíciles y no podía darse el lujo de meterse en más problemas, que con los que ya tenía ya era suficiente.
-¿Qué bicho te picó?-le preguntó Aloin.
-Larga historia de contar, necesito que me eches una mano-dijo Lowie volviendo a sentarse.
-Estamos en horario de turno-contestó Aloin.
-Sin embargo, me parece que sigues aquí, tomándote tranquilamente un café-dijo Lowie enarcando burlonamente una ceja.
-Si nos pillan será tu culpa-dijo Aloin, aún reticente a formar parte de la aventura de Lowie. Probablemente terminaría con turnos eternos como castigo. A Lodewijk le importaría un pimiento, total ni siquiera sus turnos predestinados cumplía, nadie aseguraba que se diese por enterado de que tenía un castigo que cumplir.
-Lo tengo todo bajo control-dijo Lowie, dando un largo trago al café de su amigo, quien miró con aire consternado al vaso a medio vaciar.
-¿Qué tengo que hacer?-preguntó Aloin, rogando a Dios que no fuese algo que condenase su carrera militar.
-Ven, acompáñame-dijo Lowie.
Tras eso, salieron de la cafetería cuidándose de no pasar cerca del Puente de Mando.
-¿Qué vamos a hacer?-preguntó Aloin.
-Ha llegado la hora de liberar al Kraken-respondió Lowie enigmáticamente.
-¡Ah!-profirió Aloin, como si todo le hubiese quedado claro de súbito, mientras seguía al experto Lowie. Tenía claro que se metería en un problema de magnitudes. Sabía todo, excepto qué significaba… “Ha llegado la hora de liberar al Kraken”…
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