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Por Rodrigo García Leo

Son las diez de la noche de un viernes de verano, en el único sofá de la pequeña sala está apoltronado Rogelio, un adolescente de catorce años. La televisión está encendida, pero no le presta atención, él está muy entretenido con un juego de carreras del celular que, furtivamente extrajo de la bolsa de su madre. El rugido del revolucionado motor de un carro que se aproximaba rápidamente distrajo su atención, se asomó por la ventana para verlo pasar y, cuando el viejo Mustang con el escape abierto se alejó notó que Sara, su hermana tres años mayor, estaba sentada en un escalón de la entrada del multifamiliar fumandose un cigarro. Se apresuró para poder captarla con la cámara del aparato que tenía en su poder. Después de tomar la fotografía con la que podría chantajearla, le preguntó: ¿qué haces aquí? mí mamá nos dijo que no nos saliéramos.
-¡Hay, menso! Me espantaste.
-Ni tan menso, ¡mira lo que tengo aquííí!
-Me vale, sí se la enseñas a mí mamá te haces harakiri.
-Mmm... Bueno, ay muere. Oye ¿qué le pasa a la jefa? Lleva días rarita ¿no?
-Pues qué le va a pasar, no ves qué la anda rondando un galán.
-¡No manches! Le voy a romper el hocico a ese.
-¡Cálmate Ironman! Ella todavía es muy joven, y es muy su vida.
-Y la memoria de mí papá ¿qué?
-Él ya hace mucho tiempo que murió, y desde entonces, la pobre no ha hecho sino trabajar y procurarnos.
-Así es feliz, aunque cada día está más controladora.
-No. Cada día tú estás más incontrolable, mamá sólo te está cuidando.
-¿De qué? Sí ya no soy un chiquito.
–De tamaño, pero estás bien pendejo.
-¡Cálmate doña perfecta!
–Ya hablando en serio Roger, mi mamá está muy sola, yo creo que debería rehacer su vida, además tú necesitas una figura paterna.
-Rogelio iba a replicar airadamente, cuando otro carro capta su interés, ahora se trata de un BMW. El chico se queda embelesado, nunca había mirando, de cerca un coche de lujo.
-Yuu-juu... -Sara lo regresa a la conversación.
-Ah si, si, -advierte severamente: “A mi papá ningún güey lo va a sustituir, cuando yo trabaje la voy a sacar de chambear y le voy a comprar una camionetota, y yo voy a traer un carro como este.
-Para su sorpresa, del vehículo baja su madre, él muchacho cambia el tono beligerante y continúa diciendo: "Sara… ya entendí, tenemos que casar a mi mamá".
Fin

Texto agregado el 15-11-2013, y leído por 188 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
16-11-2013 Genial, y bueno a quien no le gustaria un padrasto con plata. ja ja muy bueno. jaeltete
15-11-2013 La astucia del muchacho lo lleva a querer controlar a la madre al casarla. Buena historia. NINI
15-11-2013 Esos muchachos de hoy, nada pendejos...@FranchoSuarez atayo
15-11-2013 Una historia interesante que se adentra en la psicología del personaje elpinero
15-11-2013 Chantajista, pero más que interesado había resultado este chico. hgiordan
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